¿El regreso de las Farc a la guerra?

¿El regreso de las Farc a la guerra?

Antes de cualquier especulación sobre qué pasará hay que mirar qué es esta nueva organización, a qué responde y qué podemos esperar de ella en el futuro

Por: Gearóid Ó Loingsigh
septiembre 05, 2019
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.
¿El regreso de las Farc a la guerra?

El 29 de agosto se difundió un video en el que Iván Márquez y otros comandantes de las Farc anunciaron que tomaron las armas de nuevo. La reacción no se hizo esperar, desde Uribe declarando por enésima vez el fin del proceso de paz hasta las ONG y los socialdemócratas lamentando lo que veían como una traición en algunos casos y otros como el triste pero no inesperado resultado de las políticas de Duque.

Dejemos de un lado la hipérbole de los comentaristas profesionales de la paz y miremos qué es esta nueva organización, a qué responde y qué podemos esperar de ella en el futuro. Es decir, ¿nació una nueva guerrilla revolucionaria que pretende tomar el poder?, ¿estamos ante algo bien distinto?

En el primer punto del manifiesto publicado en su página web ellos afirman que su decisión de retomar las armas es... en respuesta a la traición del Estado al acuerdo de paz de La Habana. Es la marcha de la Colombia humilde, ignorada y despreciada hacia la justicia que destellan las colinas del futuro. Será la de la paz cierta, no traicionada, desplegando sus alas de anhelos populares sobre la perfidia del establecimiento [1].

Esto quiere decir que es una guerrilla que discrepa con el partido La Farc (esto de los nombres va causar mucha confusión en el futuro) y las ONG sobre cómo obligar al Estado colombiano a cumplir con el acuerdo de La Habana, por la presión electoral, discurso de ONG o por las armas. Pero todos están de acuerdo que la meta es cumplir con el acuerdo. No existe en lo que hemos visto hasta el momento la más mínima autocrítica sobre dicho acuerdo o el proceso como tal, sino hablan más bien de la perfidia del Estado.

Tienen algo de razón pero no tanto como los que forman parte de la burocracia de la paz (exrevolucionarios, ONG, socialdemócratas, profesionales de los derechos humanos etc.) quieren hacernos creer. Sí, el Estado ha incumplido en varios puntos. Pero el acuerdo no es la gran cosa. No podemos criticar al acuerdo de La Habana por ser reformista, pues no lo es. Un acuerdo reformista contendría reformas y no las hay. Para mirar un solo punto donde hablan de incumplimiento: el primer punto sobre la agricultura.

El acuerdo es muy explícito en que el agronegocio, la producción a escala, el monocultivo de productos tropicales para los mercados externos existirán al lado de la producción campesina, pero los campesinos se asociarán con las multinacionales. Esto ha sido política estatal desde hace mucho rato. El gobierno prometió crear un fondo de tierras nutrido con donaciones, compras y la extinción de dominio de tierras de los narcotraficantes. Esto también ha sido una parte de la política estatal desde la fundación del Instituto Colombiano de Reforma Agraria (Incora) en los 60 y a partir de los 90 se agrega lo de la extinción de dominio. En eso no hay nada nuevo y llevan casi el mismo tiempo que las Farc llevaron en armas incumpliendo en el reparto de tierras. También prometieron titular siete millones de hectáreas que los campesinos ya tienen en sus manos pero sobre las cuales no poseen títulos legales. Esto ha sido política estatal también e inclusive forma parte de las políticas del Banco Mundial desde los 90. Pero ninguno de estos dos elementos son reformas, son más bien, actos administrativos.

El único cambio sustancial que existe en el acuerdo de La Habana es el punto cinco sobre justicia. Se creó la Jurisdicción Especial para la Paz para juzgar a los crímenes cometidos en el conflicto. En el Manifiesto se quejan de los cambios hechos a esta parte del acuerdo no solo por los políticos sino también por la Corte Constitucional. Sí, es cierto que en el tema de justicia lo que se implementa ahora no es exactamente lo mismo que negociaron, ni siquiera es lo que se sometió a votación en el plebiscito. Pero los cambios posteriores no son el problema, el problema es uno de fondo, es filosófico, ideológico y político.

