“El problema no es Twitter. Es que te importe Twitter”
Opinión

“El problema no es Twitter. Es que te importe Twitter”

Más allá de los liderazgos en 140 caracteres, la pregunta de fondo es ¿cuál es el efecto real de las dinámicas de Twitter en los líderes políticos?

Por:
junio 16, 2019
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Empezamos la semana con un trino de Petro diciendo que el azúcar era una droga más peligrosa que la cocaína. Sin más contexto, en 140 caracteres sentenció: “¿Sabían ustedes que el azúcar es una droga mucho más dañina que la marihuana o la cocaína? Tenemos 250.000 hectáreas sembradas para producir una de las peores drogas de la historia de la humanidad: el azúcar.” Ante la inmensa cantidad de reacciones, luego justificó con un blog (¿ecosfera?) del año… 2013. El trino era en respuesta a otro de María Fernanda Cabal en el que quedaba claro que la congresista no leyó o no entendió la sentencia de la Corte Constitucional sobre el consumo de licor y drogas en el espacio público. Ya hace unos meses, Uribe había justificado, por Twitter, la posibilidad de una masacre: “Si la autoridad, serena, firme y con criterio social implica una masacre es porque del otro lado hay violencia y terror más que protesta”.

¿Qué queda de todo esto? En cuánto a profundidad del debate, muy poco. Los líderes políticos tienen miles de cuentas que respaldan lo que digan, sea lo que sea. Las justificaciones, inevitablemente, son pantallazos o simplificaciones. En algunos pocos casos, hay un “hilo” que profundiza con claridad. Por construcción, la red no se presta para un debate más elaborado. La dinámica entonces es sencilla: el líder le habla a su base y va construyendo, o protegiendo, un espacio que le asegure relevancia por un tiempo. Por esa misma construcción, hay muy pocos incentivos y herramientas para conquistar a personas por fuera de la base. Por definición, el que no está en la base de apoyo requiere de algún tipo de argumento que trascienda el tuit corto y, además, el esquema de respuestas agresiva de los más fanáticos desanima a dar una opinión que ponga en duda la afirmación principal del líder. Hay que tener el cuero grueso para controvertir o preguntar algo a estos grandes nodos de la red de Twitter.

El círculo es vicioso. Se profundizan las diferencias con esquemas de interacción que, casi siempre, necesitan de agresividad, injuria o calumnia para lograr difusión. Es una lástima, entre otras, porque hay debates que pudieron haber sido importantes. Casualmente, el día del trino del azúcar, estaba oyendo una entrevista al doctor Peter Attia que sugería que, probablemente, para el hígado es indistinguible un jugo de naranja o una coca cola, precisamente por los niveles de azúcar. Es decir que la medicina moderna empieza a poner en duda la idea con la que crecimos, que el juguito de fruta al desayuno era el punto máximo de la buena práctica en la dieta. Y yo que me lo tomaba con miel… Sin embargo, al arrancar con la comparación con la cocaína, o diciendo que las masacres tienen justificaciones, los buenos debates terminan antes de empezar y quedan reducidos a muestras de fuerza en posiciones hashtags y tendencias.

Estas personas influyentes cargan con inmensas responsabilidades. Pensaba en un joven leyendo el trino de Petro. El azúcar es más peligroso que la cocaína… Mi interés principal, más allá de los debates fugaces y la espuma del momento, es pensar en qué forma la política ha cambiado con estas dinámicas. La ciencia política se ha ocupado del populismo, el clientelismo, el autoritarismo y muchos más pero muy poco ha estudiado y pensado sobre las implicaciones del uso de twitter en cada una de esas formas de ejercer el liderazgo.

