En Francia existe una expresión para describir el ritmo de vida de los parisinos: "Métro, boulot, dodo". La misma puede ser entendida en español como: tomar el transporte público, trabajar y dormir. Las tres actividades que ocupan el día a día de no solo de los ciudadanos parisinos, sino también de muchos latinoamericanos. Así lo demuestra una investigación reciente del Banco de Desarrollo de América Latina (CAF), en la que se habla del fenómeno de la "triple informalidad" de la casa, el bus y el trabajo.
América Latina es la región más urbanizada del mundo, donde 8 de cada 10 personas viven en ciudades. Las estimaciones dan cuenta de que esta tendencia no se revertirá en los próximos años. Según el pronóstico, para 2050, se espera que el 90% de los habitantes de Latinoamérica residan en centros urbanos.
Las cifras ponen en evidencia una situación alarmante para la región, donde se registra una explosión demográfica en las grandes ciudades. Sobretodo si se consideran las observaciones presentadas por el CAF, que indican que la planificación urbanística es un obstáculo para el avance de la región.
Las razones por las que los habitantes prefieren residir en grandes ciudades no son nuevas. El acceso a la educación, a la salud, las mayores oportunidades laborales, son algunas de las más populares. Esta es una tendencia que se viene forjando desde hace tiempo. En 1950, sólo el 30% de la población vivía en ciudades, mientras que en 2015, el porcentaje se incrementó a 54%.
Volviendo a América Latina, al preguntarse cómo las ciudades detienen el progreso se establecen tres factores. El primero de ellos es el de la vivienda. Los altos costos que esta implica empujan a las personas hacia las zonas periféricas. Lo que significa, mudarse a zonas donde el acceso a los servicios básicos como el agua potable o la electricidad es limitado. Esto remite a otro de los problemas alarmantes de la región: el incremento de los asentamientos informales. El 25% de los habitantes de América Latina, reside en asentamientos informales.
Al verse obligados a buscar nuevos territorios dónde vivir y frente a la falta de mejores alternativas, muchos deciden asentarse en donde pueden. De este modo, familias enteras comienzan a instalarse en zonas riesgosas, como en cerros o lugares inundables. Según estimaciones de la ONU-Habitat, alrededor de 1.000 millones de personas alrededor del mundo, vive en asentamientos irregulares. La entidad advierte también, que si no se lleva a cabo un sólido plan de intervención, en la próximas década, una de cada cuatro personas vivirá en esas condiciones.
Los asentamientos informales son una realidad de América Latina. Las villas, favelas o chabolas, como suelen llamarlos de acuerdo al país donde se encuentren, son un claro ejemplo de ello. En Buenos Aires, una de cada diez personas vive en villas de emergencia. Se cree que estos lugares reúnen entre el 20 y 30% de los habitantes de las ciudades de la región. Si bien las condiciones en esas zonas son más que precarias, pagar un alquiler en otros lugares resulta casi imposible para algunos.
Otro de los problemas que se le presentan a aquellos que viven en esos asentamientos es que los mismos se encuentran desconectados de las redes de transporte público y generalmente, a grandes distancias de los puestos de trabajo. Por lo que resulta normal, que las personas tengan que salir de sus casas durante la madrugada, tomar varios medios de transporte diferentes, para finalmente poder llegar a sus trabajos a tiempo. Mientras que otros, corren una mejor suerte y pueden despertarse horas más tarde. Lo que demuestra también la gran desigualdad que esto genera.
El transporte es otro de los factores que detienen el progreso. Una cuarta parte de la población de América Latina, tarda por lo menos una hora al día para llegar a su trabajo. Eso sin contar, los frecuentes atascos que suelen causar aún más retrasos. La falta de planificación urbanística incide directamente en la vida de las personas y sin duda afecta la calidad de vida de las mismas.
“Una ciudad accesible integra la planificación y regulación del suelo con infraestructura de movilidad, políticas de compensación por uso de vehículos privados y un mercado flexible de vivienda, que al final redunda en un mayor bienestar y desarrollo de las ciudades”, explicó el presidente ejecutivo de CAF, Luis Carranza.
El trabajo informal también se presenta como un obstáculo a la hora de alentar el progreso. Casi la mitad de los latinoamericanos trabaja de manera informal. Por ejemplo, en ciudades como Buenos Aires, Bogotá, Lima o Sao Paulo, se ven con frecuencia vendedores ambulantes en las calles.
Cualquier factor que se presente como un obstáculo para el progreso, debe ser tenido en cuenta y analizado con atención. Los gobiernos de la región tienen que dejar de hacer la vista a un lado y comenzar a ocuparse de esta situación que genera desigualdad, pobreza e inseguridad. Para evitar la congestión, el crecimiento desbordado y los problemas de movilidad, las ciudades deben crecer de forma más ordenada y regulada. Para eso se necesitan regulaciones y proyectos que permitan revertir la falta de planificación que hubo hasta el momento. Es cierto que estas medidas requieren de grandes inversiones. Pero no se puede esperar que las cosas cambien, si no se trabaja para que suceda.