La táctica era casi siempre la misma: identificar, poco antes de que empezara la charla empresarial que daba cada seis meses con su fundación Yo creo en Colombia, al joven emprendedor que escogería para ser su pupilo. Por lo general eran jóvenes entre 18 y 24 años, altos, rubios, guapos. La invitación al nuevo pupilo incluía pasar una noche en La Minga, la casa de barro pegada a una montaña en la que vive desde hace cinco años cuando se cansó de la vida citadina en un apartamento gigante en el norte de Bogotá.
El mantra del curso era entrenar a jóvenes para que recuperaran la fe en el país y, como evangelista, llevara el mensaje de que Colombia era el mejor lugar para vivir y lo esparciera por el mundo. A su terapia asistieron desde reinas de belleza hasta exguerrilleros pasando por presidente de multinacionales. Pero sobre todo asistieron jóvenes.
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Cada caso que se ha contado sobre el comportamiento de Medina con sus pupilos tiene el mismo modus operandi: En Bogotá su chófer de confianza recoge al escogido y con él recorre los 45 km que separan a Choachí de Bogotá. En el trayecto Medina repite casi siempre las mismas palabras: habla del efecto que le causó el haber visto cerca al terreno donde está la Minga La Chorrera, que, con 590 metros de altura, es la catarata más alta de Colombia. Entonces fue como una revelación, como quitarse de encima la chapa de ser el hombre que trajo a Colombia, en 1995, Mc Donald's, y vuelve casi siempre a hablar de un pasado que él supuestamente quiere enterrar pero del que no puede reprimir sentir orgullo: en solo un año Bogotá ya tenía 10 sedes más de la multinacional de comidas, un crecimiento jamás visto en el mundo. Sin embargo eso es poca cosa comparado a la tranquilidad del espíritu que él siente ahora que está rodeado de naturaleza.
En la casa deslumbra a su pupilo de turno contándole como no necesita ni siquiera de nevera, que suele estar desconectada, necesita porque ahora todo lo toman de la tierra. La casa por lo general está desabitada y ella no solo hacen cursos multitudinarios o personalizados sino que es visitada por sus tres hijos, Felipe, Daniela y Camila y por su pequeño nieto de dos años que tiene la habilidad de tomar las cosas más sanas del campo para comérselas. Luego lo sienta en una sala y empieza el ritual acompañado de la seducción verbal para quebrantar el miedo. La desnudez es el sobrenombre de la confianza. Lo que ocurre entonces y los límites los coloca cada muchacho. Finalmente es su intimidad. Un recorrido tramposo que decidieron esta semana romper y revelar. La casa tiene una buhardilla que Medina le ofrece al huésped porque el ritual del agua llega al día siguiente. La desnudez y el roce son prerrequisitos de la segunda prueba. Canales del cuerpo para despertar confianza forma parte de su teoría.
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Son cerca de veinte los testimonios que comprobarían que la Casita en Choachí, rustica y de tapia tapizada, era más que un refugio en donde Pedro Medina se protegía del mundanal y capitalista ruido. Yo Creo en Colombia, el centro de pensamiento fundado en 1999 y que ha dado más de 8.000 conferencias ante 847.000 personas en 166 ciudades y 33 países, está a punto de desaparecer por culpa de la imprudencia de su creador, Pedro Medina.
