En 860 días, entre 2016 y 2018, Rusia construyó el famoso puente de Crimea, con lo cual Rusia dejó claro de lo que era capaz cuando se trataba de grandes retos geopolíticos, demostrándole a Occidente, especialmente a los Estados Unidos, que el Oso Ruso había vuelto por sus fueros. Pero ojo, si de algo hoy padece Rusia es de la falta de población y, por ende, de mano de obra, algo que en Colombia sobra, especialmente los supuestos desocupados que no trabajan, pero sí viven del Sisbén.
Tengamos presente que de 52 millones de habitantes que hay hoy en nuestro país, 27 millones de estos viven de subsidios, mientras que 15 millones, en una proporción de 1 a 2, le pagamos de nuestros impuestos a quienes no quieren tomar una pala para trabajar en obras públicas.
El puente de Crimea (traducción del ruso: Крымский мост), o puente sobre el estrecho de Kerch, es un puente sobre este estrecho, el cual se sitúa entre la punta Chaska en la península de Tamán, Rusia, y la península de Kerch, Crimea. Dicho puente cuenta hoy con cuatro carriles para transporte terrestre de todo tipo de vehículos, incluso, pesados tanques de guerra. Además, dos carriles de ida, y dos de regreso. Y entre estas vías existe una vía férrea. El puente tiene una longitud de 20 kilómetros.
A la obra citada hay que relacionar el tiempo récord en el cual Rusia modernizó su infraestructura de todo tipo para el Mundial de Fútbol de 2018, así como la modernización del Tren Transiberiano que va de Moscú a Pekín, vía que se ha convertido en una arteria de influencia en la hoy relanzada y famosa Ruta de la Seda, la cual sirve para movilizar mercancías de todo tipo, de China a Europa occidental, y viceversa, atravesando Rusia.
Finalmente, al tema de las construcciones rusas hay que agregarle el gasoducto Nord Stream 2, que va de Rusia a Alemania, y que ya está listo. Un proyecto colosal que atraviesa el mar Báltico y mide unos 1.225 kilómetros y cuya construcción duró cinco años, con un costo de 11.000 millones de dólares.
No sé si el común de los colombianos, o de nuestra clase “dirigente”, incluyendo a alcaldes como Petro en su momento, y hoy Claudia López, ni qué decir Peñalosa, saben y entiende qué es construir una obra como el Puente de Crimea. O Duque, al cual de manera inmerecida le dedicaron una placa, por un simple tramo del Túnel de la Línea, obra que lleva entre la aspiración de construcción y la realidad, cerca de 100 años, y apenas mide 8 kilómetros, y aún no se termina.
Creo que no lo saben, y menos los contratistas de obras públicos en Colombia, ni qué decir de nuestros supuestos ingenieros egresados de universidades como la Nacional o la de los Andes. Porque la verdad, por ninguna parte se les ve.
Traigo como referencia el caso de Puente de Crimea, y podría enumerar otras obras, porque Bogotá hoy está totalmente paralizada por una obrita. El TransMilenio de la 68, y concretamente el puente de la 68. Por donde se vea, esta obra hoy en día es la muestra de la miopía política de un país, y en este caso, de una ciudad que carece de visión imaginativa para proyectarle soluciones al congestionado tráfico bogotano.
Ya sabemos que es tan torpe nuestra denominada clase dirigente y política que prefiere un metro elevado sujeto a servir de toldo de inmensas masas de vendedores ambulantes que al eficiente y demostrado económico medio de transporte como es el metro subterráneo. Vean y conozcan el metro de Moscú. Palabras mayores.
Hoy en la 68 solo se ven mantas verdes que dicen tapar las obras ausentes que se están haciendo, y a lo largo de la dichosa vía escasean los trabajos y los trabajadores. Una que otra retroexcavadora, y solo unos cuantos obreros con picos y palas. Y del puente de la 68 solo sabemos que en estos días lo tumba, y sabrá Dios cuándo estará construido.
Todo esto sucede, porque aparte de la falta de visión de planificación, están las mafias que dicen hacer las licitaciones, ya que por razones que desconocemos, a Colombia no viene empresas internacionales con grandes y modernas maquinarias, y, sobre todo, mano de obra calificada para avanzar en cortos tiempos. Lo de los chinos y el Metro de Claudia es un engaño. Y todo esto, porque los contratistas colombianos esperan que los ciudadanos se casen, las autoridades se desesperen, y es entonces cuando aparecen por arte de magia las consabidos prorrogas presupuestales, las cuales representa grandes ganancias a los contratistas, pero una vida deteriorada, en este caso para nosotros los habitantes de Bogotá.
A todas estas, Bogotá seguirá siendo por mucho tiempo el puente de la 68 y no el Puente de Crimea, porque el ciudadano se acostumbró a ver obras paralizadas y desgaste de vida en los trancones, mientras su vida en Bogotá se consume en casi 1/3, metido en un tracón en un vehículo, o en una lata llamada Transmilenio, al tiempo que decenas de cantantes y vendedores ambulantes lo “distraen”, y él calla.