El que es y el que no es
Opinión

El que es y el que no es

¿Una segunda vuelta entre dos ungidos? Afortunadamente hoy parece que no todo está consumado

Por:
mayo 22, 2018
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La propaganda política presenta a Iván Duque como “el que es”, es decir el ungido. Solo en una sociedad teocrática como la tibetana que tiene un proceso de búsqueda del Dalai Lama basado en señales misteriosas o en el Vaticano para la elección del papa con la iluminación del Espíritu Santo, se dan situaciones similares. Esos son naturalmente procesos cuidadosos de selección que llevan a la escogencia de alguien competente, ilustrado, atractivo para el pueblo de los fieles, pero que no está basado en  méritos propios sino en poderes divinos. Como en el Centro Democrático.

La hechura de un presidente es un asunto complicado. Nadie está en realidad entrenado para ser presidente. Lo esencial para ejercer el cargo es tener un liderazgo propio, un reconocimiento previo de la ciudadanía, una agenda clara que se identifique con las necesidades reales de la gente y una independencia a toda prueba para ejecutarla. El poder presidencial en Colombia es tan grande y los problemas tan complejos que es preferible alguien que haya tenido un conocimiento directo del Estado  a través de altos cargos de la administración, pero ni eso ni la edad madura son indispensables. Lo fundamental es que la gente sienta que hay alguien experimentado, responsable y de confianza a la cabeza del Estado, que le garantice sus derechos. Y que se haya ganado ese sitial. No es sitio para ungidos.

Ese liderazgo y esa identificación con las necesidades populares es lo que reclama Gustavo Petro para sí, como otro don divino. Pero se excede en munificencia en el reparto de bienes terrenales que no son suyos. Es fácil decirles a los campesinos del Cauca que se van a repartir entre ellos las tierras de las empresas agrícolas productivas, donde el mayor valor no es la tierra sino el montaje empresarial que genera empleo. Es fácil decirles a los padres de familia que la universidad pública va a ser gratuita para todos sus hijos, sin considerar la limitada capacidad de ellas para aumentar sus cupos, la enorme crisis financiera que tienen y el hecho de que ya hoy las matrículas para los estudiantes de bajos ingresos que son los más son altamente subsidiadas. Es fácil decir que Ecopetrol va a cambiar su objeto social para producir energías limpias, sin considerar el pánico económico que ocasionaría entre sus muchos accionistas. Y es fácil predicar el Socialismo del siglo XXI, olvidando el desastre económico, político y social de Venezuela que es su ejemplo a seguir. Es una prédica irresponsable y engañosa hecha a nombre del supuesto despojo de los bienes nacionales públicos y privados por parte de una élite corrupta. Puro populismo. Petro claramente “no es el que es”.

Y entonces quién ha de ser, Dios mío. Una segunda vuelta entre esos dos seres ungidos por la Divina Providencia pone a la gente a escoger entre Escila y Caribdis, como decían los griegos de esos dos monstruos mitológicos que vigilaban el estrecho de Mesina, de modo que para evitar el uno se caía inevitablemente en el otro. Afortunadamente las encuestas y los pronósticos hacen pensar que no todo está consumado. Hay aparentemente un ajuste de las tendencias de la opinión pública que ha conocido mejor a los candidatos de modo que quienes vienen detrás de los dos beneficiarios de las consultas interpartidistas han ido ganado terreno y aquellos lo han ido perdiendo.

 

Vargas Lleras ha mostrado su conocimiento y experiencia exitosa
en el manejo del Estado
Fajardo ha puesto el dedo en la llaga más lacerante de la Nación:
la corrupción política

 

Sorpresas te da la vida. Vargas Lleras ha mostrado su conocimiento y experiencia exitosa en el manejo del Estado, que no es poca cosa y que no poseen sus dos archirrivales y Sergio Fajardo, haciendo su camino al andar, ha puesto el dedo en la llaga más lacerante de la Nación: la corrupción política que permea todas las esferas de lo público y que nace de la manera como se  hace política en Colombia y como se manejan las elecciones.

El voto que reclama Fajardo es un voto de confianza en su convicción de cómo debe hacerse la política, para ello ha adelantado una campaña con pocos recursos sin comprar un voto ni hacer concesiones a nadie. Un poco increíble que sean la decencia y la transparencia en el manejo de lo público, la educación y el reconocimiento que se debe construir sobre lo construido, corrigiendo el camino sin mirar hacia atrás, el centro de una agenda electoral. Pero allí está la génesis de la verdadera revolución que hoy se requiere en Colombia. Ni populismo, ni continuismo, ni revanchismo. Fajardo tiene una carrera política  y un liderazgo nacional trabajado a pulso de pueblo en pueblo, de ciudad en ciudad, repitiendo siempre lo mismo durante 20 años. Quizás a ese mensaje ciudadano le haya llegado la hora.

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