La Comunidad de la Isla de Providencia se encuentra bastante molesta por cuenta de la columna de opinión de Pascual Gaviria en el diario El Espectador, publicada el pasado 9 de septiembre, por lo cual han elevado una voz de protesta pidiéndole al columnista que se retracte de lo dicho en su artículo, en donde según ellos, el autor escribe “sobre algo tan delicado, de un modo tan superficial, irrespetuoso e irresponsable”.
A continuación se publica la carta del Movimiento de Veeduría Cívica Old Providence:
Providencia Isla, Septiembre de 2014
Señor
Pascual Gaviria
Leemos con indignación su artículo publicado en El Espectador, el pasado 9 de Septiembre, titulado “Noticia de Providencia”. Nos preguntamos si debemos indignarnos o simplemente ignorarlo y no darle importancia; después de todo escribe tantos y tan grandes desaciertos y es tan poco serio su escrito, que bien podría pasarse por alto. Pero el artículo salió en un diario de circulación nacional, y en las redes sociales muchos isleños y no isleños lo comparten, crítica y acríticamente.
Escrito en un lenguaje que pretende ser literario, usted, un perfecto desconocedor de las complejas realidades isleñas, se toma el atrevimiento de pintar un panorama de Providencia como un nido de criminales y narcotraficantes, en donde ni por un momento hay un análisis serio de la situación. Quién le ha dado permiso a usted para escribir sobre algo tan delicado, de un modo tan superficial, irrespetuoso e irresponsable? Seguramente sus apellidos le permite hacerlo, mientras que artículos serios de isleños y no isleños conocedores de las realidades del Archipiélago, se acumulan haciendo sala de espera para que un diario nacional los tenga en cuenta, seguramente porque provienen de gente sin peso político y social, aunque tengan todos los argumentos y la experiencia.
Según usted, Providencia o, mejor, los providencianos “tienen la misma sangre y la misma bilis”, “se abrazan en las tardes y se disparan en las noches”, “se emborrachan con la misma botella y se dan palo con bastones negros de vudú”. Cuantos tiroteos presenció usted en Providencia? Cuántos muertos? Cuántos heridos? Cuántos borrachos en las calles? Cuantos practicantes de vudú? Al parecer Providencia es un campo de batalla en donde los isleños estamos dedicados a matarnos; nosotros, que somos de aquí, sabemos hasta qué punto lo que usted escribe es completamente falso, aun a pesar de los grandes problemas que nos aquejan.
Continúa usted: “Allí se esconden los narcos acosados por sus enemigos”, “los rinconeros (pescadores) firman la factura para comprar la gasolina de los barcos cargados”, “los viejos saben las rutas de las lanchas de ida y de los paquetes de regreso”, “los buzos salen con una red para las langostas y una caleta para el “coso” (un paquete de un kilo)”. Debería investigar mejor, señor Gaviria, las langostas no se pescan con red; los viejos son muchos y condenan el narcotráfico, y añoran las viejas épocas en las que Providencia era un remanso de paz y todos eran una familia; rinconeros no quiere decir automáticamente pescadores, se refiere a las personas originarias de Rincón, Sucre, muchas de las cuales trabajan como pescadores de barcos industriales en San Andrés, y cuya presencia en Providencia es casi nula; Providencia no es el escondite de narcos acosados, con la infeliz excepción de algunos de nuestros jóvenes isleños que por procesos históricos y sociales mucho más complejos que los que usted señala, han terminado incorporados a esta terrible actividad.
“Los pelaos no comen cuento y llevan su arma al cinto”, “cambian balas como si fueran láminas repetidas”. En dónde estuvo usted? Nadie puede negar la escalada de la violencia en Providencia, una isla donde no pasaba casi nada, y el control social, que hemos ido perdiendo por el impacto de las influencias externas, garantizaba las buenas conductas. Tampoco podemos negar que hoy hay armas y criminalidad y delincuencia, pero esto no es una zona de guerra, y la gran mayoría de nuestros jóvenes estudian, trabajan, o no hacen nada, pero ciertamente no andan con un arma al cinto, ni cambian balas como si fueran láminas repetidas. Es una falta de respeto que usted considere que puede denigrar a la juventud isleña metiéndola en un solo saco de ladrones, criminales y narcotraficantes. Por si no lo sabe, aquí no se siembra coca, no hay laboratorios de procesamiento, y las actividades de narcotráfico que se ejercen son la herencia maldita que le ha dejado al pueblo raizal su relación con el Estado colombiano, una herencia perpetuada a través de la presencia de las fuerzas armadas de Colombia, que están aquí para garantizar la continuidad de esta actividad, y para controlar a los isleños a favor de los intereses externos.
