En el ranking de los países más felices del mundo que publicó ayer la ONU; Colombia ocupa la posición No. 61 entre 140. Esos resultados obligan a hacerse dos preguntas: ¿por qué satanizar el dolor? ¿Por qué estandarizar la felicidad?
Emil Cioran enseñaba que el sufrimiento es el único elixir que combate la mediocridad; pues solo se avanza con arreglo a lo que el dolor nos enseña. No podemos progresar, estando exultantes y recostados en una zona de confort, así como nos precisamos en esos paraísos idílicos que muestran las redes sociales. También con su característico sigilo, la escritora francesa Margaret Yourcenar nos advertía: “cuando en las noches en solitario escuches el desorden de tus venas, te falte tu único amor y pierdas tu dinero por culpa de un monstruo; no te queda sino aprender”. La opción inobjetable es aprender.
Si en los colegios enseñan un poco de educación emocional, caerán en la quiebra esos gurús que impunemente se atreven a vender las “diez claves de la felicidad” o “los cinco pasos del éxito” como si se tratara del aprendizaje de las tablas de multiplicar; desconociendo sin sonrojo la singularidad de cada humano.
El momento actual nos ha condenado a que el “parecer” sea más importante que el “ser”; pues queremos aparentar felicidad en medio de las más profundas insatisfacciones; pretendemos mostrarnos al mundo creyendo haber derrotado a todos los demonios del dolor; completamente consientes de estar engañándonos.
Siendo consejero del emperador Romano Nerón, el filósofo Séneca escribió sus famosas Cartas a Lucilio, en la número 51 con cariño le advertía a su amigo: “recuerda que de la paz deviene la guerra; de un amigo surge un adversario; que no hay nada más atractivo para el dolor que observar la alegría”. Filósofos como Martha Nussbaum o Bertrand Russell establecen la felicidad en externalidades; pero en contextos como el colombiano, eso nos haría más infelices; pues es más de lo que se nos priva que lo que se nos da.
P.D. Si México, que cerró el 2024 con 27.000 asesinatos está en el ranking de los 10 países más felices del mundo, me atrevería a decir que adoptó una percepción eminentemente estoica de felicidad.
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