Esta es la tercera vez que el artista Roberto Angulo expone sus obras en la Galería de la Aduana de Barranquilla. La primera vez fue una muestra retrospectiva a comienzos del año 2000 y en ella quedaba clara la corroboración de porqué ha sido considerado el mejor acuarelista de Colombia. La maestría de su técnica y la calidad artística de su obra definen una importante y extensa trayectoria que se ha nutrido de muy diversas temáticas: objetos, reflejos, animales, edificios, plantas; todo lo que ha recibido el escrutinio de su mirada se ha elevado a indiscutidas piezas de arte por virtud del prodigio de su acuarela.
Sus obras han cumplido un importante desempeño artístico en el marco de una carrera que le ha permitido exponer en distintas ciudades colombianas y en el extranjero desde 1971, recibiendo premios y reconocimientos que son la ratificación de sus méritos. La obra de Angulo registra uno de sus más importantes momentos creativos, cuando en un interesante giro de transición elige para expresarse nuevos motivos que abandonan el fuerte protagonismo de las formas objetuales que antes trataba para centrarse en detalles pequeños y casi insignificantes con los que logra una conmovedora síntesis poética que recuerda la pureza elemental de cierto arte oriental fundado en una economía de formas casi minimal. Una simple brizna de hierba en un pantano, o la sutileza de un reflejo o una sombra sutil le sirven para mostrarnos la celebración de un intimismo que en ese momento se sitúa al otro lado del discurso exteriorista habitual de lo Caribe, porque es de una profunda certeza y claridad interior, que probablemente sólo pueda ser posible expresar a través de piezas como éstas ante las cuales toda consideración explicativa resulta superflua y accesoria.
Y esa misma capacidad para poetizar desde lo visual, y más exactamente desde la acuarela, asume en esa serie, en la que se permitió el riesgo de llevar al más alto nivel la economía de formas, el juego de las sutilezas, la exacerbación de las trampas de la luz, la compleja simplicidad de los motivos y de los pretextos, para entregarnos un espectáculo de máxima sensibilidad y regocijo estético.
Pero cuando en 2012, Angulo vuelve a exponer en la Galería de la Aduana, empieza a trabajar en un nuevo giro, esta vez doble, en el decurso de su trabajo: por una parte, asume la técnica del acrílico sin abandonar la acuarela; y por la otra, introduce la figura humana como tema y la humedece en un azul acuoso, en un discurso líquido de gran efecto estético que ha ido desarrollándose hasta llegar al corpus redondo y completo de esta nueva exposición en la Galería de La Aduana, en la que el mismo artista reconoce que ha estado trabajando todos estos años hasta llegar al momento actual con una obra que le permitió lucirse en una reciente exposición en La Habana (Cuba), y que ahora trae a nuestra ciudad para mostrar la recurrencia del tema del agua, sus reflejos, sus distorsiones y transparencias en un Caribe vibrante en el que la presencia de las formas femeninas le aportan ahora a su trabajo una dimensión sensual y fascinante.
En esta muestra se aprecia un proceso evolutivo en el que tanto en las acuarelas como en los acrílicos se integran el equilibrio, la composición y el color en cada obra.
El mismo artista lo dice en estos términos: "En los reflejos que pintaba en otra época había una tendencia hacia los colores tierra porque correspondía a reflejos de agua lluvia, charcos, ciénagas y playas; pero ahora estos reflejos son otros porque pertenecen a una escena diferente: las piscinas, en las que prima la figura humana y la natación artística.
Uno tiene impresión entonces de que éste es un pintor que pinta primero para la exigencia de un ojo interior, sabio e insobornable, (como debe ser siempre) que sólo le permite mostrar lo que está más allá de la engañosa referencia y del riesgo del aplauso.
Con esta colección compuesta por 21 trabajos expresados en las técnicas de la acuarela y el acrílico el artista Roberto Angulo, ha logrado de nuevo sorprendernos con una nueva muestra que no es otra cosa que la ratificación de un compromiso a fondo con la belleza. Y cuando uno está frente a su obra tiene la certeza indiscutible que es así.