Aquel afamado puente sobre el río Sena de nombre Pont des Arts (o Puente de las Artes), en París —donde miles de enamorados han colocado candados para de manera simbólica, prometer su amor eterno y hacerse inseparables— tiene su versión santandereana en la hermosa población ribereña de San Gil.
Una tarde cualquiera de este noviembre ya impregnado con los aromas y sabores de la siempre alegre Navidad me encontraba en dicha población buscando un sitio típico donde almorzar. Decidí hacerlo en el reconocido restaurante Balcón Sangileño.
El imponente lugar se encuentra apoderado de ambos pisos de la vieja casona que ocupa una de las esquinas principales de la plaza Central de San Gil.
Sus amplios balcones dan al parque La Libertad. Contemplar el follaje de la cuidada vegetación y la vida cotidiana de San Gil, pasar airosa y calmada es otro de los atractivos del apetitoso lugar porque la exquisitez de los platos típicos de la región sin duda merecería un relato aparte.
Aquella tarde en mención, queriendo conocer más de este bello municipio, decidí incursionar por los alrededores del parque. Y en la misma esquina de aquella vieja casona del restaurante, girando hacia el río y luego de caminar dos cuadras hay un largo y amplio puente peatonal que comunica al centro y mercado de San Gil con los barrios Villa Olímpica y el recién inaugurado centro comercial llamado de manera obvia centro comercial El Puente.
A lo largo de esta estructura, en sus extensas barandas metálicas, conformadas por rombos de acero, unidos y tejidos a manera de una larga tela o malla cada amante sangileño, al mejor estilo y vieja usanza del imponente puente parisino ha comenzado a dejar como testimonio de unión inquebrantable candados enganchados y cerrados para siempre a lo largo del calado que lucen sus barandas.
Y arrojando las llaves al río, aseguran la permanencia de estos —de manera eterna— en el puente que atraviesa el río Fonce. Imagino que esperan suceda lo mismo con el amor que se profesan.
Testigo es el viejo puente, con sus aferrados candados, de aquellos amores prometidos que por sus láminas de concreto y barandas de metal han caminado.