Sobre aquel manto verde que arropa las enormes montañas de la cordillera oriental que limitan entre los municipios de La Playa de Belén, Hacarí y una pequeña parte de Ábrego, se encuentra un pequeño corregimiento, hasta hoy conocido por pocos, que por años se ha consolidado como el fortín de Víctor Ramón Navarro Serrano, alias ‘Megateo’, uno de los narcotraficantes más buscados por Colombia y Estados Unidos.
El camino a este lugar de escasos 400 habitantes –ubicado a unas tres horas de distancia en carro desde La Playa– evidencia la ausencia del estado: sobresale la pobreza y pareciera que por allí nunca se ha visto el pavimento. En el recorrido se observa mucha vegetación virgen y cultivos de maíz, tomate, plátano, cebolla y frijol, así como extensas siembras de coca.
Pequeños caseríos como Astilleros, Capellanía y La Mesa, entre otros, anteceden la llegada a lo que todos los habitantes de la zona identifican como el hogar de 'Megateo'. Al acercarse a la Ye que divide el camino hacia la vereda El Guayabón y el corregimiento La Vega de San Antonio, sitios donde nada se mueve sin la aprobación de ‘Megateo’, el ambiente se pone tenso. Pareciera que el miedo estuviera impregnado en el aire y la incertidumbre se ocultara entre la vegetación y los cultivos.
Ni la imagen de la Virgen del Carmen que fue puesta sobre una de las rocas en ese lugar, logra espantar esa zozobra que se siente al pisar el ‘santuario’ de ‘El Mono’, como lo llaman en la zona.
Se trata de una pequeña población con un parque, una iglesia blanca con una torre de punta dorada que sobresale a distancia y con solo 90 casas. Históricamente este poblado fue conocido como El Cincho y tuvo resonancia nacional en los años setenta, por sus abultados resultados electorales, según cuenta la página web de La Playa de Belén.
Una vez en el pueblo, la amarillenta tierra y las piedras de todo el recorrido empiezan a desaparecer para dar paso al concreto. Desde ahí, en la mitad de esa calle, se puede ver una enorme casa de techo verde, ventanales de vidrios negros, garaje con portón eléctrico y vigilada por todas partes con cámaras de seguridad, que a todas luces se diferencia de las demás viviendas. Allí durmió y vivió ‘Megateo’ hasta el sábado 15 de agosto, porque al otro día se inició el operativo de las Fuerzas Armadas contra él, teniendo que dejar todo tirado y huir herido. Hoy nadie sabe dónde se esconde.
Esa residencia, según contó un vecino de Navarro a La Opinión, la construyó hace más de una década un arquitecto cucuteño, “que lo trajo el señor. Ahí es donde ‘El Mono’ pasó muchas noches y organizó un sinnúmero de fiestas. No era raro ver llegar camionetas lujosas, de donde se bajaron mujeres despampanantes”.
Las paredes del pueblo –agregó el mismo vecino– retumbaban cada vez que ‘Megateo’ prendía su equipo de sonido. Nadie se podía quejar del ruido que se hacía adentro y afuera, pues era precisamente el capo quien imponía la ley y el orden en ese lugar. Y así sigue siendo.
Muy pocos habitantes de ese sitio lograron entrar al ‘bunker’ del narcotraficante y cabecilla del último reducto que queda del Epl. Quienes lo hicieron, sostienen que la casa está amoblada con elementos de lujo que no se consiguen en en esa localidad y que fueron llevados desde Cúcuta y otras ciudades.
A esa suntuosidad se le suman dos equipadas camionetas blindadas que están al frente y un costado de la vivienda. Todo pertenece, según las autoridades, a Víctor Ramón Navarro Serrano.
La camioneta negra de platón, marca Honda, de placas FGL-656, que al parecer fue robada en Antioquia, y la blanca, una Toyota Land Cruiser Prado, sin placas, tienen un blindaje que soportaría disparos de fusil. Vehículos como estos son utilizados por personajes de importancia nacional.
Las características de la vivienda y de los vehículos permiten intuir que allí vive alguien con mucho dinero. Sin embargo, al preguntarle a algunos vecinos de quién es ese lugar, señalan que es de un señor que vive en Cúcuta y que viene muy poco, que a veces llegan personas extrañas a quedarse pero que desconocen quién es el propietario. Otros más arriesgados aseguran que las camionetas pertenecen a unos mecánicos.
