Hace un par de días nuestro presidente en una institución educativa de la ciudad de Cartagena puso en práctica sus dotes actorales cuando entró a una de las aulas, y cual maestro se dirigió a los alumnos como si se tratara de una clase, quizá para aquellos dicentes la clase que jamás olvidarán.
Conversando con algunos colegas manifestaron no haberles caído en gracia saber que el presidente Santos anda por ahí dándoselas de profe. Algunos manifestaron que al escuchar la noticia les sorprendió y no demoraron ni vacilaron en lanzar la consecuente expresión “¿y éste quién se cree?”. No porque piensen que nuestro mandatario no pueda ir por el país asumiendo papeles miméticos; sino porque, para ellos, fue una burla representar una profesión que durante los últimos 20 años viene de más a menos gracias al poco interés que los gobiernos (incluido el actual) han demostrado, olvidando que se trata de una labor que merece ser considerada una de las más grandes e importantes, precisamente en virtud del grado de responsabilidad que comporta frente al desarrollo de los pueblos y su gente.
Para este grupo de compañeros, y seguramente para muchos más, la desproporción entre la teoría y la práctica a la hora de reconocer la docencia como profesión, es enorme; por un lado, desde el mismo gobierno se sigue creyendo y promulgando que ser maestros es una digna profesión; que ser maestros responde a una excelsa vocación; y que ser maestros implica una tarea muy especial que no todo el mundo está llamado a realizar. Pero por otro lado, la remuneración que recibe el docente como profesional es de las más bajas en el país; los estímulos quizás los más escasos; las oportunidades de crecimiento integral de difícil acceso; y, como si no fuera suficiente, las condiciones laborales en las que deben asumir sus compromisos dejan mucho que desear en variados y múltiples aspectos.
Hubo alguno incluso que se expresó de la siguiente manera: “si Juampa quiere jugar a ser docente, pues que lo haga plenamente. Que se vaya por unos meses para los lados de la Mojana, o se traslade a la comuna de alguna ciudad en donde decenas de profesores están amenazados, o si así lo desea que viaje a cualquier otra región (Chocó, Montes de María, Magdalena Medio, Urabá, etc) de Colombia donde ser maestro es toda una hazaña, para que conozca realmente la situación en la debemos trabajar nosotros los docentes. Eso sí, que trabaje por el mismo sueldo nuestro”.
Esta primera impresión, tal vez sobredimensionada y hasta pesimista un poco, es obvio que deja al descubierto el sentir de un grupo de docentes que en una constante reivindicación de su condición, buscan siempre la manera de hacer sentir su molestia a través de la crítica mordaz y el descontento generalizado. Sin embargo, existe otro grupo de maestros que siendo conscientes de las falencias que existen en Colombia en relación al tema educativo, reconocen los esfuerzos y logros que en esta materia el gobierno, las organizaciones, la empresa privada y la sociedad civil en general vienen realizando.
Para este otro grupo de docentes el gesto de Santos está en directa relación con su interés de posicionar el tema educativo como una prioridad nacional, tal como lo manifestó incluso el día de la posesión para su segundo mandato presidencial. Contrario a los primeros, estos maestros ven como un logro positivo que el próximo año la educación tenga un presupuesto bastante significativo; consideran que es un parte de tranquilidad frente al permanente reclamo que desde la escuela se hace, con el fin de darle a la educación el puesto que se merece realmente. Creen además que es la forma de cerrar la brecha entre lo que se dice y se hace. Y en especial se espera que por fin la trillada frase “la educación es un problema de todos” se haga realidad gracias a las variadas iniciativas que se vienen gestando y a los ingentes procesos de articulación interinstitucional que se desarrollan sobre todo a nivel nacional y regional.
No son para nada triunfalistas, más bien, y en sintonía con lo que muchos otros sectores sienten, consideran que ya es hora de rodear de manera más efectiva las propuestas, los programas y los proyectos que se están desarrollando y se piensan realizar desde el gobierno nacional para el beneficio de todos. Obviamente son conscientes que el camino el largo, y no creen que Colombia se convierta en el país más educado de América por ahora, ni creen lo que la ministra Parodi manifestó en alguna entrevista hace poco acerca de que “en diez años ser maestros será lo más taquillero”; No son tan ilusos y creen más bien que ese tipo de apreciaciones poco bien le hacen a los procesos que se están llevando a cabo. Piensan más bien que dichas frases parecen ser slogan de campañas políticas que poco dicen a una sociedad más consciente, crítica y proactiva que antes. El sector educativo está cansado de frases bonitas y de expresiones que suenan bien y poco dicen.
En ambas posiciones el gesto de Santos no pasa desapercibido, para unos es irrespeto y para otros, voluntad y apoyo. En todo caso, se espera que el trinomio Calidad, Acceso a la educación superior y Excelencia docente como política educativa nacional sean una realidad; y ojalá, la mejor alumna de Santos en este tema, no responda con leyes cuando se le pregunte por los hechos que transformarán la educación en Colombia.