En ese sentido, termina usted, “los policías juegan el más triste de los papeles”, “desembarcan en medio del recelo general”, “confunden saludos con insultos”, “se dedican a retener motos para la revisión técnico mecánica y a perseguir a quienes queman hierba”. Sí, es cierto, la policía desembarca en medio del recelo general, pero no por ser las pobres víctimas, ni por jugar el más triste de los papeles. Por qué no cuenta, señor Gaviria, ya que parece saber tanto de lo que pasa en Providencia, que la policía viene a nuestras islas para garantizar la continuidad del modelo de colonización impuesto por Colombia sobre el pueblo raizal, entre lo cual se cuenta el sistema de narcotráfico del cual ellos también participan. Por qué no señala que los policías vienen a Providencia a abusar de su poder, a irrespetar la cultura local, a llenarse los bolsillos de plata del narcotráfico, a proteger los intereses de los narcotraficantes. Por qué en lugar de decir que confunden los saludos con insultos, no dice como es realmente, que ellos insultan antes de saludar, que a pesar que la ley lo ordena, ni siquiera hablan la lengua de las islas, ni conocen su cultura, antes de llegar. Por qué no dice que cuando alguien los llama porque los necesita, porque hubo un robo, una pelea, un problema de cualquier índole, no aparecen, pero que solo hay que decirles que hay una paca de coca flotando en el agua para que aparezcan todos en patota, listos a seguir lucrándose con la desgracia ajena.
Por qué no habla de eso, señor Gaviria? Por qué no señala que nuestras islas fueron convertidas en el ojo del huracán del narcotráfico por su posición geográfica, por los narcotraficantes colombianos, y ante el silencio, o con el beneplácito del Estado colombiano? Por qué no cuenta que en Providencia antes no había armas ni quien las usara, y que fueron los narcotraficantes, que vinieron a buscar a nuestros jóvenes, y los policías, los que las trajeron? Por qué no se refiere a la cantidad de policías corruptos que salen de San Andrés y Providencia apenas se los identifica, para que no les pase nada, o de los que sí han terminado en la cárcel por sus actividades ilícitas? Por qué no relata cómo los expendios de droga en Providencia funcionan sin ningún problema, y aunque todo el mundo sabe dónde quedan, los policías no intervienen porque de allí también ellos reciben su tajada? Por qué no menciona los atropellos de la policía contra los raizales y el hecho que estos son permanentemente tratados como delincuentes, en su propia tierra? Por qué no llama la atención ante el hecho que, hasta el día de hoy, el Estado colombiano no ha asumido su responsabilidad en todo este proceso, y continua callado ante todos los atropellos, incluyendo el desangramiento que significa para la sociedad raizal que nuestros hijos terminen regados en cárceles del Caribe, o desaparecidos, o muertos, como si ellos fueran realmente los victimarios y no las víctimas de un sistema que se ha aprovechado de ellos?
Señor Pascual Gaviria, le debe usted una disculpa a Providencia y los providencianos, y nosotros como miembros de la comunidad, así se lo exigimos. Debería darle vergüenza hacer eso que usted llama periodismo, escribiendo sobre la desgracia ajena y la complejidad de procesos históricos, sociales y políticos, que evidentemente usted desconoce, de semejante manera tan irrespetuosa y poco seria. Si le interesa evidenciar el terrible proceso que hemos vivido en las islas, que nos ha costado decenas de nuestros jóvenes muertos, encarcelados y desaparecidos, por cuenta de una actividad propiciada por Colombia y su modelo de sociedad narcotraficante, auspiciado por sus rancias élites, debería informarse mejor, investigar, preguntar, y recordar que todo lo que escribe tiene relación con la vida de personas que sufren diariamente el influjo de este flagelo. Por si no lo sabe todavía, la sociedad isleña es consciente de lo que ocurre, y muchos sectores somos profundamente críticos sobre esta situación, y trabajamos en pro de cambiar estos procesos, que han minado nuestra cultura de paz, que durante siglos ha sido un ejemplo de convivencia, hasta el punto que el pueblo raizal fue capaz de soportar sin violencia, el proceso de colombianización al que hemos sido sometidos por el estado colombiano y por muchos de sus ciudadanos.
El impacto del narcotráfico en las islas, que ha traído un severo proceso de violencia y criminalidad, así como la desestructuración de muchos aspectos de la sociedad isleña, es una tragedia para estas islas, acostumbradas históricamente a la convivencia pacífica de sus habitantes, estrechamente unidos por lazos de parentesco y amistad, y es el resultado de la imposición de Colombia sobre este pueblo. Y la próxima vez que tenga un ataque y se le ocurra escribir lo primero que se le viene a la cabeza sobre las realidades sociales ajenas, y sobretodo sobre realidades que ya de por si son notoriamente desconocidas por el público en general, acuérdese que está escribiendo sobre gente, y que aunque sus palabras sean poco serias, el hecho de que sean publicadas en un diario de circulación nacional, tiene directas consecuencias sobre la vida de estas personas. Aunque claro, siempre queda la posibilidad que usted esté trabajando para los intereses de aquellos que pretenden continuar socavando el futuro del pueblo raizal y del Archipiélago, en aras de sus negocios e intereses mezquinos, caso en el cual se podría entender el porqué de su artículo.