Los rellenos sanitarios hace tiempo están mandados a recoger.
Alguien con verdadera formación en la materia sabe que una óptima separación de residuos en la fuente, una efectiva recolección diferenciada y altas tasas de reciclaje volverían innecesario un botadero a cielo abierto como Doña Juana, con sus graves impactos en los recursos naturales y las comunidades circundantes a corto, mediano y largo plazo.
Pero la sucesiva incapacidad de los encargados de la supervisión y el manejo de basuras, intereses indebidos, irresponsabilidad de industrias y población, y hasta inercias políticas han impedido tomar el toro por los cuernos para llegar a verdaderas soluciones.
Evitar, reducir, reutilizar…
La llamada jerarquía de gestión de residuos, que consiste en evitar, reducir, reutilizar, reciclar y solo por último desechar, es un principio básico, el punto de partida, para una gestión de residuos que aspire a ser efectiva y eficiente. El mejor residuo es el que no se genera.
Y si con campañas masivas se enseña a la población, todo el tiempo, la importancia de seguir prácticas de producción, comercialización y consumo ambientalmente responsables, sería mucha la basura que se le ahorraría no solo a Bogotá o a Colombia, sino al planeta. Ahí reside muy buena parte de la solución, en cambiar mentalidades y comportamientos para una verdadera responsabilidad compartida y generar menos desechos innecesarios.
En segundo lugar, si para la menor cantidad de basura que cada industria o población generaría, se les enseña a separar correctamente los residuos en la fuente, eso facilitaría la recolección diferenciada de residuos, de tal forma que los orgánicos podrían destinarse a grandes plantas de compostaje y fabricación de abonos (para agricultores y hasta huertas urbanas, que se quejan de fertilizantes costosos), y por otro lado los inorgánicos serían más fácilmente aprovechables.
Aquí juegan un papel importante los recicladores informales, a quienes la legislación colombiana favorece, pero es claro que deben buscarse esquemas colaborativos o alianzas público-privadas para que ellos sean también parte de la solución y no un lastre a la recolección diferenciada de residuos y su posterior tratamiento.
…reciclar y solo por último desechar
Son necesarias inversiones público-privadas para construir e instalar cada vez más plantas de tratamiento y reciclaje por todo el país. Ya hay varios casos de éxito, sobre todo de capital privado, en diversas ciudades, incluidas grandes urbes como Bogotá o Medellín.
Pero mientras no se logre elevar el reciclaje y aprovechamiento a tasas superiores al 90%, es urgente desincentivar, mediante leyes, decretos o resoluciones (lo que incluye elevados impuestos reales, no simbólicos), la producción y el consumo, por ejemplo, de plásticos de un solo uso como el icopor para comidas, que por sus características físicas no es reciclado a gran escala.
Con todas estas buenas prácticas de gestión de residuos, a la disposición final llegaría solo una mínima parte de toda la basura que se genera (algo más manejable) y no los miles de toneladas que genera la sola capital colombiana.
Al buen entendedor, pocas palabras. Y todo lo anteriormente expuesto de forma sencilla y comprensible hace doblemente evidente la ineptitud y falta de visión del ex alcalde Enrique Peñalosa, que tuvo el descaro de pretender prolongar muchos años más la vida útil de Doña Juana.
La nueva administración del distrito muestra mayor voluntad política que la anterior para hacer las cosas bien. Pero es urgente que afinen la brújula, porque las autoridades y los operadores responsables del manejo de residuos aún siguen malas prácticas y esquemas de la anterior administración (como embolsar toda la basura de la vía pública) que deben erradicarse y reemplazarse por verdaderas soluciones ambientalmente más sostenibles.
De modo que tocará seguir dándoles palo y hasta unas clasecitas (como las del excelente curso gratuito en línea, con traducción al español, que ofrece la Escuela Politécnica Federal de Lausana, Suiza, sobre manejo de residuos) mientras no enmienden el rumbo. La voluntad política no basta, se requiere conocimiento técnico sólido.
El país y el planeta no dan espera, y con ello nuestra propia salud, pues la pandemia de COVID-19 ha sido un recordatorio, elocuente y doloroso, de lo irrespetuoso que ha sido el género humano con la naturaleza.