El proceso del enCADENAdo expresidente

El proceso del enCADENAdo expresidente

Hace unos días se presentó una nueva solicitud de víctima durante el proceso del caso de Uribe. ¿Qué pasará ahora que Diego Cadena está en libertad?

Por: Luis Alfredo Muñoz Wilches
octubre 22, 2021
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El proceso del enCADENAdo expresidente
Foto: Leonel Cordero

“¡Cómo ha cambiado mi vida y cómo, en el fondo, no ha cambiado nada!”

Investigaciones de un perro, Franz Kafka

En uno de esos lúgubres días de octubre, el expresidente Uribe Vélez y su séquito de abogados, lacayos y guardaespaldas, aguardaban silenciosos tras las cámaras a que el abogado de la defensa de las víctimas, Reinaldo Villalba, avanzara en su explosivo alegato. Hacía ya más de tres largos y penosos años que las cosas se le venían enredando al expresidente, con ocasión del fallo de la Corte Suprema de Justicia (CSJ) mediante el cual decidió archivar el proceso contra el senador Iván Cepeda Castro y abrir una investigación al expresidente Uribe por manipulación de testigos y fraude procesal y, al mismo tiempo, compulsar copias a la justicia ordinaria contra el abogado Diego Cadena y a otros determinados en este proceso.

Por la blanquecina cabeza del ahora imputado expresidente desfilaban un sinfín imágenes de cientos de reuniones y conversaciones, de las cuales fue protagonista tratando de revertir el fallo de la CSJ que desde entonces lo mantienen encadenado a este proceso.

Era consciente de que esté dejá vu en que se han transformado sus días de retiro forzado en el Ubérrimo comenzó cuando las falsas acusaciones contra su enemigo político, el senador Cepeda, se le devolvieron como un boomerang. Y, ahora, era él, el que estaba en el banquillo de los acusados. Se encontraba en un callejón sin salida, y todo el entramado de su embrujo autoritario se le vino abajo, como un castillo de naipes, dejando al descubierto su verdadero rostro de determinador de los grandes crímenes de lesa humanidad que han ocurrido en los últimos 20 años en el país.

¿En qué momento había perdido las riendas del control autoritario de sus determinaciones? ¿Cómo era posible que esto le estuviera ocurriendo a él, ahora que su partido había logrado acumular el poder supremo, y controlar todos las ramas del poder público, anulando los precarios contrapesos de la mantrecha democracia restringida que impera en Colombia? Esto era algo que en sus cursos de verano de ciencia política en Harvard nunca se lo explicaron.

Sabía perfectamente que su gran habilidad como influenciador de la opinión pública y determinador de la voluntad de sus seguidores y lacayos se había desvanecido como espuma. Y guardaba sentimientos encontrados con su designado, el presidente Iván Duque, a quien siempre protegía como a un hijo bobo. Pero era consciente de su ineptitud e incapacidad para cuidarle sus tres “huevitos”. Duque había dejado escapar, como agua por entre los dedos, las inmensas oportunidades de afianzar su legado y encubrir sus crímenes.

Ahora, desde esa “jaula de oro” —en que se le ha transformado su estadía en la extensa hacienda de Córdoba—  contempla impotente la meteórica caída de su popularidad y el creciente desprestigio del régimen político uribista que él con tanto esfuerzo y sagacidad logró construir como un “estado de excepción” para albergar toda la podredumbre y pestilencia de la narcopolítica y de la plutocracia que lo rodea.

En medio del torbellino de sus atormentados recuerdos, era consciente de que todo su tinglado de trapisondas y mentiras comenzó a venirse abajo, cuando en el desespero por reversar la decisión de la CSJ perdió los estribos y se inmiscuyó directamente en el bajo mundo de la compra de testigos falsos. Llamó personalmente a Diego Cadena, un ladino abogánster acostumbrado a sobornar testigos y a fabricar pruebas falsas para ayudar a los narcotraficantes a evadir la justicia, y lo hizo su aliado incondicional. Aprovechando la devoción que le profesaba, le encomendó el trabajo sucio de buscar y comprar falsos testigos en las cárceles, que le permitirá: desacreditar testimonios que lo comprometían a él y a su hermano Santiago Uribe preso por la conformación de grupos paramilitares; desprestigiar a los magistrados de la CSJ y señalar al senador Cepeda como instigador de las acusaciones en su contra.

