Con bastante desazón comparto, lo que espero sea, el sentir de varios de mis colegas de las universidades públicas en Colombia, y, particularmente, en las universidades de Bogotá.
La universidad pública nacional se mantiene en una situación de desprestigio a la labor del profesor ocasional, aquel que es contratado por periodos mínimos a cinco meses y sin las ventajas de una afiliación y aporte constante a servicios de salud, pensión y administradoras de seguros laborales. La situación se refleja claramente en el Decreto 1279 de junio 19 de 2002, en donde se estipula:
Artículo 3. Profesores ocasionales. Los profesores ocasionales no son empleados públicos docentes de régimen especial ni pertenecen a la carrera profesoral y, por consiguiente, sus condiciones salariales y prestacionales no están regidas por el presente Decreto. No obstante, su vinculación se hace conforme a las reglas que define cada universidad, con sujeción a lo dispuesto por la ley 30 de 1992, y demás disposiciones constitucionales y legales vigentes.
En un país donde las variantes modalidades de contratación se asemejan a las estadísticas variables que se emplean para medir los índices de desempleo en el país, no es sorpresa que los docentes profesionales de Colombia estén relegados a la indolencia del sistema de contratación nacional. Es indignante que las migajas salariales del sistema de contratación de la educación superior nacional se asignen a profesores profesionales, con títulos de especializaciones y maestrías en el exterior (en muchos casos becados por las propias instituciones estatales) que se ven confinados a recibir ocho o diez salarios al año bajo la insignificante denominación: ocasional.
Cuando se trata de dignificar nuestros derechos laborales nos encontramos en la periferia de la reivindicación salarial. Siempre requerimos de voces ausentes que interpelen por nuestros derechos laborales y de formación profesional dentro de las universidades. No contamos con una representación oficial en la mesa de negociaciones de ninguna de las universidades públicas del país y nos vemos avocados a ser los peones en el juego de ajedrez de las negociaciones de los sindicalizados y aferrados al poder universitario.
En lo concerniente a ejercer nuestras funciones como investigadores, la realidad es aún mas inclemente. Las convocatorias y programas de apoyo de los planes de acción universitarios no están dirigidas ni incluyen a los profesores ocasionales. Esta cruda realidad plantea algunos interrogantes, especialmente cuando la investigación es la pièce de résistance de todas las universidades públicas en Colombia.
1) ¿ Bajo qué circunstancias contractuales lograremos los profesores ocasionales vincularnos a grupos de investigación avalados por Colciencias para investigar con nuestros estudiantes de pregrado?
2) ¿Cómo lograremos puntos en el escalafón docente y en el sistema CVLAC de Colciencias si, desde el punto de vista contractual, no se nos permite participar en semilleros, convocatorias y programas de apoyo? Continuamente generamos investigación desde nuestras asignaturas de pregrado, ¿Cómo compartirlas cuando los demás semilleros no pueden hacer mas incluyente sus mesas de trabajo a los profesores ocasionales?
3) ¿ Cómo promover investigadores en diversas disciplinas del saber cuando todos sus profesores ocasionales formadores no tienen la oportunidad de publicar con la comunidad universitaria sus logros y progresos académicos?
4) ¿Será que los profesores ocasionales nos veremos supeditados per saecula seculorum a publicar escritos, reflexiones e investigaciones a título personal en revistas indexadas en donde siguen prevaleciendo las publicaciones de los profesores de planta?
Si bien elegimos trabajar en la universidad pública, también elegimos partir cuando a bien nos parezca; sin embargo, no es digno seguir construyendo una universidad incluyente con profesores contratados a punta de retazos y remiendos salariales.