La asfixia en la "ciudad de los parques"

La asfixia en la "ciudad de los parques"

Una respuesta a la tala de árboles en Bucaramanga

Por: Carlos Alberto Campos Tapias
mayo 07, 2015
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Foto: tomada de vanguardia.com

El pasado 9 de abril, en Bucaramanga, muchos celebraban y le agradecían al alcalde, Luis Francisco Bohórquez, la construcción del puente de la novena o el “Viaducto Provincial”, proyecto financiado con los recursos de todos los ciudadanos, del departamento y del país. Esta obra no representa un favor que le hace el mandatario a la ciudad, como lo mostraron algunos medios de comunicación, sino un deber exclusivo de su cargo, que es propiciar la conectividad vial. Hoy, en aras de continuar con su deber de favorecer la conectividad vial y, sobre todo, con la responsabilidad de cumplir con una de las mayores promesas por las que fue elegido el mandatario -la de construir el tercer carril de la autopista y otros proyectos similares- está permitiendo que se tale cualquier cantidad de árboles de la "ciudad de los parques", lo cual genera un terrible impacto ambiental que ya todos en la capital santandereana sufrimos en carne propia.

Hoy en día en Bucaramanga, como en muchas partes del mundo, se sienten las consecuencias del cambio climático. El progresivo aumento de la temperatura cada vez nos sorprende más y la contaminación del aire, asociada a la congestión vehicular y a la tala de árboles son algunas de sus principales causas. Como dicen muchos bumangueses: “La ciudad ya no tiene hacia donde crecer”, y, sin embargo, los habitantes de la que alguna vez fue llamada “La ciudad Bonita” somos testigos de cómo se hace crecer una ciudad a la fuerza. A esto se ha llegado invirtiendo cuanto recurso se pueda conseguir, en satisfacer un sistema que relaciona el progreso con la construcción de cualquier estructura de cemento o de asfalto que se pueda levantar, sin concederle al medio ambiente -patrimonio real de la humanidad- el respeto y el cuidado que se merece y que suplica.

Desde hace varios meses los bumangueses hemos presenciado, en el lugar de los hechos o por medio de fotos compartidas en redes sociales, la masacre que padecieron cientos de árboles, en sectores como El mesón de los Búcaros (150 víctimas) y los recientemente desaparecidos del sector de La Salle, como los de la carrera 27 con calle 45 y la temida tala de los árboles de la Escuela Normal Superior. El gobierno municipal, por su parte, responde con un esquema de reforestación, y la trasplantación de algunos árboles que se salvarían de estas acciones. No obstante, a cualquier persona le queda fácil entender que el daño causado por la tala no será compensado con nuevos árboles sembrados, que tendrán que esperar varios años para crecer y devolverle a la ciudad el alto precio que ha tenido que pagar durante las últimas administraciones para llegar a autodenominarse la “capital sostenible”.

Como ciudadanos, es paradójico tener que enfrentar estas medidas que se toman desde cualquier despacho gubernamental o desde cualquier entidad “competente”, y al mismo tiempo conocer, por ejemplo, que la ciudad fue postulada para ser la capital mundial de La hora del planeta, por obras dignas de resaltar como la implantación de políticas en favor del reciclaje, declarar los cerros Orientales como zona ambientalmente protegida y por promover una Sembratón de 18.000 nuevos árboles.

Es irónico entender que los árboles se talan para crear vías que favorecen el desplazamiento de vehículos, y que esto va de la mano con el crecimiento del parque automotor y que, como es lógico, crecerá también la contaminación y ya no habrá árboles para frenarla. Como ciudadanos, haciendo uso de la razón, no entendemos este tipo de lógicas, pero intuyo que en esto tiene mucha influencia el hecho de que decisiones como las de talar los árboles se tomen desde oficinas equipadas con aire acondicionado, en las que sus funcionarios poco conocen las oleadas de calor que desde unos años se viven en la “ciudad bonita”.

Aclaro que mis palabras no tienen la intención de hacer un inventario de quejas; por el contrario, son una forma de responder a la tala de árboles y también son una invitación, no solo a la reflexión sino a la acción. Hace unos días encontré una iniciativa que propone hacer un alto a ese “progreso” que se impone talando los árboles, para concederle un espacio a la vida en medio de la vía pública. Se trata de una campaña de la que solo conozco que su creador se llama Julián Martínez y en la que invita a quienes, en medio de tanto calor y escases de aire puro, se concientizan con la necesidad de defender los ecosistemas, como lo propone la campaña “Salva los árboles de la ciudad de Bucaramanga”.

Usted, respetado e informado lector, también puede contribuir para que la situación y el futuro de los árboles de la capital santandereana se replanteen. Ingrese a la dirección y conozca esta causa.

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