El desastre que se avecina en el Quindío

El desastre que se avecina en el Quindío

Hace décadas el departamento tenía un ambiente envidiable. La creciente urbanización, el tráfico, la megaminería y la política criminal han cambiado las cosas

Por: Andres Jimenez
febrero 10, 2022
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El desastre que se avecina en el Quindío
Foto: Pixabay

El departamento del Quindío, hace algunas década era un apacible lugar donde casi nunca pasaba nada, para mí en eso radicaba su atractivo. Súmele su entorno natural y la calidad de sus habitantes, lo que hace más de 30 años me motivó a escogerlo como mi hogar, porque en mi caso la tranquilidad es un activo mayor a cualquier oferta cultural o de entretenimiento.

La sensación de tener recursos naturales abundantes y no preocuparse en tu zona por las consecuencias del impacto ambiental a gran escala es un lujo, algo que desafortunadamente no disfrutan los habitantes de las grandes metrópolis, sin importar su ubicación planetaria. Pero lamento decir que estas ventajas poco a poco están desapareciendo. 

Al gran fenómeno turístico del departamento, que despegó luego del terremoto de 1999, se le ha sumado la consolidación como destino para vivir, ya que está siendo escogido por pensionados, nómadas digitales, inversionistas legales y otros no tanto como el lugar para radicarse e invertir, trayendo con ellos fenómenos poco conocidos por estas tierras, como: 

Tráfico automotor: Ha aumentado de manera preocupante. Era impensable trancones de una hora en Armenia o en la entrada a los municipios; esto actualmente se vive. También han traído daños colaterales relacionados con el maltrato al peatón por parte de conductores, en su mayoría foráneos, acostumbrados a conducir de manera temeraria en sus lugares de origen, donde el insulto, agresión física o bloqueo a otros conductores o peatones es socialmente impuesto sin consecuencias de ninguna índole, aunado a las pocas vías; porque las que existen están deterioradas, o las que iban a construir fueron víctimas del desfalco en su financiamiento por el robo descarado al impuesto de valorización que lo hicieron una alcaldesa y su sucesor en el decenio pasado. 

Gentrificación de los municipios: Inversionistas legales y otros no legales que presuntamente lavan dinero han comprado a los habitantes de los pueblos como Salento, Quimbaya o Finlandia, incluso por encima del precio comercial, lugares estratégicos en los municipios para montar negocios con vocación turística o de otro tipo. He conocido casos en donde los vendedores que son los habitantes autóctonos de esos lugares, al verse seducidos por montos de dinero que nunca han visto en su vida, venden sus propiedades que les daban un sustento digno, pero al no tener educación financiera, rápidamente invierten mal sus ahorros; por ejemplo, invierten en algún apartamento en un barrio lejano de Armenia, luego no saben de qué vivir, volviéndose los empleados mal pagos de aquel que en algún momento les compró su vivienda o negocio. Pero esa situación la justifican los capitalistas del siglo XXI, enalteciendo la visión de estos “empresarios” que se aprovechan de la inocencia de la gente de los pueblos, pero otros pensamos que estos habitantes deben ser protegidos de las dinámicas deshumanizantes del comercio moderno, que los vuelven personas muy vulnerables. 

Urbanización acelerada del territorio: A la región han llegado decenas de constructoras que están creando y comercializando proyectos urbanísticos sin medir siquiera el impacto que puede traer la llegada de miles de personas a municipios pequeños o áreas rurales débiles en infraestructura y con hermosos ecosistemas naturales frágiles. Hace poco en un importante medio de comunicación regional, se narraba cómo un  constructor al cuestionarlo sobre el impacto ambiental de sus obras inmobiliarias en el departamento, afirmaba lo siguiente: “Ese no es mi problema. Me dieron la licencia, construyó, vendo, el gobierno que solucione el lío”.

Ese tipo de respuestas altaneras son bastante comunes en los que detentan poder económico, porque a estos seres obtusos y obnubilados por la avaricia les queda difícil pensar en que no se debería invadir un hermoso territorio verde con construcciones mal planeadas o incluso planeadas, edificadas sobre una oferta limitada de suelo y servicios públicos, donde el problema va más allá del diseño de un acueducto o de una infraestructura eléctrica; es que simplemente los ríos que bañan al Quindío son pequeños y no aguantan más gente de la que habita actualmente, tampoco hay donde botar la basura, el actual vertedero está al borde del colapso.  

Créanlo que si estos señores tuvieran la oportunidad de construir en hermosos santuarios naturales como cócora, valle de maravelez, barbas- bremen, la cordillera central, entre otros, lo harían sin dudas, ni remordimiento. Así suene descabellado, es perfectamente viable en el corto plazo, por la condescendencia de las autoridades ambientales y departamentales, altamente corruptas. Afortunadamente, un nuevo fenómeno ha detenido un poco esta situación catastrófica, me refiero al accionar y mentalidad de muchas personas, en especial los jóvenes, que han reforzado su amor por la naturaleza y el control político, por el momento han evitado el desastre. 

Piensen simplemente que si se acaban los santuarios naturales y se construyen en todas partes, será el fin como humanidad en el Quindío, en Colombia, en el mundo, porque todos los ecosistemas están conectados. Se afecta uno, se acaban todos. 

Clase política criminal: Este es un flagelo que ha tenido el departamento del Quindío casi desde su fundación, en especial su capital Armenia, cuyos últimos cinco alcaldes están presos o inhabilitados para ejercer funciones públicas por la Procuraduría. Estos dirigentes políticos han detentado el poder en búsqueda de aumentar a través de la corrupción sus patrimonios económicos personales y en donde la justicia ha sido tan suave al castigarlos que se vuelve hasta un incentivo para los politiqueros el cometer delitos, porque las penas de cárcel son tan cortas y la obligación de devolver lo que se robaron inexistente que diría el más criminal de ellos, “vale la pena el riesgo por una vida llena de lujos”. 

¡Alerta!, muchos de los candidatos a Senado y Cámara en el Quindío son las fichas políticas de los corruptos del departamento, ya lo hacen de frente, sin ruborizarse, incluso se aparecen con ellos en reuniones políticas. A mi manera de ver, solo se salva un candidato que va para la Cámara; no está untado por la aquiescencia de la corrupción, está haciendo campaña en los semáforos y universidades, es el único que tiene propuestas para proteger el medioambiente en el departamento. 

Megaminería: Muy valientes han sido los ciudadanos de Pijao, Córdoba y Salento al acudir a mecanismos constitucionales para evitar la megaminería en sus santuarios naturales, pero estos valiosísimos ejercicios democráticos se quedan cortos frente a la minería ilegal; urge atención del gobierno frente a este preocupante tema que se está dejando crecer. 

Estos cinco fenómenos están acabando con el Quindío, aun faltan muchos por nombrar. Espero entregar una segunda parte para alertar a la ciudadanía quindiana sobre lo que nos puede llevar a profundizar la inviabilidad como departamento, no solo en lo económico y social, si no en la capacidad de ser un lugar habitable en el corto plazo, gravísimo. 

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