"No hay camino para la paz, la paz es el camino”, afirmó alguna vez el pensador, político y abogado hinduista indio Mahatma Gandhi, el pacifista más sobresaliente de los últimos tiempos, refiriéndose a uno de los principios de su cultura de paz, con la que logró resolver el conflicto entre indios y británicos sin hacer un solo disparo. De acuerdo a lo anterior, es posible afirmar que ha sucedido algo similar en Colombia, puesto que después de muchos años tratando de eliminar equívocamente la guerra con más guerra, se logra un proceso comunicativo, es decir, de mutuo acuerdo, que parece haberle puesto fin al conflicto más largo de Latinoamérica, protagonizado por el gobierno colombiano y el grupo subversivo denominado fuerzas armadas revolucionarias de Colombia (FARC).
La palabra “paz” proviene del latín “pax”, que significa periodo de estabilidad como resultado de un pacto para culminar una guerra, y “comunicación” se origina desde el latín “comunicare” traduce poner en común. Dentro de las múltiples funciones de la comunicación se destacan: dialogar, informar, formar, aprender, expresar, entretener, pactar acuerdos, entre otros aspectos. Además de esto, la comunicación puede dividirse en verbal, que es manifestada a través de las palabras y la no verbal, es decir, por medio de gestos, señas o símbolos.
Dicho lo anterior, existe una razón para testificar porque la paz en Colombia es producto entre otras cosas, de la comunicación, y no del contraataque, es porque si bien el actual presidente Juan Manuel Santos no ha sido el primero en intentar dialogar, si fue quien consiguió conciliar y comunicarse de manera efectiva con las FARC, en sitios como Oslo, Noruega y La Habana, Cuba; de tal manera que obtuvo la firma del jefe del grupo revolucionario, Rodrigo Londoño Echeverri, conocido bajo el alias de “Timochenco”, en el acuerdo final para la paz, el 24 de noviembre del año anterior en la ciudad capitalina. En el convenio quedaron plasmados aspectos como la participación política, solución al problema de las drogas ilícitas, victimas, entrega de armas, restitución de tierras y situación judicial, entre otros aspectos de la tropa desmovilizada.
Del mismo modo, es pertinente hablar de cifras para referirse al gigante cambio que este proceso comunicativo logró en la sociedad colombiana, puesto que hace 7 años el número de militares heridos en combate por explosivos atendidos en el hospital militar superaban los quinientos cincuenta por año, incluyendo a los amputados. Sin embargo, esa cifra se ha reducido progresivamente, al punto que hoy son solo 17 heridos y 1 amputado, así lo afirma el hospital militar de Bogotá en uno de sus más recientes comunicados. Dicho de otro modo, la violencia se ha reducido después del cese al fuego, aunque se esperaría que la cifra de afectados fuera nula.
Antes de seguir avanzando, es oportuno agregar que todo cuánto existe tiene un origen o una causa, y la agresividad humana no es la excepción, por tanto, La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), ha contribuido a la investigación de esta conducta humana, dejando por sentado lo siguiente:
La causa inevitable de la violencia es la conclusión de un tipo de paz precaria que corresponde solamente a la ausencia de conflicto armado sin progreso de la justicia o, peor aún, una paz fundada en la injusticia y en la violación de los derechos humanos. (1981, pág. 10)
Expresado de otra manera, la violencia está implícitamente ligada a la ausencia de paz, e incluso, a una mala interpretación de este estado de tranquilidad, el cual es erróneamente concebido por la sociedad como un hecho inmediato, mas no como un proceso que se da paso a paso y que necesariamente debe construirse entre todos y no desde unos pocos.
