No voy a a afirmar que hemos pasado de la realpolitik al reality show de la política. En verdad, se requeriría realizar una extensa y profunda exposición en un libro de por lo menos 200 páginas. Y se necesitaría además un enorme esfuerzo argumentativo y rigor investigativo para demostrar la veracidad y lo acertada que sería semejante postulado o tal afirmación.
Sería una interesante empresa de investigación para la academia, los expertos y estudiosos de la ciencia política.
Sin embargo, y sin ser académico, sino un observador atento e inquieto de los procesos electorales de determinados países, sí voy a correr el albur de aseverar que la política como el arte de servir —incluso para que los malos políticos se sirvan a sí mismos— ha adquirido un cariz y unos visos insospechados.
Con esto del marketing político, la política se ha vuelto lo mismo que un reality show, es decir, la política como medio para distraer y para entretener de manera histriónica, para ser un actor con un libreto espectacular como el del exalcalde de Bogotá Antanas Mockus, quien recurre al despilfarro de millones de gestos, ademanes, el uso y el abuso de abundantes palabras y símbolos para no decir nada nuevo, o para terminar expresando naderías o verdades obvias o tontas, o para ocultar que se es político mediante el empleo de la política como recurso para negar el hecho evidente de que el político es político, aun cuando se autorrotule o se disfrace de profesor esnob y cool de una asignatura tan odiada (las matemáticas), como es el caso del candidato presidencial colombiano Sergio Fajardo.
O el caso del también candidato presidencial colombiano Gustavo Petro —o el de Iván Duque—, cuyo nombre es tendencia a diario en las redes sociales y en Google, y al que los medios han utilizado para atraer aún más audiencia, generando todo tipo de noticias y contenidos sobre el candidato presidencial de la Colombia Humana, sobre todo poniendo el nombre de este candidato al inicio del título de la información para que aparezca de primero y con facilidad en los resultados de búsqueda de los buscadores de internet.
Los medios mercantiles y no tan mercantiles de comunicación han explotado hasta la exageración esta nueva realidad política, el del reality show de la política.
La sobreexposición mediática de los candidatos unas veces los infla y otras los desgasta. El candidato que descubra el quid del asunto en materia comunicativa, la asertividad de esta y que logre conectar con la gente podrá activar e inclinar la balanza electoral a su favor.
Es posible declarar que esta forma de hacer política haya convertido la política en un nuevo opio (tal como lo ha sido la religión y el fútbol) para el pueblo y es quizá una manera de banalizar la majestuosidad y la importancia de la política.