Todo apunta a que esta semana será la última de más de cinco meses de encierro. En Cartagena, en agosto, se ha ido ampliando el tiempo de “libertad confinada” hasta hacernos sentir que tenemos la capacidad de salir a dar un paseo, de oler el mar y de lamentarnos por los negocios que van cayendo día a día…
Esta tarde salimos a dar un paseo después de una jornada más de teletrabajo. Caminamos por la muralla esperando el atardecer. En la Santander, un poco antes de llegar a la altura del teatro, vemos a un policía con un pelao. Desde lejos el policía parece tener la mano un poco larga. Sacamos el celular para grabar, ojalá no sea necesario, los posibles abusos. Desde la carretera el policía nos grita: “¿Qué graban?”. La cosa no parece exagerada, dudamos un segundo y seguimos nuestro camino. Bajamos de la muralla, casi llegamos a la altura del teatro, y llega el policía en su moto; detrás otro policía con el pelao en su bici, con una esposa de su mano a la trabilla del pantalón.
Nos pide la cédula, dice que infringimos el último de los decretos de pico y cédula. Decimos que estamos disfrutando de un paseo en la ampliación horaria que nos permite “hacer ejercicio” hasta las 8:00 p.m. El otro policía se lleva al pelao, sabemos que es menor de edad porque insinúan que sus padres tendrán que firmar el comparendo.
El policía grande se queda con nosotros haciendo los trámites para el comparendo. Insinúa algo sobre la grabación y sobre delincuentes del barrio Paseo Bolívar que nosotros defendemos para que luego nos roben. Tratamos de explicar que grabar un procedimiento es legal en Colombia, que los abusos policiales no están permitidos bajo ningún concepto, que estamos en horario de salida… El policía sigue hablando; pasa gente trotando, gente en bicicleta, caminando con mascarilla, sin mascarilla, gente paseando al perro…
Llega otro policía, vuelve a darle un poco de vueltas a la cédula, pasa de las seis. Nos hemos perdido el atardecer. El policía grande nos graba leyéndonos el comparendo que no hemos querido firmar bajo “las obligaciones que indica el último decreto de pico y cédula de la alcaldía” que, según él, no cumplimos.
Volvemos a casa ya casi de noche. A lo lejos, adelantándose lentamente a nuestros pasos, vemos las luces de una patrulla de policía estacionándose de a poquito en cada uno de los estancos de Marbella, los mismos que te alegran el fin de semana con frías a domicilio cada vez que se viene una ley seca.