Mucho antes del plebiscito y los cambios que hicieron en las cortes y el Congreso, las Farc y el Estado publicaron un borrador de un acuerdo de justicia. Varias organizaciones analizaron a dicho borrador en su momento. El borrador tenía muchos vicios que llegaron a estar en el documento final. Entre los problemas principales se encuentran.

No existe el reconocimiento de la rebelión en el acuerdo y mucho menos el derecho a la rebelión en el documento. Se equipara a las Farc y todos sus actos, tanto los justificables como los condenables a los crímenes cometidos por individuos en las fuerzas oficiales del Estado, es decir, en el borrador, las Farc son una organización criminal, más no rebelde, todo acto de ellos es comparable con las masacres cometidas por el Estado, con los falsos positivos o la desaparición de los trabajadores del Palacio de Justicia. Se equiparan, salvo que existe una responsabilidad colectiva de parte de las Farc y una responsabilidad exclusivamente individual en las acciones de grupos estatales.

Allí comienzan todos los problemas que las Farc tendrían después, reconocieron y aceptaron ser tratados como criminales y aceptaron individualizar la responsabilidad del enemigo. No es un asunto simplemente de condenas y responsabilidad penal, sino va al fondo del asunto de que es el conflicto colombiano. En el acuerdo es un conflicto entre un Estado cuyos funcionarios a veces se exceden o infringen la ley y unos criminales de las Farc. En ese marco no existe una estrategia de terrorismo de estado, ni mucho menos una responsabilidad del Estado por el conflicto en sí.

El acuerdo también daba un trato preferencial a los empresarios, es decir la impunidad de las multinacionales no es un acto de perfidia, ni una maniobra de Uribe u otros, sino es algo acordado con las Farc. Santos fue muy claro en su discurso ante la Asociación Colombiana de Petróleos que no iban a procesar a los "civiles" es decir a los empresarios que financiaron a los paramilitares.

En La Habana las Farc solo tenían que defender conceptos como la rebelión, el terrorismo de estado como una realidad y negociar cambios estructurales en el sistema jurídico. Lo pasaron por alto y en vez de negociar una nueva ley de extradición que prohíbe la extradición por crímenes cometidos en Colombia, optaron como los creídos y egocéntricos que son, por unas prebendas jurídicas para ellos mismos, no más. Poco les importó cómo funcionaría el sistema judicial para el resto del pueblo luego del acuerdo.

Hoy pagan las consecuencias de sus decisiones, son tratados como los criminales que reconocieron ser y como toda prebenda, pues se puede alterar. Las ONG y políticos del Polo Democrático que los asesoraron no viven las consecuencias de sus consejos a las Farc. Se rodearon de cínicos y aquí estamos y ante el rearme esos mismos cínicos condenan a aquellos que asesoraron durante el proceso de paz. Cómo dice el refrán popular si se acuesta con niños, amanece orinado y los farianos están bien orinados.

El manifiesto refiere a una larga lista de traiciones históricas de la oligarquía colombiana, comenzando en 1782, llegando hasta el acuerdo firmado con el M-19 e incluyen al asesinato del comandante de las Farc, Alfonso Cano, en la lista. ¿Pero en qué momento se dieron cuenta de esas traiciones históricas? Parece que fue este año, pues no existe nada en el proceso de paz con ellos que indican que esperaban que Santos y luego Duque les iban a incumplir lo pactado, pues los incumplimientos también son del mismo presidente con quien firmaron la paz. Santos persiguió a las organizaciones sociales como nunca, y nunca dejaron de asesinar a dirigentes sociales durante su mandato. No existe una sola referencia a algún mecanismo para garantizar que el pacto se cumpla y se implemente con cabalidad.

