Por estos días, cuando el mundo católico se entrega a su religiosidad y, por ende, el país se pregunta por su futuro político, ha causado mucho revuelo la visita del hermano de Gustavo Petro a la cárcel La Picota.
Por eso el líder de lo que mal se ha hecho llamar el Pacto Histórico, una caterva de oportunistas y lagartos de la política, le ha tocado explicar el motivo de tan cuestionado encuentro, el de su hermano con Iván Moreno, exsenador y uno de los artífices del carrusel de la contratación.
Bien decían las abuelas: Dios lo crea y el Diablo los junta, así sea con emisarios que se prestan para visitar penales de máxima seguridad. Como no era políticamente correcto que se presentara en persona –aclaro, amigo lector, sigo viendo como desafortunada a semejante visita–, Petro acudió a un familiar para que sirviera de recadero.
Según él, lleno del descaro y prepotencia que lo caracteriza, su hermano fue a escuchar a un Samuel Moreno arrepentido, un “pobre político” que está dispuesto a participar de lo que ha definido como el “perdón social”, o la amnistía que prepara para todos los delincuentes que han sido amnistiados como él.
Hay que decirle al senador que por más que esté entre los opcionados para llegar a la Casa de Nariño, no es un juez plenipotenciario de la moral de los colombianos para establecer lo qué es bueno o lo qué es malo, como si fuera un dictador que protege a sus compinches o a su cúpula criminal.
Si así se comporta sin haber ganado la presidencia, hay que imaginarse lo que va a pasar cuando realmente gane, si con todo lo mencionado la gente no despierta de su imbécil letargo.
En este orden de ideas, si esto no es un claro ejemplo de la doble moral, pues de verdad que Petro debe ser un dios para muchos incautos, que día a día tienen las pruebas necesarias para no perjudicar al país con su voto, aunque realmente nada los convenza. Porque no se puede ser tan necio, carente de juicio, como para no aceptar la realidad que se presenta ante nuestros ojos.
Muy bien decía el maestro portugués José Saramago, en su fabuloso libro Ensayo sobre la ceguera, que “creo que no nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos, Ciegos que ven, Ciegos que, viendo, no ven.” Es que realmente, amigo lector, Petro se muestra tal como es, o simplemente: el que es no deja de ser. En este caso: un bandido más.
Es sabido, todos conocen muy bien la historia, que el poeta fallido de Belisario Betancourt amnistió a su banda criminal, cuando el daño generado por ella daba para condenarla de por vida. Sin embargo, le dio el impulso necesario hasta para participar de una Constituyente, dando como resultado un lunático comunista que hoy quiere compartir la desgracia venezolana entre los que amamos el libre mercado.
Las respuestas que ha dado no son convincentes, así haya revelado el motivo de la visita penitenciaria. Por eso considero que los entes de control deben investigar lo que está pasando, porque no es decoroso que se juegue así con los valores de una nación que, aunque llena de problemas, condena abiertamente la corrupción, mal endémico que debe ser combatido de una vez por todas con la entereza de nuestras instituciones.
No faltará el que vea como algo normal tan controversial visita, ensalzando la honorabilidad de un oportunista, que sabiendo todo lo que pasaba en la alcaldía de los Moreno Rojas, vino a denunciarlos solamente cuando el panorama político era el indicado para impulsar su carrera política, hasta entonces sin tantas pretensiones como las de ahora.
Impulsar el socialismo, amigo lector, es un crimen, así muchos no lo crean y estén dispuestos a ver cómo se destroza el país.