Empacó su vida, la de su esposo y la de sus tres hijos en unas pocas maletas y partió. Imelda Daza tenía 41 años, llevaba veinte trabajando de la mano de su amigo y vecino Ricardo Palmera. Cuando la persecución contra los miembros de la UP se intensificó y acabó con casi todos sus compañeros de lucha política, ella aterrizó en ese país donde el paisaje, el clima y la gente no se le parecían a su natal Valledupar, ni a Villanueva en La Guajira donde pasó su infancia. Su amigo Ricardo tomó otro rumbo: el de la selva para alzarse en armas con la guerrilla de las Farc. Desde entonces pasó a llamarse Simón Trinidad.
Ahora con 67 años, Imelda Daza quiere darse la oportunidad de retomar el camino que abandonó en 1987. Mientras tanto, el nombre de Simón Trinidad, extraditado a Estados Unidos en 2004, va y viene en las negociaciones de La Habana donde las Farc han pedido con insistencia que se discuta una eventual repatriación.
Dos décadas después de aquellos agitados días en los que nació la UP, Imelda Daza regresó para reivindicar los planes y proyectos de Causa Común, que se quedaron pendientes cuando uno a uno fueron cayendo sus amigos, trece en total. Nueva familias tuvieron que pedir asilo en el extranjero para no dejarse matar. A pesar de la oposición de sus hijos y de enfrentarse a un Cesar que ya no es el que dejó, en enero de este año, cuando vino a Colombia a un evento en honor a las víctimas del genocidio de la UP, se dejó convencer por sus amigos y los hijos de sus compañeros asesinados y aceptó ser candidata gobernación del Cesar que disputará con Arturo Calderón Rivadeneira del partido liberal y Francisco Ovalle Angarita del partido de la U.
La historia en la vida pública de esta mujer se remonta a sus años como docente universitaria. No empezó su vida política en la Universidad Nacional de donde se graduó de economía, sino en otra institución educativa y se propuso con otros profesores y estudiantes (casi todos asesinados posteriormente) crear la Universidad Popular del Cesar. Intentaron llegar sin éxito al concejo pero siguieron en la lucha por reivindicaciones de justicia social por las que perdió su primer empleo en el Incora, acusada de estar agitando las masas con temas relacionados con la distribución de la tierra.
Los discursos de Luis Carlos Galán llegaron a oídos suyos y de sus amigos, entonces motivados por la efervescencia del liberalismo se volvieron partícipes de la ola roja. Esa vez, Imelda Daza sí consiguió un cupo en el concejo de Valledupar. Pero pronto, el Nuevo Liberalismo se quedó corto frente a sus ideales y lo dejaron atrás en 1983. Los planes, en principio etéreos se fueron materializando y un día el médico José David López Teherán, Ricardo Palmera e Imelda Daza fundaron el movimiento cívico popular Causa Común. Los disidentes del partido de Galán se entusiasmaron con la propuesta del Diálogo Nacional que propuso Belisario Betancur en el 84. Causa Común, el Partido Comunista, la Coordinadora Obrera Campesina Popular y gente del Moir se juntaron para participar. Pero a las reuniones que tenían el sabor alegre de los vallenatos comenzaron a llegar personas extrañas que luego serían identificadas como del DAS y el F2.
El lanzamiento oficial de la UP el 16 de junio del 85 impactó a Valledupar y cambió la dinámica de Causa Común. La tensión fue grande, sus reuniones tuvieron que volverse clandestinas y llegaron los primeros asesinatos. Para Imelda Daza ese fue el comienzo de la persecución que no paró y que acabó con la vida de casi todos sus amigos.
Daza resultó elegida concejal por la UP, pero no tuvo tiempo para ejercer: las amenazas de muerte empezaron a llegar, el ambiente vallenato antes tan armonioso y tranquilo se enrareció. Mataron a Antonio Quiroz, Jairo Urbina Lacouture, José Francisco Ramírez y Marco Sánchez. El miedo los hizo huir. Ella y Rodolfo se mudaron a Bogotá, pero hubo otros como su amigo Ricardo Palmera que decidieron ir a la guerra. Palmera se vinculó a la insurgencia y en honor a Simón Bolívar adoptó el alias de Simón Trinidad.
Una corona de flores en su antejardín y varias llamadas fueron la gota que rebasó la copa. Hasta entonces había tenido más rabia que miedo, pero un día el miedo superó la rabia e Imelda dejó su vida tirada. Había llegado a Bogotá con su esposo y sus hijos. Su amigo Rodolfo Quintero había hecho exactamente lo mismo. Un día a las 11 de la noche sonó el teléfono y le dijeron: “Imelda Daza, sus minutos están contados”. A esa hora se despidió de sus hijos, uno de ellos de pocos meses de nacido. Salió rumbo a Perú donde no tenía nada, no conocía a nadie y era un país cuya situación no era muy diferente de la que vivía él país en ese momento. Un año más tarde volvió a Colombia, recogió a sus hijos y a su esposo, y partió rumbo a Suecia.
Las llamadas desde Jönköping (Suecia) a Valledupar (Colombia), fueron su estrategia para enterarse de lo que iba pasando en el país, casi siempre malas noticias. Así supo de los asesinatos sucesivos de Miguel Arroyo, René Costa Gutiérrez, el hermano de este, Benjamín Costa Gutiérrez quien se empecinó en averiguar quiénes y porqué habían matado a René. También cayeron David López Teherán, uno de los primeros compañeros de Daza en el movimiento cívico de la Universidad Popular del Cesar y Julio Díaz. Aníbal Sánchez y Luis José Mendoza fueron asesinados años más tarde.
Imelda regresó en 1996, cuando llevaba siete años en el exilio. Para entonces el país, en lugar de mejorar, se estaba desangrando por la guerra paramilitar. Así que volvió de nuevo a Suecia. Allá perdió la esperanza de regresar a Colombia, empezando porque sus hijos crecieron en ese país tan distinto, con una oscuridad, tranquilidad y pasividad opuesta a la iluminada y calurosa Valledupar. A finales de 2014 se negó a lanzar su candidatura, su familia no estaba dispuesta a regresar. No obstante, la insistencia de los amigos y los hijos de sus amigos muertos lograron persuadirla y ahora la única sobreviviente de siete concejales y un diputado de la UP que ganaron las elecciones de 1986 con 6.900 votos busca nuevamente trabajar por su departamento, el Cesar.