¿Ustedes no han sentido mucho miedo con este paro? Bombas de aturdimiento, gases lacrimógenos, hampones tratando de ingresar a los conjuntos a robar, toques de queda, calles militarizadas. Bueno, pues si usted sintió miedo con estas bombas de mentiras, imagínese el terror que ha estado sintiendo la gente del campo que ha tenido que padecer la guerra durante décadas. Los pueblos sitiados por los combates. Las familias huyendo con lo que llevan puesto en medio de la noche. El dolor de huir dejando atrás a sus muertos. La rabia de tener que entregar a los hijos para la guerra.
Se trata de millones de víctimas, pero la mayoría son demasiado pobres y solo hasta hace muy poco hemos empezado a escuchar su voz. Es muy bueno que estas marchas nos incomoden tanto, nos mantengan sitiados, nos perturben el ánimo y la confianza. Colombia subsiste en una esquizofrenia en la que unos privilegiados deciden, rodeados de escoltas y carros blindados, lo que deben soportar millones que ni conocen, ni les importan. Es un estado de cosas inmoral, que grita por remediarse.
Uribe tuvo la oportunidad histórica de hacer la paz
y convertirla en su legado.
En cambio, prefirió seguirle apostando a la guerra
Esta crisis ha expuesto mucho de lo que está mal en Colombia. Se vivieron momentos de terror en distintos puntos de Bogotá porque algunos vecinos casi linchan a otros, confundiéndolos con maleantes. No nos conocemos. No hay solidaridad entre nosotros, no nos unen esos lazos de cuidado y cariño que vinculan a las comunidades y las hacen fuertes. Y se nota en todo. En la inhumanidad de los comentarios de quienes llaman a violentar a los manifestantes, y en quienes celebran los ataques contra policías y militares. La violencia es el problema, no la solución. Y si usted está usando su voz para azuzar violencia en cualquiera de sus formas, usted es parte del problema.
Muchos se preguntan qué es lo que quieren los marchantes. Yo creo que esto es, sobre todo, un referendo antiuribista. Uribe tuvo la oportunidad histórica de hacer la paz y convertirla en su legado. En cambio, prefirió seguirle apostando a la guerra y rodearse de una horda de oportunistas que lo adulan hasta el ridículo y que predican el odio con más convicción que él. Como campesino, Uribe debería haber sabido que uno cosecha lo que siembra. Hoy, en lo que coincidimos, es en que no queremos más miedo, no queremos más venganza, no queremos más guerra, #nomásUribe.
En esos términos, senador, podemos decir que el estado de opinión se ha expresado: ha llegado la hora de hablar de su retiro.