Así las Farc tienen poco derecho a quejarse, estamos donde estamos gracias a ellos y sus amigos de las ONG y el Polo etc. Pero el surgimiento de una nueva guerrilla o un reencauche de una vieja debe aportar más que una queja sobre un acuerdo que ellos mismo negociaron y aceptaron. El manifiesto es decepcionante en la materia.

La palabra socialismo no aparece ni una sola vez en el documento, en su lugar aparece la frase justicia social, frase que es de la política anticomunista de la Iglesia católica del siglo XIX, y a veces algunos dirigentes usan porque les da miedo que les maten si siquiera mencionan la palabra socialismo. Pero un grupo de guerrilleros armados en el monte no tienen ese problema. Su adaptación al lenguaje de las ONG y la socialdemocracia era de esperarse, dado el contenido del acuerdo que Márquez negoció en La Habana.

El manifiesto describe un mundo que no existe y hace una valoración de las fuerzas armadas del Estado que es surreal y anti-marxista. Valga recordar que ellos a lo largo del conflicto decían que eran los únicos con derecho de enarbolar la bandera del socialismo y mataron a varios dirigentes de la izquierda no armada que no cumplían con sus expectativas y además entablaron guerras con el EPL, cuando el EPL era aún un grupo revolucionario, y también con el ELN. Pero ahora afirman que los soldados son el pueblo uniformado. Existe un largo debate en la izquierda sobre lo que son los miembros de las fuerzas del Estado, si son obreros en uniforme o no, o en este caso obreros y campesinos en uniforme. Un artículo de las Dos Orillas señala que 80% de las tropas son de la clase popular,[2] y aunque no trata el tema de los policías pues se sabe también que muchos son de clase popular. Venir de una origen humilde, de una familia obrera o campesina no le convierte a uno en "hermanos de clase" como afirman las nuevas Farc. Los rompehuelgas en las fábricas son de la misma clase social que los que en están en huelga, los paramilitares que despojan las tierras de los campesinos son, en muchos casos, de familias campesinas, y los sicarios del narcotráfico también vienen de los barrios populares de las ciudades. Pero no son hermanos de clase, como pretenden las nuevas Farc. Son traidores de clase. Eso es marxismo básico, y es una postura que hasta algunos socialdemócratas pueden compartir, pero no estos nuevos guerrilleros de las Farc.

Históricamente ha habido casos de los soldados que cambian de bando. El caso más famoso, quizás, es el de la revolución rusa, cuando en medio de una guerra donde morían millones, los soldados reclutados forzosamente, cambiaron de bando, en parte por las circunstancias materiales y en parte por el trabajo político que hicieron los bolcheviques entre ellos. No es por nada que se formaron soviets de obreros, soldados y campesinos. La consigna era de apuntar sus fusiles contra sus oficiales y derrocar al gobierno. Las Farc no están proponiendo eso, no piden a los soldados sublevarse. Si no les gusta citar a Marx ni a Lenin, y es obvio que no les gusta y quizás nunca hayan leído a ninguno de los dos, pues pueden citar a Bolívar, quien dijo "Maldito sea el soldado que vuelve sus armas contra su pueblo" y luego en otro momento lo remató con la frase "Todos los pueblos del mundo que han lidiado por la libertad han exterminado al fin a sus tiranos”. Pero las Farc no proponen nada de eso, pues su documento habla de soldados respetuosos con el pueblo, aunque Santrich en una declaración posterior habló de que no querían seguir matándose entre hermanos de clase y que hacían un llamado a "los integrantes de la Fuerzas Públicas que tengan dolor de pueblo, a que caminemos juntos por sus reivindicaciones y su felicidad."[3] Algo más suave que pedir que le apunten a sus oficiales y la oligarquía. Claro no estamos en una situación donde se puede pedir algo así, precisamente porque tampoco estamos en un momento histórico cuando las circunstancias producen soldados dispuestos a tomar el lado de los obreros y campesinos, ni tampoco como dicen las Farc cuando hay militares respetuosos con el pueblo.

