Los partidarios del capitalismo a ultranza ensayan sus argucias ideológicas para desorganizar a la clase trabajadora, deprimirla en todos sus potenciales transformadores, desfigurar sus tesis emancipadoras mediante la manipulación mediática para convertir los anhelos en proyectos imposibles de llevar a cabo.
Se aterran y menosprecian el sueño del presidente para conectar por vía férrea las dos costas del país. A los mezquinos y mentirosos, les recuerdo que por citar un solo ejemplo, el Transiberiano recorre casi diez mil km desde Moscú a Vladivostok en el océano Pacífico y transcurre por los terrenos más abruptos y climas inclementes del orbe. Y lo lograron en trece años, culminaron la obra en 1904. Costó unos 250 millones de dólares de la época. Fue construido para solucionar el aislamiento de Siberia, que solo podía comunicarse con el resto de Rusia a través de ríos.
Las élites se valen del escepticismo y la decepción inducida, aprovechando la desigualdad bochornosa generada por sueldos miserables y jornadas laborales esclavistas. Asustan a la gente desvirtuando todos los proyectos del presidente electo porque por fin van a pagar impuestos que han eludido por siglos. No los van a expropiar, como pregonan sus serviles lacayos de prensa tradicional, simplemente les cobrarán una tarifa justa, como en todo país del mundo civilizado.
Aunque se enriquecieron hasta la obscenidad, se ofrecen como el único futuro posible, con poder del dinero como única respuesta razonable. Cuando si es factible construir entre todos la verdadera solución a los males del país. Pretenden imponer la idea de que únicamente ellos pueden gobernar y que el pueblo al mando o las obras en manos del gobierno son sinónimos de fracaso. Que es mejor confiar en los empresarios porque solo así hay posibilidades de riqueza y bienestar que algún día escurrirán hacia abajo, lo cual ha sido una mentira gigantesca y miserable. Aun así, las fuerzas sociales logramos arrebatarle a esta godarria elitista y ruin el poder que solo usaron en beneficio propio por 150 años, esa es la pseudodemocrática que promovieron en sus diarios por tanto tiempo.
A pesar del circo electoral, esa maquinaria electoral aceitada finamente por décadas, no fueron suficientes los peleles entrenados y les ganamos la partida. A pesar de la confusión con “fake news”, cada día más espectaculares, publicitadas a destajo por todos los altavoces disfrazados como “medios de comunicación”, hoy tenemos el poder. Perdieron las elecciones. ¿Por qué?
Porque sus temáticos de campaña son los males sociales que ellos han propiciado. No es coherente “denunciar” la inflación causada por sus manejos absurdos durante décadas. No se ruborizan hablando de la “pobreza” fabricada por esta élite criminal. Estamos hartos de verles desplegar sus protestas contra la corrupción, en la que han nadado como peces en el agua por dos siglos y fracción. Fueron colmando la paciencia de un pueblo asfixiado invariablemente… hasta ahora.
El pueblo se cansó de sus falacias y traiciones. Y no seducen a la juventud. Blandir el malestar social no surtió el efecto esperado. Todo mundo conoce los prontuarios de los “candidatos” de extrema derecha. Los identificamos en sus arteras tácticas y estrategias electorales caducas, su canallada.
Pero sería terrible identificar las falacias del enemigo sin contrastarlas con nuestras debilidades. En cada expresión de ultraderecha es indispensable garantizar la pulcritud de la izquierda, con hechos reales y concretos, porque valga la aclaración, es fácil caer en la adicción por el poder desmedido. Es indispensable la transparencia, poder ufanarnos de la honradez y así garantizar la continuidad de este proceso iniciado en la era Petro.
No creo que aun con una reelección, se eternice en el poder a nadie. Menos a un hombre brillante y terco como pocos, sino asegurar su relevo democrático en unas elecciones limpias, prístinas, para dar continuidad al modelo de gobierno que, por primera vez, en la historia republicana, quiere acabar con la pobreza, cerrar las brechas enormes de desigualdad.
Cualquier caso de corrupción en la izquierda se magnifica expresando y repitiendo como loros sobre la “indignación” de la extrema derecha, cuyos medios de comunicación callan las buenas gestiones del Gobierno. Porque siempre callaron cuando sus patronos han hecho y desecho con el patrimonio nacional y con el erario público. Recordemos el cinismo del postulado de “la corrupción debe llevarse a sus justas proporciones” del infame y estulto Turbay. O la premisa del Nule, aquel de ingrata recordación: “la corrupción es inherente a los seres humanos”.
Los gremios a los cuales poco o nada interesa reconocer que se han beneficiado más que nunca, que no los expropiaron, que el dólar está a $4.070 pesos y no a $10.000. Y menos aún que es imprescindible incrementar sus impuestos proporcionalmente a los ingresos recibidos, también tienen deudas gigantescas frente a quienes los benefician, los ciudadanos del común y corriente.
No debemos permanecer con los brazos cruzados. Los mercenarios de las pantallas trabajan para encontrar el gesto, las palabras o errores semánticos, para calar en el electorado progresista, desanimarlo, reducirlo y que la burguesía recupere sus dominios. Algunos creen en sus propias falacias, que inventaron su narcótico político para anestesiar a las masas. Tienen rostros, nombres y apellidos… negocios y financiamiento. No pocas veces su éxito depende de nuestros descuidos, debilidades, ignorancia, rencores y envidia. Si no consolidamos la unidad que nos debemos, retornaremos al conservadurismo, a la caverna y al atraso ideológico.
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