Todos los partidos han echado las campanas al vuelo después de las elecciones en España del 28 de abril. El día después solo hay sonrisas, abrazos de satisfacción, no hay espacio sino para la verbena. Con la excepción de Pablo Casado del Partido Popular, PP, que se muestra cauto con la derrota; aunque el subterfugio suyo es que acaba de llegar al partido. Aun así, no hay caras largas en el PP.
Ese triunfalismo hace parte del alma española, como virtud y como defecto. Que alguien que indagó y escribió sobre ese ethos ibérico, sabía lo que decía, porque tenía el don de la clarividencia, me refiero a Valle-Inclán —maestro de maestros—, quien al mirar la dilatada historia de habsburgos y borbones, pensó y lo dijo: lo mismo da la victoria, que hacer gloriosa la derrota. Esto se vio el 28 de abril.
Quien mejor lo encarnó fue Pedro Sánchez. Un hombre que renació de las cenizas. Suena a tópico, pero ocurre todos los días y en todas partes. Sino que no se nota, o la envidia lo oculta. En Sánchez así sucedió. Perdió las elecciones de 2015 y 2016 y el Partido Socialista Obrero Español, PSOE, quedó en la UVI con tenues signos vitales. El sanedrín del PSOE, además, juzgó que Sánchez era un inepto y prescindió de sus servicios. El 1 de octubre de 2016, Pedro salió por la puerta de atrás de la calle Ferraz (sede PSOE), casi que embozado. Entregó su acta de diputado y todo parecía acabado. Él lo contó en sus memorias, Manual de resistencia, aparecidas en febrero último, “los barones del partido me veían como un intruso. Me echaron”.
Quiso hacer gloriosa la derrota y perseveró en sus convicciones. Convirtió la tozudez en virtud. Unos meses más tarde, con el apoyo de la militancia socialista y contra la voluntad de los barones, volvió y lo eligieron líder. Luego quiso probarse a sí mismo que la democracia es operativa. Precisamente hoy cuando en el ambiente reverbera que la democracia es inútil y está al servicio de tres o cuatro gatos. Para comprobarlo montó la moción de censura a Mariano Rajoy.
Dio una lección de probidad política. Pocas mociones de esa naturaleza salen adelante. La que estructuró el laborismo británico contra Theresa May en enero pasado, no floreció. La de 1972 contra Willy Brandt, se malogró en la votación final, porque dos diputados fueron comprados por la Stasi (policía secreta) de la RDA. Sánchez le mostró a España y a la clase política europea que era factible lograr lo imposible. Rajoy salió en medio de la perplejidad del mundo político. Sí la democracia estaba viva, palpitante. La Constitución también lo permitió, y fue aceptada por todas las formaciones políticas, que no es poca cosa. Si así se pudiera hacer con tanto inepto que ahí en todas partes, es posible que el mundo marcharía de otra manera, que tanta falta hace. Pedro llegó al Palacio de la Moncloa. Desde luego que con el repelús y rechinar de dientes de la oposición. No se quedó ahí, apoyado en sus 1.90 de estatura, siguió con su paso firme, hasta llegar a los 123 diputados que tiene en este momento. Volvió a sonreír el PSOE, once años después de grandes derrotas.
Se comprobó otro hecho: el bipartidismo que dominó cuarenta años la política española perdió, por ahora, su hegemonía. Entre Ciudadanos, C’s, Unidos Podemos, P’s, y Vox obtuvieron en conjunto 10.546.102 votos, y entre PSOE y PP 11.836.778. Óptimo para la gobernabilidad. No es que crea que la fragmentación partidista sea lo ideal. Lo que hace Netanyahu en Israel para gobernar es una colcha de retazos que puede ser inconveniente para atajar tantas injusticias y que cada uno haga lo que se le da la gana.
También sonríen, cada uno en la medida de sus posibilidades, Albert Rivera, Pablo Iglesias y Santiago Abascal. Especialmente este último, verdadero triunfador, a la luz de la votación. De ser un desconocido, de tener cero diputados —Vox, se hizo notar por primera vez, en las elecciones de Andalucía de diciembre anterior: obtuvo 400.000 votos y enmudeció al respetable— a ocupar 24 sillas en el Congreso. ¡Es un record, ¿no?!
El triunfo de Vox muestra el lado sombrío del alma española. Si se quiere, el sentimiento trágico, del que hablaba otro coloso del pensamiento de la Generación del 98: Miguel de Unamuno. Porque es muy trágico, deja nubes sombrías, que Vox se parezca en algo/en mucho al sanguinario dictador Francisco Franco. El discurso de Abascal hablando de la anti-España, de la antigua grandeza de los reyes católicos, de recuperar los valores del nacionalcatolicismo, de la pureza racial, de recuperar la familia tradicional, de ser portaestandarte de la unidad y la libertad de los españoles, de aferrarse al centralismo de Madrid que ahoga a las demás regiones; eso se parece muy mucho a los principios del ‘Movimiento’. Fueron cuatro decenios de dictadura nacional-católica, los peores años de la historia peninsular, para volver al mismo oprobioso cuento.
Pero Vox fue abrazado por Casado del PP y Rivera de C´s. En Andalucía los tres se unieron para desalojar al PSOE que llevaba 40 años gobernando. Pablo Casado ha quedado en evidencia. Renunció al centro. Casado, Rivera, Abascal se tomaron la foto juntos en la Plaza de Colón. Pero el tiro les salió por la culata el 28 de abril. Si el fin —expulsar al “traidor” Sánchez, era lo que gritaban en sus mítines— justifica los medios —revivir una derecha cruel y despiadada—, sin la menor duda, tomaron el atajo equivocado.
A todos estos rostros sonrientes, plagados de euforia, hay que recordarles que frente a ellos, lo que el paisaje muestra es inestabilidad. Ningún partido suma 176 diputados, necesarios para obtener la mayoría absoluta, que permitan la gobernabilidad. Ni siquiera se llega a esa cifra haciendo pactos. O quedaría la llamada opción Frankestein, que es pan para hoy y hambre para mañana.
De momento, Sánchez, Casado, Rivera, Iglesias, Abascal, no han pasado de ser unos vulgares demagogos. Que es lo que se viene haciendo desde 1978. Por ello es que se escucha decir, los 20 de noviembres —día de la muerte de Franco—, que algunos pánfilos y descerebrados, griten, haciendo el saludo fascista: Franco resucita/ España te necesita.
Los jóvenes políticos triunfadores del 28 abril lo que han mostrado es que solo están preocupados de sí mismos. Su ambición es el poder. Ese poder evanescente, efímero, que colma el amor propio, pera deja el alma vacía. Hay que recordar que el sistema de pensiones está al borde de la quiebra, la capacitación e infraestructura requieren inversiones, la deuda pública hoy es mayor que hace 10 años, el éxodo de jóvenes talentos arrecia, las plazas de profesores y médicos no se han reemplazado porque desde hace 10 años hay una frase recurrente: “No hay dinero”. Salvo Messi y Cristiano, el 90% de los jóvenes españoles se han empobrecido en estos últimos 10 años. En los tres últimos días de campaña los partidos se gastaron en publicidad a través de Facebook 3,4 millones de euros. Podemos gastó 1.573.768 euros y Ciudadanos 908.559 euros, etc.
Si uno se asoma al alma española, con cierto sentido de conciencia, lo que produce es vértigo. Hace 100 años, Ramón María del Valle-Inclán dejó escrito en Luces de Bohemia: “En España el mérito no se premia. Se premia el robar y el ser sinvergüenza. En España se premia todo lo malo”. Oléeee, Don Ramón.