Sin embargo, el imaginario fariano describe un mundo militar que solo puede ser producto de una mente febril.

Durante el tramo final del proceso de paz desarrollado en La Habana, y en el breve espacio de un año de posacuerdo, pudimos constatar que hay militares y policías que anhelan la paz para Colombia, tanto como la gente del común. Ellos —que son pueblo uniformado— fueron tocados por los beneficios del acuerdo y quisieran ahora dedicarle más tiempo a sus familias, a estudiar una carrera, a prepararse mejor para la defensa de la soberanía y consagrar sus armas al servicio del pueblo. Sabemos que quisieran tener el poder suficiente para arrancarles las charreteras a los altos mandos corruptos de la institución… No quieren seguir siendo utilizados por políticos dementes como gatillo de los falsos positivos, del asesinato de líderes sociales y de excombatientes. No quieren seguir siendo cómplices del paramilitarismo, del desplazamiento forzoso, del inhumano despojo de tierras y de las políticas económicas que victimizaron a millones de colombianos. Les indigna que solo ellos tengan que sentarse ahora en el banquillo de los acusados mientras la cúpula política que emitió las órdenes, contempla indiferente el espectáculo tras el burladero de la impunidad. Luego del acuerdo de paz de La Habana, la gran mayoría se distancia de la absurda idea de ser cipayos de Washington en una guerra injusta contra Venezuela.

Su visión de las fuerzas militares del Estado no solo está muy equivocada, cuando no delirante, sino es hasta peligrosa y no tiene fundamento material alguno en la realidad. Las Farc de Iván Márquez no son una organización revolucionaria, parecen más a una ONG dirigida por un esquizofrénico. Al mismo tiempo que dicen que no van a atacar a los soldados sino a la oligarquía y anuncian el fin del secuestro como medio de financiación, algo positivo, afirman que ellos van a priorizar "el diálogo con empresarios, ganaderos, comerciantes y la gente pudiente del país, para buscar por esa vía su contribución al progreso de las comunidades rurales y urbanas."Entonces señores de las Farc, ¿qué van a hacer, van a atacar a la oligarquía o dialogar? O ¿es que no saben que es una oligarquía y quienes la conforman? Pues, no todos, pero incluye a empresarios y la gente pudiente. Tienen una confusión sobre que es un ejército burgués, que son los soldados y ahora ni saben que es una oligarquía. Les falta un poquito más de Marx y un buen diccionario, les sobran esos fusiles. Si ni saben contra quienes pelean, ¿para qué armarse?.

No entienden tampoco que es un Estado. Para ellos el Estado es algo noble, loable, no representa intereses de clase. Dicen sin sonrojarse:

El Estado ha sido secuestrado por los forajidos y la mafia de la corrupción y la impunidad. Rescatarlo y liberarlo, está en manos de la movilización de las conciencias, de la nación en masa, del pueblo unido. Esa es la fuerza que puede.

Habrá que preguntarles cuando fue secuestrado, por quienes y cómo. Es cierto que el Estado colombiano tiene altos niveles de corrupción, las Farc que ha robado del erario público con la complicidad de mandatarios locales, temerosos de las consecuencias de su negativa, sabe bien cuán corrupto es el Estado, pero un Estado no es neutral. La definición marxista clásica de un estado es que:

EI Estado es el producto y la manifestación del carácter irreconciliable de las contradicciones de clase. El Estado surge en el sitio, en el momento y en el grado en que las contradicciones de clase no pueden, objetivamente, conciliarse. Y viceversa: la existencia del Estado demuestra que las contradicciones de clase son irreconciliables.[4]

Marx había afirmado mucho tiempo atrás sobre la naturaleza del Estado y lo que hay que hacer con ello que "la clase obrera no puede limitarse simplemente a tomar posesión de la máquina del Estado tal como está, y a servirse de ella para sus propios fines."[5] Sin embargo, la nueva guerrilla reduce el problema con el Estado a uno de corrupción y pide poner en el Palacio Nariño otra clase de gobierno.