Es una muestra más de que las personas que hoy viven en La Vega de San Antonio aprendieron a convivir con ‘Megateo’ al punto de guardarle la espalda y defenderlo, pues es él quien más los ayuda ante el abandono estatal.
Adultos, viejos y niños ven en Víctor Navarro un benefactor tipo ‘Robin Hood’, que está cuando más lo necesitan, les da alimentos y les presta o regala dinero cada vez que es necesario.
Su poder alcanza incluso para imponer sus propias reglas ante la comunidad. En la zona prohibió, por ejemplo, el consumo de ‘bolaegancho’, licor popular y destilado en diferentes partes de la provincia de Ocaña, para evitar que se emborrachen y haya riñas. Quien no cumple con lo ordenado por ‘Megateo’ es sometido a sanciones.
Además, es él quien les organiza fiestas a los niños y adultos de la zona, trayendo, según contó un campesino, hasta reconocidos grupos de vallenatos y rancheras. “Todo el que esté en la rosca bebe gratis”, dijo uno.
Esa situación que hoy se da en ese corregimiento de La Playa de Belén ha llevado a que en la mitad del único parque que hay en ese lugar haya una fuente marcada con letras doradas en la que se lee ‘Megateo’. Su nombre es aceptado y querido por muchos.
Por eso hoy no ven con buenos ojos la llegada de policías y militares a esa localidad, quienes nunca habían ingresado al territorio del narco más poderoso del Catatumbo de una manera tan contundente. Su presencia implica que el capo y su gente no volverán, lo que genera incetidumbre entre la población. “En cualquier momento los hombres de ‘El Mono’ atacarán a la fuerza pública, sin importarles que acá estamos nosotros”, sostuvo un habitante de esa población.
Y antes de que se produzca esa arremetida, los habitantes de esa población están pensando en irse hacia donde se fueron el resto de campesinos: al casco urbano de La Playa de Belén.
Pese a lo que piensen o digan los pobladores, la Policía y el Ejército ya anunciaron que permanecerán en la zona hasta que ‘el Mono’ caiga vivo o muerto. No importa si pasan días o meses, la idea es acabar con ese reinado que impuso el capo.
El Guayabón es una extensa vereda que está pegada a La Vega de San Antonio, el sitio de residencia de ‘Megateo’. Por allí era común verlo con cuatro de sus escoltas en tres motos Yamaha XT250, vestido de civil y portando armas cortas, como sucedió el pasado domingo, minutos antes de iniciarse el operativo que las Fuerzas Armadas planearon contra él, el octavo en los últimos dos años.
Una vez en la vereda, aparece la tienda donde hace una semana casi pierde la vida uno de los narcotraficantes más buscados del país, pero un golpe de suerte y la agilidad de sus escoltas frustraron la operación conjunta entre Policía y Ejército, planeada con total sigilo desde Bogotá. Al recibir el impacto de bala y percatarse de la presencia de los francotiradores, ‘Megateo’ logró escabullirse montaña abajo, entre matas, plantaciones de plátano y piedras. Supuestamente, iba herido de gravedad.
En el frente de la vieja y acabada casa de barro y bahareque, con puerta de madera, ventana de metal y techo de tejas, se pueden ver tres orificios que dejaron las balas que hombres jungla y lobos, de la Policía y el Ejército, dispararon la mañana del domingo en su contra.
“Esa es una pequeña muestra de lo que nos tocó vivir ese día”, aseguró un habitante del sector cuando se le preguntó por lo ocurrido, pero que por seguridad pidió la reserva de su identidad.
Con una pequeña sonrisa marcada en su rostro y con voz serena, la persona sostuvo que ese operativo solo sirvió para acabar con lo poco que tenían los campesinos, “porque al ‘Mono’ no le hicieron ni un solo rasguño”, señaló.
Según el labriego, hacia las 10:30 de la mañana, cuando Víctor Navarro y sus hombres intentaban subirse a las motos en las que acostumbran movilizarse, sonó el primer disparo, “de ahí en adelante comenzaron a llover balas”.
“Lo que se alcanzó a ver fue que ‘Megateo’ recibió un tiro en un brazo y de inmediato los hombres que estaban con él lo rodearon, mientras que él se tiró por el barranco. Uno de los escoltas también recibió un tiro en la espalda”, contó el labriego.
