Una de las mentalidades más atrasadas, cultural y socialmente hablando, del continente americano se da, lamentablemente, en este país. El colombiano sufre de un rencor que raya en odio personal sobre casi todo lo que compete a sus compatriotas. Y esto lo comprueban los detractores de Amparo Grisales.
Esto sin agregar unos regionalismos sin gracia que no permite objetividad al emitir conceptos, por ejemplo, hace poco alguien publicó una nota resaltando a una ciudad como Medellín y yo me sumé al reconocimiento, pero la respuesta fue categórica: a nadie le importaba si era verdad, solo la malsana intención de despotricar, de dañar, de no aceptar la realidad porque una envidia inocultable prima sobre todos los sentimientos.
Hace unas décadas lo dijo el más grande escritor latinoamericano de todos los tiempos, por desgracia un colombiano, Gabriel García Márquez, quien no ha sido inmune a esa mala bilis que repta en mucha gente: “En este país no hay fama que dure una semana”. Es como una intención rabiosa de impedir que otros logren sus metas porque hay una multitud de mentes sádicas listas a desaprobar todo.
Esto me recuerda un viejo cuento que me narró mi abuelo sobre el infierno y la salvación en la historia sagrada. Decía que un ser muy querido de un santo ardía en el fuego eterno por su mal comportamiento y este le pidió a Dios que le diera tranquilidad al alma en pena.
Sin decir nada, Dios lanzó una cuerda al foso de candela y el alma de ese ser empezó a subir ansiosa, pero detrás de ella se venían otros en busca de igual salvación. Entonces el tipo o la tipa, no recuerdo, dejó de subir para enfrascarse en una lucha desigual contra los que venían detrás. Los empujaba con rabia para que cayeran al fondo. Finalmente, la cuerda se rompió y todos cayeron.
Dios junto al santo se fueron en silencio. Así justamente son miles, quizás millones de colombianos. Tienen un odio visceral contra los demás y lo descargan sin remordimientos. No existe eso que llamamos dignidad, o valores que dan pie a la palabra respeto.
En muchos países cancelaron contratos a un famoso músico por racismo, acá una cadena de TV contrata a una YouTuber pasando por encima de ese odio de que hablo, quien lo descargó contra la vicepresidenta en una cuestionable actitud de discriminación que en otras partes hasta cárcel hubiera dado, pero acá a los programadores de TV les valió, y hasta parece son parte de eso que hoy cuestiono como un vergonzoso comportamiento extraído de la más baja educación que un ser humano pueda mostrar.
Pero el caso particular que nos compete es con la actriz, modelo, cantante y hasta escritora Amparo Grisales, un emblema de orgullo para cualquier país que no sea Colombia, o los miles de colombianos de mentalidad mediocre y que, quizás, ninguno llegará a donde llegó la mujer.
Uno no encuentra explicación al comportamiento por ser una reacción social colectiva. Si esta valerosa mujer no tuviera esa dignidad femenina que le caracteriza, y a veces hace ver como imponente, le habrían destruido el mayor derecho de todo ser humano: la dignidad.
Memes, expresiones desafortunadas por su edad, comentarios inapropiados, burlas de todo tipo como si ella les hubiese hecho el mayor daño por haber sido una actriz de talla internacional. Porque nadie puede negar que Amparo Grisales lo ha sido.
Siempre me pregunto si los que utilizan la edad de ella, y con seguridad de otros, como un defecto, si en sus hogares no tienen mayores de edad, abuelos, padres, tío, familiares.
Todos son relucientes jóvenes, porque de lo contrario no se entiende. A menos que sea eso que evité mencionar, pero no pude, mala leche de unos seres pequeñitos sin dignidad e incapaces de superarse así mismos en un mundo que les brinda toda clase de oportunidades y por eso descargan ese odio virulento con la carismática actriz.
Me atrevo a afirmar que esto sólo sucede en Colombia. Ningún otro país he escuchado que menosprecien a quienes le han dado gloria y orgullo al país por sus méritos. Sólo acá. Hasta he visto gente despotricando de Shakira, la bella mujer que sólo ha puesto el nombre de este país a nivel mundial por encima de lo que nos conocían antes: drogas, narcos, guerrilleros, paracos, delincuentes, etc.
Definitivamente, este país está mentalmente más grave de lo imaginado porque justo esos que dañan sin sopesar los daños que puedan estar produciendo, son los más ególatras, altivos, engreídos y vanidosos que una mente enferma pueda sostener. Se creen lo último en conocimiento y van con su enfermedad por la vida, contaminando a otros.
Amparo Grisales merece todo el respeto como ser humano y por el hecho de abrir el espacio para que hoy muchas de nuestras congéneres muestren ante el mundo que no todo es negativo, así como México le dio a sus Divas, incluso, algunas que no nacieron en sus tierras, el honor y el lugar merecido por ser parte de una época gloriosa como no habrá otra, así mismo ella merece el lugar que unas mentes insanas y mediocres le quieren arrebatar.
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