Hay un lugar que deben visitar los despechados, los que tienen problemas económicos, los que han dejado de creer. Ese lugar es La Jagua en el Huila, el sitio en donde se concentra la mayor cantidad de mujeres que leen el tabaco, el fondo de las tazas de chocolate, las cartas españoles y hasta el chocolate. A 117 kilómetros está La Jagua.
Fundado hace cuatrocientos años entre los ríos Magdalena y Suaza, sus 300 casas antiguas están habitadas por 1.500 personas. Sus calles empedradas han visto a fantasmas salir de sus criptas buscando desandar sus pasos por las calles empedradas, lloronas sofocantes buscando a sus hijos y, en las noches de luna llena, la silueta escurridiza de una bruja volando su escoba.
Sin embargo, según creen sus pobladores, las brujas no necesitaban de escobas para volar ya que se convertían en pájaros negros que les dejaban moretones en el cuerpo. Eran súcubos que atormentaban en sus lechos a los hombres que deseaban, que querían arrancarlos de sus lechos matrimoniales y llevarlos a pasear por los pasillos de la lujuria, del desenfreno. Después de esto se desató la fiebre por la lectura de cartas y del tabaco en mujeres que de la noche a la mañana salían tocadas por el halo de las cualidades esotéricas.
Sin embargo el rastro de las brujas puede ser aún más viejo. En 1692 una expedición de conquistadores españoles llegaron a este territorio, tan cercano a Garzón, un pueblo famoso por su ateísmo y encontraron a los indígenas en extrañas sesiones de hechicería. Sin embargo, según reseña El Tiempo, la mayor leyenda de las brujas fue cuando decidieron quemar a una hechicera en 1880 en la plaza central y desde entonces dicen que el espíritu de la hechicera pervive allí, respirando entre los espíritus habituales del lugar.
Sin embargo, de unas décadas para acá, estas brujas que la mayoría del pueblo las reconocían como portadoras de buenas energías y de fuentes de sabiduría fueron desapareciendo. Una sola quedó y está muy enferma, Doña Sofía, que tiene 85 años. Ahora la juventud tiene dos opciones, o se va par Neiva y le da la espalda a los saberes de su pueblo, o se asimila en otros oficios como el de las artesanías. Por eso es común que en la hermosa plaza principal del pueblo se vean puestos con mochilas, tapetes y demás artesanías. Ya nadie cree en los saberes ancestrales y están demasiado ocupados. Igual los turistas que llegan a este pintorezco pueblo que inspiró la telenovela Zarabanda.
La sesión para que la última sobreviviente de las brujas le lea a los turistas el futuro en las cartas dura 20 minutos y vale 25 mil pesos, dicen que trasluce tranquilidad, que mirarla a los ojos es adentrarse en laberintos insondables. El punto es que, aunque hay brujas buenas, también afirman que ha hechicería satánica y que es común aún ver el impacto que tienen los sortilegios de las que tienen el alma quebrada. ¿Qué tan real será?