Trescientos cubanos los esperaban afuera de la embajada. El gobierno de John Kennedy declaraba rotas las relaciones con Cuba, un país hasta antes de la revolución considerado un satélite estadounidense. Los cubanos miraban, bajo el sol calcinante de la Habana, la bandera norteamericana agitándose en el viento. De las puertas de cristal del edificio salieron Larry Morris, Mike East y Jim Tracy, los tres marines encargados de bajar, doblar y guarda la bandera de las barras y las estrellas que por última vez flamearía en Cuba. Los curiosos que estaban a esa hora en la acera se dispersaron. La habitual brisa que hacía en el sector del Malecón, lugar en donde está la embajada, se había detenido. Era el 5 de enero de 1961.
Cincuenta y cuatro años después los tres marines “Más feos, gordos y tontos que pudieron encontrar para hacer esta misión” tal y como bromea uno de ellos, Jim Tracy, han regresado a La Habana para ondear de nuevo la bandera norteamericana. Ellos forman parte de la comitiva que acompaña al secretario de Estado de Estados Unidos John Kerry.
Los ex marines, desde que supieron en enero que las relaciones entre Estados Unidos y Cuba se restablecerían, bromeaban con el hecho de regresar a la isla a volver a levantar la bandera. Larry Morris llegó a La Habana en septiembre de 1960, justo cuando en los extensos discursos de Castro aparecía con asiduidad las palabras comunismo y antiimperialismo. A Morris no le importó que el ambiente empezara a volverse demasiado hostil para un soldado norteamericano. La isla lo encandiló con su encanto hasta el punto que, en un video que se ha difundido ampliamente, el marine de 76 años dice que le ha gustado más que cualquier otro lugar en el que ha estado. De los 44 años que lleva casado con su esposa, Larry Morris no recuerda una noche en la que no se haya acostado hablando de Cuba.
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Ni siquiera en los momentos más caldeados de la guerra fría, cuando todo lo que tuviera que ver con comunismo era estigmatizado por el gobierno norteamericano, ninguno de los tres soldados albergaron algún tipo de resquemor con el régimen castrista. Medio siglo después recuerdan con exactitud las correrías nocturnas que hacían por la Habana, el mar golpeando con furia las murallas del malecón y el dulce mareo del ron. Larry Morris, Mike East y Jim Tracy en ningún momento sintieron la presión de formar parte del cuerpo de seguridad de la embajada, al contrario su periplo habanero fue uno de los momentos más felices de sus vidas.
Hoy han regresado y han vuelto a deslumbrarse con el color intenso de la isla. Ellos, que con el gesto de guardar la bandera simbolizaron el principio del bloqueo económico, hoy al volverla a izar confirman que las heridas entre ambos países ya están cerradas.