El inicio de dicho proceso se remonta al mandato de Belisario Betancur, entre 1982 y 1986. Siempre manifestó su deseo de negociar con las guerrillas. Algunos miembros de las FARC se desmovilizaron y junto al partido comunista fundaron la Unión Patriótica (UP), movimiento político que les permitió cierta participación en las cuestiones de este tipo. Sin embargo, los jefes de las FARC no se desmovilizaron y existía gran tensión en el país por el narcotráfico, actividad ilegal que aquejaba con frecuencia. A pesar de esto, el mandatario logró otros diálogos con el M-19, el Epl y la Autodefensa Obrera, pero estos grupos al margen de la ley volvieron a recurrir a la guerra. El M-19 protagonizó la toma al Palacio de Justicia en Bogotá, acto calificado como terrorista. Además, empezaron a renunciar los funcionarios que habían apoyado el proceso y a Betancur le quedaba poco tiempo de su periodo presidencial. Estos y otros antecedentes no permitieron continuar con el pacto de paz.
Posteriori, se da un segundo intento para ponerle fin al conflicto con las FARC y fue por parte de Cesar Gaviria, presidente entre el 1990 y 1994, a pesar que con sus ideas liberales logró sentarse con dicho tropa en la mesa de negociación en México, sin embargo, tampoco fue posible conciliar.
De esta manera se llega al periodo de Andrés Pastrana (1998-2002), quien estuvo respaldado por otros países, organizaciones no gubernamentales y sectores de la sociedad civil, lo que permitió un acercamiento con el creador y líder de la tropa mencionada, Manuela Marulanda, conocido entre sus secuaces como “Tiro Fijo”. Pero seguía el desinterés de estos líderes por negociar, así que en 1999 “Tiro Fijo” no asistió a una de las mesas de negociación, suceso que se denominó como “la silla vacía”, un desplante para Pastrana y para quienes esperaban la paz. De esta manera, las negociaciones iban y venían, interrumpidas por masacres y secuestros. Así, como en los casos anteriores no fue posible llegar a un acuerdo.
Este ha sido el transcurso de 3 intentos de llegar a un acuerdo, todos sin éxito alguno, hasta llegar a este último gobierno de turno, cuya bandera principal ha sido la búsqueda incesante de la paz con las FARC, que a pesar de tener detractores y enemigos, porque claro, en un país tercermundista hay a quienes les interesa el desarrollo de la guerra por un sinnúmero de razones, pero sin duda alguna, por el mismo hecho de ser una nación subdesarrollada, lo que más perjudica es no cerrar ese ciclo, ya que los recursos que por décadas han sido destinados al combate, por fortuna en algunos años serán destinados principalmente a la educación y a salud de todos: de quienes apoyan la guerra y de los que tienen el deseo de acabarla.
No obstante, existe una verdad científica que podría explicar y de cierta manera justificar a quienes se oponen a sellar el convenio, y es el modelo estimulo-respuesta del psicólogo John Watson; esta teoría del conocimiento ayuda a interpretar las reacciones violentas como contestación a previos incitaciones del mismo tipo. Es decir, probablemente se resisten a perdonar, es porque en el pasado fueron heridos por esos actores a quienes no aceptan. Aunque hay quienes no apoyan este mecanismo de solución, por intereses particulares.
A propósito del perdón, aún en una Colombia herida profundamente por las balas, es innegable que muchas víctimas del conflicto armado se han atrevido a decir SÍ al perdón, valor que quizá no les inculcaron, o tal vez sí, pero a través de él han encontrado la respuesta que durante mucho tiempo no habían podido hallar. Hay quienes afirman que perdonar no significa olvidar, puesto que aquellos hechos tan dolorosos jamás se borrarán de sus mentes, pero apartarse de ese rencor les ha devuelto las esperanzas que no imaginaron tener, y aunque perdieron mucho por culpa de otros, reconocen que la sed de venganza solo les seguirá cortando las alas.
Se presume que en el plebiscito del 2 de octubre de 2016, las regiones más afectadas fueron quienes respaldaron el acuerdo de paz, y paradójicamente algunas comunidades que profesan idolatría hacia un ser que no es más que amor y perdón, se opusieron por mero escepticismo.
A grosso modo, todo lo antepuesto permite considerar a la comunicación como un proceso que se caracteriza porque conlleva tiempo para que pueda ser efectiva, especialmente si la finalidad es resolver un conflicto de cualquier índole, desde los problemas cotidianos en pequeños grupos comunitarios, hasta una guerra civil como la que ha logrado superar Colombia.