Apliquemos la fuerza de la unión y de la razón para llevar al Palacio de Nariño, un gobierno amoroso con sus ciudadanos, respetuoso de sus vecinos, enemigo de la guerra, soberano y solidario con los pueblos; con unas nuevas instituciones integradas con gente virtuosa, honrada, de méritos y sentimientos humanos.

Además de todo, el problema con el Estado, es una cuestión de las virtudes de las personas que ocupan los cargos. Sin dudas, un estado debe tener funcionarios honestos para funcionar bien, pero un Estado no es la suma de las calidades individuales de sus funcionarios sino es una representación de poder, de poder de una clase sobre otra. El retroceso ideológico es tan absoluto, que uno no sabe ni donde comenzar a la hora de hacer críticas. Criticar a las nuevas Farc desde una óptica marxista resulta casi imposible, pues no hay nada en común con ellos, es como criticar a cualquier pensador liberal o derechista.

Rupturas y continuidades

Las Farc anunciaron una ruptura con el secuestro e hicieron una llamada de unidad con el ELN. Dijeron que buscarán coordinar esfuerzos con el ELN. Puede ser cierto, aunque siguen usando el nombre completo de Farc-Ep, Ejército del Pueblo. Cuando agregaron EP a su nombre en 1982 era porque según ellos había un solo pueblo y ese pueblo tenía un ejército y ese ejército eran ellos. Con base en esa idea pudieron justificar todos los ataques perpetrados contra otros grupos guerrilleros a lo largo de los años. Pero no solo atacaron a grupos guerrilleros sino a organizaciones campesinas e indígenas que no aceptaban su hegemonía o no acataban sus ordenes. Uno de los casos más infames es el de los tres indigenistas de los EE.UU. que trabajaban con el pueblo indígena U'wa contra la multinacional petrolera OXY. Las Farc los asesinaron para proteger los intereses de la multinacional norteamericana. Un dato curioso del caso es que cuando el gobierno norteamericano habla de extraditar a personas que han afectado a personas naturales o jurídicas de los EE.UU. este caso nunca es una prioridad.

Así el Coordinador Nacional Agrario (CNA) una organización campesina emitió un comunicado sobre la nueva guerrilla.

El Estado colombiano como operador de los intereses del imperialismo impulsa a brazo torcido la vuelta de las fumigaciones con glifosato en territorios indígenas, negros y de comunidades campesinas. Todos estos hechos, que son recurrentes, ha sido la marca de la oligarquía en el país, y llevaron a que parte de la insurgencia de las Farc retornara los caminos de la lucha armada. Esperamos que en esta etapa de las Farc demuestren una política de deslinde total del paramilitarismo, los intereses de las multinacionales y el narcotráfico, y un total respeto con las decisiones de las comunidades indígenas, negras y campesinas. (la negrilla no es del original).[6]

Su preocupación no es menor, aunque las Farc hablan de unidad en su manifiesto la experiencia del pasado nos hace pensar a todos que las organizaciones sociales golpeadas por el terrorismo de estado con un saldo de centenares de dirigentes asesinados desde la firma del acuerdo de La Habana ahora tendrán que lidiar con las presiones de las Farc en su intento de reestablecer su hegemonía en varias zonas del país. Por el momento no hay nada que indique que no fuera así.

¿Por qué ahora?

La cuestión que surge es que porque esa nueva guerrilla surge ahora. Ellos dicen que es por el incumplimiento del acuerdo de La Habana. Sí y no.

