Doris Salcedo deja su legado de honor mientras cuenta la historia La Violencia con todos los adjetivos. El sentido de una huella cruel. El silencio mudo. El horror sin nombre. El trabajo de Doris Salcedo tiene esa fuerza interna.
Arquitecta que nació en 1958, sabe conocer los equilibrios del horror. El equilibrio frágil que puede representar unas formas donde para el espectador no existe la posibilidad de sus cómodas zonas de confort, porque el objetivo es incomodar. La exposición retrospectiva viene del Museo de Arte Contemporáneo de Chicago y llegó para quedarse hasta octubre en el Guggenhaim de Nueva York. Salcedo, arquitecta de formación, llegó a la cumbre con sus objetos que denuncian la violencia y la crueldad, el peor atributo para un ser humano.
Su único objetivo es incomodar para que la gente reaccione por los atropellos de la maldad. Se trata de una escultora de objetos que tienen la singularidad de una escueta presencia sobre lo cotidiano sin uso. Una mesa no se puede usar porque hay otra encima, las sillas tienen las patas incompletas. Unas blancas y planchadas camisas de hombre las atraviesa una vara sin una gota de sangre pero sí con el impulso del dolor de los huérfanos y viudas desplazadas. La serie de los muebles tapiados en cemento retoman un silencio mudo. La ausencia es irreverente.
Doris Salcedo en 30 años de trabajo ha llegado a unir dos conceptos del arte: el “minimal” que maneje un mensaje sociopolítico. Durante el recorrido, su trabajo tuvo la acidez de la indignación con el asesinato de Jaime Garzón en 1990. Todo viene en el mismo camino: los asesinatos, los desaparecidos, los muertos tienen una absoluta carga emotiva. La ausencia, la presencia vienen de lejos y no acaban nunca.
Los integrantes del conflicto caminan al lado de la ilegalidad de la droga, lo que es un negocio rentable. Así, por ejemplo, en el 2002 en Bogotá colgó sus sillas en el Palacio de Justicia en Bogotá o en el 2003, acumuló entre dos casas 1550 sillas en otra instalación pública en la Bienal de Estambul.
Ahora, el roto en el piso en la galería Tate Modern en Londres, sí lo siento como un grito herido y no como un acto estético. El Guggenhaim de Nueva York recoge la historia de la injusticia que se vive en Colombia y en muchos lugares del mundo día a día.
Otro aspecto es cómo titula las obras. A Flor de piel donde reúne todas las emociones en un manto saturado de pétalos de rosas para que se pudran mientras las torturas nos dejan entre la vida y la muerte.
Publicada originalmente: 29 de agosto 2015
