El designado Ministro de Defensa, Dr. Iván Velásquez tendrá una muy difícil prueba de fuego a su llegada al Ministerio. La oposición avivó el inconformismo en un claro rechazo a su nombramiento, el que consideran una amenaza, le anteceden además, sus reiteraciones públicas exigiendo una reforma integral a la Policía, y la necesidad de intervenir de manera urgente y radical la corrupción, la impunidad y las violaciones a los derechos humanos en la Fuerza Pública; enfrentará entonces el primer y gran desafío: las desconfianzas, los estereotipos y los prejuicios históricos de parte y parte, marcados por heridas hasta ahora irreconciliables.
El pulso crece cuando se acerca el 7 de agosto, la violencia aumenta, se asesinan policías de manera aleve e indiscriminada, y se arremete con voces disonantes a través de las redes, anunciando reformas con tono retaliador. Las desconfianzas tienen mucho fondo, son estructurales, tienen en pánico no solo a los cuarteles, embarga desde décadas a millones de colombianos defensores de las Fuerzas Armadas y de los Organismos de Inteligencia y Seguridad del Estado, así como a sus integrantes, a la reserva activa y a sus familias.
Y no es cierto que las desconfianzas, estereotipos y prejuicios, se fundamenten en temores por futuras investigaciones de corrupción y derechos humanos, pues es claro que hay problemas que deben abordarse, y no de poca monta; pero se falta a la verdad cuando se afirma que las Fuerzas Armadas y los Organismos de Seguridad e Inteligencia del Estado, se mueven desde su concepción doctrinaria, para violar la Constitución y la Ley, en contra de su esencia y deber ser. Al contrario, esta es la razón superior, que moviliza férreamente a las Fuerzas y a sus aliados, para defenderla, especialmente en el escenario venidero, ante la existencia de visiones divergentes que proyectan enrutar, sin saber cómo, ni hacia donde, el futuro de la seguridad y la defensa nacional. No es cuestión de personas, es un asunto de fondo ideológico e innegable.
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Al interior de las Fuerzas, las tensiones se hacen más complejas, ante un convencimiento arraigado en soldados, policías y agentes de inteligencia, que la izquierda llega al poder para desinstitucionalizarlas, transformarlas en fuerzas comunistas
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Al interior de las Fuerzas, las tensiones se hacen más complejas, porque existe un convencimiento arraigado en soldados, policías y agentes de inteligencia, que la izquierda llega al poder para desinstitucionalizarlas, transformarlas en fuerzas comunistas y colocarlas a disposición de los regímenes asociados al bloque de la Internacional Socialista, al Socialismo del Siglo XXI. Los argumentos son poderosos, la historia es tozuda y tiende a repetirse, y el paradigma está en el vecindario. Después de un año de haber sido elegido democráticamente Hugo Chávez, comenzó a abonar el camino dictatorial, luego de que el Congreso le autorizara gobernar por Decreto, y así expidió el 13 de noviembre de 2001 las primeras 49 leyes habilitantes en asuntos económicos, sociales, de seguridad y defensa principalmente, decisiones que fueron el detonante de la desbandada de muchos que lo apoyaban.
Las desconfianzas se ahondaron durante la reciente campaña política y como consecuencia de las protestas sociales que se tornaron violentas. Hubo maltrato a la Fuerza Pública por parte de dirigentes del Pacto Histórico, las calumnias y el desprecio fueron pan de cada día; y electo el nuevo gobierno, la Corporación Justicia y Democracia dirigida en ese entonces por el designado Ministro de Defensa, conminó al Presidente elegido a que hiciera realidad la reforma integral de la Policía, cuestionando las leyes expedidas por el Presidente Iván Duque en el marco del proceso de transformación profesional de la Policía y de fortalecimiento de las medidas en materia de seguridad ciudadana, las mismas que consideraron arbitrarias y contrarias a los Derechos Humanos.
Entender el escenario que se avecina frente al gobierno electo en materia de seguridad y defensa, obliga a no ser ingénuos, a estar muy vigilantes, leer juiciosamente los mensajes, hechos y decisiones, y descifrar inteligentemente los interrogantes que señalan el cause, por ejemplo: ¿intervenir la corrupción y los DDHH, será la compuerta y el sofisma para modificar la doctrina de la seguridad y llevarla en la ruta del Socialismo del Siglo XXI?, ¿separar a la Policía Nacional del Ministerio de Defensa es estrategia para politizarla, colocarla al servicio incondicional del Palacio de Nariño, y proyectarla como un servicio de inteligencia social?, ¿la estrategia de “intervención y transformación” de la seguridad y la defensa, tendrá características afines a los modelos venezolano o nicaragüense?, ¿se incorporarán ex integrantes de la guerrilla a las Fuerzas Armadas, como se dijo en el pasado?, ¿qué busca el proyecto sobre Guardias Campesinas que radicaron Los Comunes esta semana en el Congreso?, ¿funcionará la cooperación fronteriza con Venezuela en materia de seguridad, ante unas fuerzas desinstitucionalizadas, que conniven con grupos al margen de la ley, y cuya inteligencia está al servicio de Rusia?
Las desconfianzas entre actores y decisores en los sistemas de seguridad, defensa e inteligencia es de altísimo riesgo, ahondan las tensiones, generan fracturas, emergen ruedas sueltas y desestabiliza las instituciones. De ahí la importancia de dilucidar con trasnparencia los anteriores interrogantes, que se han convertido en tema de discusión cotidiana y cuyas respuestas aún no existen; realmente preocupan, mientras la incertidumbre aumenta. Los más escépticos consideran que está calcada la estrategia de Hugo Chávez camino a un régimen dictatorial; otros creen que el Presidente electo logrará mantener el acuerdo nacional y hará sostenible sus reformas democráticas afianzando al pacto histórico por varios períodos en el poder, “gracias a sus resultados”; y hay quienes consideran que la coalición que los llevó al poder, perdió identidad, comienza a presentar síntomas de implosión, y prevén que colapsará, de la mano del gran acuerdo nacional que será un saludo a la bandera, conllevando a serios problemas de gobernabilidad.
Por el bien de la nación, un gana gana en el pulso de las desconfianzas en materia de seguridad, defensa e inteligencia, demanda la titánica tarea, individual y de cuerpo institucional, de superar estereotipos, curar heridas, abandonar prejuicios, y rodearse de equipos que generen mínima resistencia. Los temores se superan sin claudicar, manteniendo la firmeza de carácter y la actitud inquebrantable para ayudar a construir, sobre la base de NO negociar los principios y evitando a toda costa, cualquier asomo de desinstitucionalización. Pero ojo, no hay tiempo, ni espacio para la ingenuidad.
LPNSN: Con el asesinato indiscriminado y aleve de los policías, el clan del golfo le mide el pulso al gobierno electo. Los mensajes de solidaridad no son suficientes, se requiere aplicar la ley, confrontarlos y llevarlos ante la justicia.