En esta búsqueda encontré un ensayo interesante de Yascha Mounk para The Atlantic: “The problem isn’t Twitter. It’s that you care about Twitter”. En esa línea, hace unos días escribí sobre la relación difícil, de altibajos, de los troles de Petro y Claudia López (probablemente ya más tranquila porque confirmaron su alianza). Mounk toca varios temas, pero el eje de su reflexión es este: “Sin embargo, no es la salud mental de los adictos a Twitter lo que más me preocupa; es el bienestar de la nación que gobiernan colectivamente. Para los tomadores de decisiones que pasan la mayor parte de sus días en una burbuja elitista, Twitter puede parecer una salida, una ventana clara a la opinión pública pura. En realidad, es una distorsión extrema.”

El autor demuestra que el mundo político de Twitter no representa, en lo más mínimo, la realidad política. Es decir, los hechos que parecen importantes en Twitter no son importantes fuera de Twitter. Su enfoque está en Estados Unidos, en donde un 25 % de la población tiene cuenta de Twitter. Por supuesto, en Colombia, en dónde esa proporción es entre 2 %-5 %, la distorsión es aún mayor. Mounk concluye con dos puntos sencillos: los tuiteros no representan a las mayorías -en Estados Unidos son más jóvenes, ricos y liberales que la mayoría de la población- e, inclusive, la mayoría de los tuiteros no están interesados en los trinos políticos. En síntesis, “solo quiénes se definen como extremistas parecen dedicar la mayor parte de su actividad en Twitter a la política”.

Una de las preguntas más interesantes es cuál es el efecto real de las dinámicas de Twitter en los líderes políticos. Y, para Mounk, la situación es clara: contrario a la intuición inicial -las redes sociales abrirían la discusión pública a la población general quebrando las estructuras tradicionales de comunicación-: “La clase política ahora vive en una burbuja que se ha hecho más, y no menos, impenetrable por los cambios tecnológicos de los últimos años. En lugar de conectar las élites de Estados Unidos con la gente común, Twitter ha ampliado las creencias de una pequeña banda de partidarios hiperpolíticos”.

 

Hay un riesgo real de que los líderes políticos
tomen la realidad de Twitter como la realidad del mundo

 

Hay dos implicaciones importantes de esta reflexión. La primera, es de fondo: hay un riesgo real de que los líderes políticos tomen la realidad de Twitter como la realidad del mundo. Habiendo pasado tiempo con varios de estos líderes puedo atestiguar que, algunos y algunas, pasan horas y horas obsesivamente viendo sus notificaciones. En este punto, Mounk sugiere que “los líderes políticos, y todos los demás, mantengan a Twitter en perspectiva. Lo que es peligroso para la democracia no es la existencia de un foro en el que los extremistas puedan hablar y gritarse entre ellos, es la posibilidad de que los tomadores de decisiones confundan el foro con el mundo real y, al hacerlo, permitan que los extremistas den forma a la cultura del mundo real.”

 

Quienes aspirar a liderar desde la política deberían pensar cómo van a acercarse
a los ciudadanos que no están en Twitter, ni se meten en debates de fanáticos

 

La segunda implicación, de forma, es que quiénes aspiran a liderar desde la política harían bien en pensar con cuidado cómo van a acercarse a esos ciudadanos que no están en Twitter, la “mayoría silenciosa” que no se mete en debates de fanáticos. En el contexto estadounidense, Mounk sugiere “(…) para ganar la Casa Blanca en 2020, los candidatos presidenciales tendrán que ganarse a los votantes indecisos cuyos puntos de vista divergen de los de la base de su partido y movilizar a los partidarios de ideas afines que rara vez piensan (mucho menos opinan) sobre la política. Prestar menos atención a Twitter puede ser la clave para ambos.”

Para mí, el panorama es muy similar en Colombia. Tomaré el comportamiento sereno en Twitter de un candidato como probable buena evidencia indicador de capacidad para liderar una sociedad dividida, fragmentada y con rabia. Lo contrario son fuegos artificiales para la tribuna propia, lo más fácil de hacer, y, más grave, la evidencia de que tomaría decisiones por la ansiedad de las notificaciones del celular, no por el bienestar general.

@afajardoa

 

 

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