El pasado mes de enero se retomaron al 100 % las actividades presenciales en la mayoría de las universidades. Algunas, como la Sede Medellín de la Universidad Nacional de Colombia, lo hicieron algo más tarde, desde el 7 de marzo.
Así las cosas, ya se cuenta con algunos datos para juzgar con sumo escepticismo la eficacia de los protocolos de bioseguridad planteados para el mundo universitario. En el caso de las universidades medellinenses, se trata de un protocolo común a las universidades del llamado Grupo G8.
En efecto, si bien las directivas universitarias han dispuesto por todos los campus avisos y señalizaciones que instan a las comunidades respectivas a la puesta en práctica de buenas medidas de bioseguridad, los hechos son tozudos al mostrar que la indisciplina social campea entre los universitarios, pese a todos los estudios que han cursado.
Es decir, es bastante obvio que tales estudios no hacen las veces de una vacuna contra la insensatez.
Así las cosas, se precisa de un nuevo protocolo de bioseguridad a prueba de tontos si de buscar alguna eficacia se trata. Empero, esto no puede partir de las directivas de marras, sino del exiguo porcentaje de universitarios que demuestran contar con sentido común, el menos común de los sentidos.
En la práctica, esto significa que estos universitarios con sentido común han de ser muy estrictos en la observancia de las buenas prácticas de bioseguridad para salvaguardar sus vidas en las presentes circunstancias de pandemia sin fin a la vista. Esto es: usar mascarillas de calidad debidamente certificadas y homologadas para proteger boca y nariz, junto con buenas gafas de seguridad para proteger bien los ojos.
Así, se procura proteger las tres vías principales por las que ingresa el coronavirus al organismo. Además, no sobra lo atinente al distanciamiento social y otras medidas de bioseguridad sensatas.
Por ende, un nuevo protocolo de bioseguridad que sea eficaz no debe basarse en tratar de convencer a quienes persisten en la indisciplina en materia de bioseguridad, para quienes no valen razones, argumentos y evidencia científica contundente. Allá ellos.
De facto, en lo que va corrido de actividades presenciales al 100 % en nuestros mentideros universitarios, comienzan a verse indicios significativos de las consecuencias de la mala observancia de las prácticas de bioseguridad. Brindo algunos ejemplos fruto de mis primeras observaciones al respecto:
(1) Un laboratorista afectado de covid que ha persistido en usar solo mascarilla de tela, cuyo factor de protección es bajo, y ninguna protección para los ojos.
(2) Varios profesores que, de repente, dejaron de verse en los campus, los cuales desdeñaron usar buenas mascarillas y gafas de seguridad.
(3) Hacia la última semana, ausentismo repentino de varios estudiantes en las aulas, quienes, así mismo, solo venían usando mascarillas quirúrgicas y de tela, que poco protegen frente a las nuevas variantes del coronavirus.
}Por añadidura, ningún estudiante ha hecho uso de gafas de seguridad para proteger sus ojos. Entre estos estudiantes ausentes, se me viene a la mente una muchacha que no paraba de moquear en las clases y a quien tuve que llamarle varias veces la atención para que mantuviera bien puesta su mascarilla.
Incluso, hasta donde he podido apreciar, los estudiantes que suelen usar las mejores mascarillas, como, por ejemplo, las KN95, dan muestras de un alto intelecto.
En fin, no parece que los estudiantes, los profesores y los empleados, salvo por algunas excepciones, vayan a cambiar de repente su indisciplina al respecto así porque sí. Más bien, según dije, resulta más eficaz que el porcentaje minoritario de universitarios conscientes salvaguarden sus vidas gracias a la puesta en práctica de una disciplina espartana en lo que a esto concierne.
En cuanto a los universitarios relajados e indisciplinados, ya tendrán ocasión de reflexionar con angustia cuando estén en una UCI. Bueno, esto si pueden contar con alguna una vez la red hospitalaria haya colapsado. En todo caso, la pandemia dista en mucho de haber terminado, máxime que, entretanto, comienza a hacer de las suyas la variante XE del coronavirus, la nueva variante que preocupa a la OMS, el virus más contagioso que hasta ahora ha habido a lo largo de la historia.
Entretanto, ha entrado de nuevo en escena, como era de esperarse, otro factor que solo puede complicar la pandemia en el mundo universitario: los nuevos disturbios universitarios habida cuenta de que suelen ir de la mano con una pésima observancia de la bioseguridad.
Y no vaya a creerse que las capuchas que suelen usar los protestantes de marras cuentan con el nivel de bioseguridad de una mascarilla certificada y homologada.