Mientras que Navarro y sus hombres huían peña abajo, entre las balas que les disparaban, los habitantes de ese lugar corrían a esconderse, pues temían por sus vidas.
“Unos 15 minutos después, llegaron ocho helicópteros, de los cuales empezaron a descender policías y soldados. Eso nunca se había visto por acá”, sostuvo el habitante.
El miedo y la incertidumbre se hicieron más fuertes cuando comenzaron a escucharse muchos más disparos y explosiones. Tras las acciones armadas, algunas de las montañas se prendieron en fuego.
“Con todo eso no sabíamos qué hacer. Algunos disparos entraron por los techos. Entonces si nos quedamos en las casas podíamos resultar heridos, si salíamos era peor y los incendios nos amenazaban más”, indicó otro habitante del lugar.
Cuando comenzó a entrar la noche -agregó- una aparente calma se asomó, “pero quienes salieron de sus casas fueron agarrados por los policías y soldados. Ellos nos pedían que les mostráramos las cedulas y aparte de eso nos sacaban fotos. Nos trataban como si nosotros fuéramos guerrilleros, cuando solo somos unos campesinos empobrecidos por el abandono en el que estamos”.
El lunes en la mañana los campesinos de El Guayabón, La Mesa y Mesita Rica empezaron a organizarse para desplazarse hacia el casco urbano de La Playa de Belén, empujados por el temor a nuevos enfrentamientos entre los hombres de ‘Megateo’ y la Fuerza Pública. Además, los incendios forestales estaban acabando con los pocos cultivos que tenían.
“Nos tocó salirnos porque los militares también nos invadieron las casas, lo que nos genera problemas porque entonces la otra gente (Epl) va a creer que nosotros estamos de sapos”, manifestó uno de los campesinos de El Guayabón.
Poco a poco los labriegos se salieron de sus fincas y llegaron hasta el coliseo de La Playa de Belén, en el que este diario en su visita a la zona pudo contar al menos 300 de ellos, a la espera de que el Gobierno les dé una solución, pues las mangueras que llevaban agua a sus viviendas y a los cultivos se quemaron en el incendio
Han pasado ya ocho días desde el operativo y nadie ha vuelto a tener noticias del gran capo del Catatumbo. Mientras que el Gobierno afirma que ‘Megateo’ fue herido de gravedad o podría estar muerto, los habitantes de esa convulsionada región sostienen que él está bien, pero permanecerá escondido mientras se recupera.
“Como ha sucedido en otras ocasiones, él se va de la zona y vuelve después de seis meses o un año. Busca un refugio más seguro”, indicó un habitante de la zona.
Todo parece indicar que este operativo pasará a engrosar la lista de los intentos fallidos de las fuerzas armadas por capturarlo. No en vano en la zona se dice que Megateo tiene 9 vidas, pues en dos años ha logrado salvarse de ocho operativos. Hace tres meses, las fuerzas especiales de la Policía tuvieron tres de sus mejores hombres muy cerca al capo, pero se les logró escapar. En 2006, ‘Megateo’ fue el responsable de uno de los golpes más duros al desaparecido DAS. Ese año ordenó el asesinato de 10 detectives del esa entidad, 6 soldados y un informante que iban en su búsqueda. Por esta filtración, Megateo le entregó dos puchos de cocaína, un reloj de oro y 2 millones de pesos al detective del DAS Carlos Alberto Suárez Reyes, condenado a 40 años de prisión por estos hechos. Dos años después, en julio de 2008, dos hombres pertenecientes a su círculo más íntimo de su seguridad lograron drogarlo junto a uno de sus escoltas.Pretendían entregárselo al DAS a cambio de la recompensa que las autoridades colombianas ofrecían por su captura en ese momento, que ascendía a 500 millones de pesos. Hoy por su cabeza se ofrecen 15 mil millones de pesos.
Sin embargo, y de manera misteriosa, el capo logró escapar en algún punto de la vía que de Ocaña conduce a Cúcuta.
Los detectives del DAS que lo traían, manifestaron en su momento que ‘Megateo’ saltó de la camioneta y cuando quisieron dispararle, sus armas se encasquillaron.
Por: Cristian Herrera | Periodista diario La Opinión