La estupidez nuestra de cada día: el reguetón, el vallenato y cosas por el estilo.
La música es una forma de comunicación de valores y de cultura y promueve la interacción entre las personas que comparten las ideas que emite su discurso (muchas veces ideológico de clase). Las canciones son herramientas mnemotécnicas muy prácticas para guardar la memoria y el saber de una sociedad y, por tanto, para utilizarlas en el proceso de socialización de las personas. En las canciones, la música nos aporta el sentimiento y la emoción, mientras que el texto aporta el aspecto cognitivo.
Considero que las canciones actuales, la música de estos tiempos mileniales, tiene muy poco de música, mucho de interés por el lucro y muy poca armonía, poesía ni sentimiento.
Basta recordar a Maluma y sus Cuatro babies (dos son casadas, hay una soltera y la otra medio psycho, si no la llamo se desespera) y su lenguaje machista, misógino, irrespetuoso y de violencia contra la mujer. Y traigamos a la escena a Bad Bunny, un empacador de supermercado que se convirtió en rico en pocos meses con sus canciones sexistas (“por ti... ahora hago todo lo que quiero, solo pienso en mi primero. Tirando billetes adentro del putero, pa'l carajo el amor verdadero, yo solo pienso en hacer dinero…”)
Y este otro de Becky G: “A mí me gusta que me traten como dama, aunque de eso se me olvide cuando estamos en la cama. A mí me gusta que me digan poesía al oído por la noche cuando hacemos groserías…”, “…A mí me gustan más grandes, que no me quepa en la boca, los besos que quiera darme y que me vuelva loca…”.
El reguetón promueve la discriminación de la mujer a través de pautas sexistas. Sin embargo, hay varios aspectos que considero estúpidos en todo esto y en todo lo demás que pueda decirse de este tipo de música:
Uno: la poca creatividad de las letras, acompañada de una dolorosa retórica, como se observa en esas rimas tan absurdas (“Estoy enamorado de las cuatro. Siempre las busco después de las cuatro. A las cuatro les encanta en cuatro. Y yo nunca fallo como el 24. De Los Lakers siempre es la gorra. De chingar ninguna se enzorra…”)
Dos: el ánimo mercantilista, de lucro incesante, inmenso, inagotable. La ambición por la ganancia fácil, pasando por encima del buen gusto, del respeto por la buena música.
Vimos en la temporada de diciembre pasado, cómo no hubo una canción que pudiéramos llamar “de navidad” o de “diciembre”, como se nos acostumbró antes. Ni siquiera las parranderas de mal gusto de Don Ebrio. La respuesta a esto: “es que los industriales de la música comercializan únicamente lo que se venda”. Y para poder vender, primero pasan por un proceso publicitario alienante, descarado, minucioso de allanar valores considerados caducos por efecto de la propaganda, y hacer que se acepte la mediocridad como forma de vivir la vida. La estupidización colectiva.
Tres: y aquí la nuez de la cuestión: ¿por qué triunfan hoy entre los adolescentes y jóvenes este tipo de canciones? Y, del mismo modo: ¿por qué las muchachas se las aprenden, las cantan y participan de ese macabro juego que no las respeta?
Son mensajes que incitan a la sumisión de la mujer y al poder del hombre sobre ella. A la cosificación de la mujer. A la erotización de las mujeres. Hacen la apología de la violencia directa hacia las mujeres, a las cuales describen como meros cuerpos sin valor, intercambiables y absolutamente disponibles al servicio del deseo sexual ilimitado de sus autores.
¿Cuál es la influencia de su consumo en la cotidianidad y en la conducta de los y las jóvenes?
La violencia contra las mujeres continúa siendo un problema grave y de primer orden en las sociedades contemporáneas.
¿No será esta música la gasolina que se le echa a este fuego de violencias?