El propio proceso y acuerdo como ya se dijo fue algo nefasto. Las Farc tuvieron muchas oportunidades para levantarse de la mesa y no lo hicieron. Cuando Humberto de La Calle, el jefe negociador del Estado dijo en Oslo en respuesta a Iván Márquez que no iban a negociar ni tocar el modelo económico era el momento de levantarse. Cuando negaron liberar a Simón Trinidad de una cárcel norteamericana y aceptarlo como parte del equipo de las Farc, era el momento de levantarse. Cada vez que las propuestas tímidas de las Farc fueron rechazadas y puestas en el congelador era el momento de levantarse de la mesa. Cuando el gobierno de Santos (sí Santos, no Duque) lanzó una arremetida judicial contra organizaciones sociales era momento de levantarse, cuando bajo el gobierno de Santos (de nuevo, sí, Santos y no Duque) seguía con los asesinatos de dirigentes sociales era momento de levantarse de la mesa. Cuando asesinaron al primer exguerrillero, durante el gobierno de Santos (sí, Santos no Duque) era el momento de romper con el acuerdo de La Habana. Pero todos los que aparecieron en el video emitido por las nuevas Farc siguieron y apoyaron el acuerdo y el proceso. Durante todo el proceso seguían fieles al proceso y decían que en medio de todos los incumplimientos y los asesinatos su firmeza era una clara señal de su compromiso con la paz, y no una muestra triste de su pobreza ideológica y política.

Entonces ¿qué ha cambiado? Pues ahora incumplen en un punto clave en términos personales para los comandantes: la extradición. Las Farc, en vez de negociar una reforma de la legislación en el tema de extradición, simplemente negociaron una prebenda más para ellos. Que ellos no pueden ser extraditados por actos cometidos antes de la firma del acuerdo. ¡Jamás les entró a sus calaveras huecas que los norteamericanos o el Estado colombiano pudieran hacerles un montaje judicial, por un delito posterior, en el país donde los montajes son pan de cada día! Así ahora varios de ellos enfrentan posibles procesos de extradición. Entonces se armaron y se fueron al monte, para evitar la extradición llorando por el incumplimiento de un acuerdo que ellos mismos negociaron y que apoyaron en medio de todos los demás incumplimientos.

No es nada ético montar una guerrilla con fines personales. Se supone que una guerrilla es una organización altruista donde no se busca beneficios personales, pero estos personajes solo piden que se incumpla el acuerdo menos, sobre todo en lo que concierne el tema de extradición.

Marquetalia II

Anunciaron que la fundación de las Farc (Bis) era una nueva Marquetalia. Pero el bombardeo de Marquetalia es un hecho histórico cargado de importancia en su momento. Allí campesinos pidiendo que el Estado se hiciera presente con escuelas etc, son atacados por ese mismo Estado y comienza una lucha larga, donde las Farc hacen una serie de exigencias políticas. Su programa entonces no era un programa revolucionario socialista, pero estaba a la altura de las necesidades básicas de los campesinos. La declaración de agosto 2019, es un documento confuso, pobre en todos los sentidos y sin norte político.

Ellos piden negociar otro acuerdo de paz, con todos sus defectos, confiados esta vez que el mismo Estado les va a cumplir, cuando su propio documento deja claro que a lo largo de la historia el Estado colombiano nunca ha cumplido con nadie. De hecho, el Estado moderno ha firmado centenares de acuerdos con organizaciones campesinas, indígenas y negras que termina incumpliendo. Pero ahora las Farc quieren derramar sangre para repetir la historia con más ingenuidad que nunca. Su organización, su manifiesto, sus posturas confusas y su pobre ideología no valen ni la sangre que se le puede caer a uno afeitándose por las mañanas. No tienen una propuesta reformista, ni hablar de una propuesta revolucionaria.

[1] Manifiesto de las Farc-Ep (página desactivada a la hora de publicar este artículo)

[2] Las2orillas (28/05/2015) ¿De qué estrato social son los soldados de Colombia?

[3] Sputnik News (01/09/2019) Exclusiva: el líder de las Farc Jesús Santrich ofrece una nueva declaración y acusa a Duque de traición 

[4] Lenin, V.I. (1917) El Estado y La Revolución p.4.

[5] Marx, K. (1871) La Guerra Civil en Francia.

[6] CNA (30/08/2019) Pronunciamiento por el rearme de las Farc.

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