No obstante que trató de mantener oculta esta conspicua relación con el abogado Cadena —como ocurre con las relaciones clandestinas que se quieren esconder—, se hizo pública cuando las autoridades judiciales encontraron un hilo conductor entre el exsenador Uribe, el abogado Cadena y reconocidos jefes paramilitares que purgan condenas en las cárceles por crímenes de lesa humanidad y que estarían dispuestos a colaborar con las causas del expresidente Uribe. Estas revelaciones de la CSJ terminaron por correr el velo que mantenía al expresidente afianzado en su acostumbrado patrón de “tirar la piedra y esconder la mano”, dejando que sus subalternos hicieran el trabajo sucio.

¡Proceda, doctor Diego! ¡Hay que seguir en la batalla! Eran las frases que se le escuchaban decirle al abogado Cadena para avalar su proceder delictivo. Al igual que ocurrió durante los largos años de sus mandatos, estaba completamente seguro de que sus subalternos cumplirían sus órdenes al pie de la letra, aún a costa de sacrificar su integridad personal. ¡Es larga la lista de colaboradores y amigos suyos que purgan condenas o han tenido que huir para encubrir las torcidas órdenes de su admirable jefe!

Pero los tiempos han cambiado. Ahora, las imputaciones han recaído directamente sobre él. Por eso, su rostro ha perdido todo el brillo del encanto autoritario y ahora una mancha amarillenta, como de rigidez cadavérica, le cubre la cara. Tal vez esa sea la razón para que ahora prefiera apagar la cámara del Zoom y dejar que sus abogados den la cara.

En estas circunstancias tan aciagas para el imputado expresidente tal vez sus abogados hayan pensado en la posibilidad de aconsejarle se acoja a los beneficios de la JEP; pero esto significaría el reconocimiento final de su fracasado plan de hacer trizas los acuerdos de paz y, eso, para el determinador significaría su muerte política. Por esas razones, saben que ahora no tienen más opción que prolongar la agonía del difunto y esperar que las inmensas presiones y veladas amenazas sobre la juez, que ahora conduce el proceso contra el expresidente, terminen por doblegar la voluntad de hacer justicia.

Pero aún en el caso de un improbable fallo de preclusión en favor del imputado expresidente, como lo ha solicitado el fiscal Gabriel Jaimes, es tal el cúmulo de evidencias y pruebas de la conducta dolosa de Uribe Vélez —como quedó plenamente demostrado en este juicio—  que va a ser imposible escapar ya no solo a la condena de la opinión pública nacional y mundial, sino a la justicia misma. Ya bien sea en Colombia o ante la Corte Penal Internacional —que tiene sus ojos puestos en este juicio— el expresidente tendrá que responder por sus delitos.

La suerte del expresidente Uribe está irremediablemente enCADENAda a este proceso histórico.

Postre 1: RCN dice que la exministra Abudinen salió del país por razones personales y está en lo cierto, salió huyendo para eludir el llamamiento a juicio de la CSJ, una razón muy personal.

Postre 2: La nueva ministra de las TIC, Carmen Ligia Valderrama, que según la revista Semana tiene la lupa puesta en recuperar los 70.000 millones entregados por su antecesora a Centros Poblados, no supo responder en entrevista a La W cómo va a proceder para recuperar esos dineros de los colombianos. En cambio fue muy diligente en responder que no tiene ninguna inhabilidad para decidir sobre el pleito de las plataformas del transporte privado, porque viene de actuar a favor de una de ellas. (SIC)

Postre 3: La Función Pública confirmó que el director de la Dian ocultó la sociedad que tiene en el paraíso fiscal Delaware en su declaración de bienes y rentas (Sigep), por que no lo consideró conveniente para sus interés como elusor de impuestos.

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