El mamo Ramón Gil de la comunidad Wiwa de la Sierra Nevada de Santa Marta tiene la razón. Él manifiesta que la naturaleza le había advertido que debían hacer pagamento por el daño que habían causado por la tala de bosques y saqueo al ecosistema. Sostiene que por no hacer esos pagamentos y por no parar la desbocada agresión a la naturaleza, fue que un rayo mató a once de los suyos incluyendo a su propio hijo. Esta tragedia ocasionada por un rayo el seis de octubre en el pueblo Wiwa de kemakúmake, y la que ocurrió el día 7 en la comunidad arhuaca Windiva, donde un alud sepultó a una madre indígena con sus cinco hijos, pone de manifiesto que el clamor que desde hace tiempo han hecho los indígenas Arhuacos, Wiwas, Coguis y Kankuamos de la Sierra Nevada de Santa Marta merece ser escuchado.
Estas comunidades a través de sus mamos han manifestado y han aconsejado a «los hermanitos menores» (así nos llaman y con razón) para que detengamos el abuso que tenemos contra la madre tierra. Ellos con la sabiduría ancestral de que son portadores, nos han avisado que de seguir con el ritmo desaforado de explotación de los recursos naturales tendremos desastrosas consecuencias, pues la naturaleza, sostienen esos sabios, nos cobrará el abuso.
La civilización moderna, enceguecida por su amplio conocimiento científico y tecnológico, y por su voraz consumo de combustibles fósiles para mantener funcionando las máquinas que dan soporte energético a sus plantas de producción, no tiene ningún miramiento con la madre naturaleza y en la búsqueda de riquezas, depredan en forma irresponsable el medio ambiente poniendo en peligro de extinción a especies vegetales y animales y lo que es peor, acaban con los recursos naturales no renovables y deterioran el ambiente donde se podría intervenir para crear condiciones de reposición de los recursos renovables.
El humano moderno, ha tenido en cuanto a conocimientos científico y tecnológico un crecimiento gigantesco, pero así mismo ha tenido también, un retraso en lo referente a cómo usar su propio conocimiento. Nos enorgullecemos de los avances científicos y tecnológicos alcanzados: trasplantes de órganos, manipulación transgénica, el mapa del genoma humano, reproducción in vitro, nanotecnología, viajes al espacio estelar, la Internet, sistemas digitales, edificios inteligentes, comunicaciones satelitales, computadoras más veloces, celulares de pantalla táctil, etc. Lastimosamente todos estos adelantos han tenido un alto costo e impacto en la naturaleza, pues para producir los recursos que hacen posible este deslumbrante desarrollo, el hombre ha tenido que talar árboles, desecar pantanos, desviar, contaminar y sedimentar ríos, horadar las montañas, perforar y contaminar los suelos, talar los bosques y destruir las selvas.
Pareciera que el hombre moderno no se diera cuenta del daño irreversible que causa al planeta. Pareciera que no hay una conciencia histórica que permita ser responsable con las futuras generaciones. Pareciera que el hombre está dispuesto a labrar su propia auto destrucción como especie. Pareciera que nada nos importara y que el ansia de riqueza y desarrollo tecnológico fuera la meta suprema que como especie se haya fijado. No nos importa el futuro, no nos interesa el planeta, no nos importa que nuestros hijos, nietos y futuras generaciones no encuentren un planeta sano donde vivir y procrear.
Los indígenas de La Sierra Nevada de Santa Marta con el conocimiento ancestral que tienen en el manejo armónico de la naturaleza nos demuestran nuestra ignorancia, señalan la prepotencia de nuestra civilización, alertan del peligro que corremos como especie. Ellos preocupados por la suerte de la naturaleza y de la madre tierra señalan permanentemente que estamos equivocados, que vamos por la senda equivocada y dicen que al final la naturaleza nos cobrará estos desmanes. Ojalá los sabios, los científicos de la cultura occidental se reunieran a escuchar lo que los mamos de La Sierra Nevada de Santa Marta nos dicen cada día.
Ojalá el gobierno nacional escuche la petición que hizo el mamo Ramón Gil en el sentido de que les ayuden a costear la reunión de «los que saben» los mamos de La Sierra Nevada, para discutir por un mes en una kankurua ceremonial sus problemas con la naturaleza y armonizar con ella y ojalá se haga pública sus conclusiones para que en nuestra cultura, nuestros científicos «los que no saben» aprendan de ellos.