El aislamiento selectivo no está evitando, sino contribuyendo a la propagación del COVID-19, porque al restringir algunas actividades necesarias como el trabajo y la educación otorga libertad casi ilimitada al comercio y al turismo. En realidad, el aislamiento selectivo no es el problema, lo es el hecho de que el distanciamiento individual depende de nosotros los ciudadanos.
De hecho, algunos parecen estar gozando de eternas vacaciones. La flexibilidad de los horarios en el trabajo, el teletrabajo y las clases virtuales abren una puerta amplia para todos. Las plazas de los centros comerciales cualquier día de la semana se llenan. Son muchos los que llevan su computador, tablet o celular para trabajar en la plaza de un centro comercial. Qué facilidad tenemos para convertir las buenas figuras como el teletrabajo en una mala idea, en una práctica mediocre y desatinada… ¡Esto se ha salido de las manos! Si el COVID-19 fuera tan contagioso y mortal como se aseguraba al inicio de la pandemia, hoy no habría donde sepultar los cuerpos rápida y eficazmente “conforme al protocolo”.
Colombia es un país en desarrollo, un aletargado desarrollo que no es culpa únicamente del gobierno nacional, sino de las decisiones individuales, que nos ubican como sociedad en una posición de pobreza económica y social, porque, lamentablemente, a muchos se les tiene que arrear para poder avanzar. Pocos se levantan temprano a lograr sus objetivos, al punto de surgir necesariamente preguntas como: ¿tenemos claros los objetivos?, ¿hemos pensado en la forma de lograrlos?, ¿hemos trabajado realmente por conseguirlos?
Los colombianos, sin hacer distinción de estrato social o región del país, somos excelentes para dar excusas, para resaltar obstáculos y para echarle la culpa a otro. Los obstáculos no deberían ser una razón para estar estancados, sino para lograr prosperar de distintas e ingeniosas maneras, pero cuando estos son creaciones como justificación para continuar sentados o acostados, caminar lento o hacia las distracciones, no nos permiten avanzar simplemente porque no queremos.
Muchos han convertido al COVID-19 en una excusa perfecta para no continuar, disminuir el ritmo, evitar responsabilidades… pero este virus, ficción o no, debería ser un impulso, porque ha eliminado las barreras, los límites, las fronteras. Nos ha permitido ver que podemos seguir haciendo casi cualquier cosa, sin salir de casa. Todos nos quejamos de eso y es entendible, pero cuando tenemos la oportunidad de hacerlo, corremos a los centros comerciales.
Es hora de volver a la normalidad. Los trabajadores, a sus puestos de trabajo; y los adolescentes, jóvenes y adultos, a las escuelas y universidades. La virtualidad está afectando aún más nuestro desarrollo. ¡No me quiero imaginar los resultados de la prueba Saber y la Saber Pro! Me aterra el tipo de profesionales de los próximos años. Así de fregado y desalentador se siente el futuro próximo si las cosas siguen así.
Diariamente los estudiantes abandonan las aulas virtuales, aunque aparezcan conectados. Para los profesores es muy difícil controlar a cada chico que puede estar en cualquier lugar del planeta, menos atendiendo la clase. Imagino que es desgastante y frustrante. ¿Cómo los califican? Estamos en una realidad demasiado permisiva y desgraciadamente los colombianos aprovechamos cualquier gabela para justificar la mediocridad, como ahora lo hago yo en este artículo, porque, en realidad, si hubiera mentalidad de superación, las clases virtuales serían eficaces y el teletrabajo cumpliría con políticas de “cero papel”, “menos carros en la calle”, "más productividad".
Es triste mirarnos así, como una sociedad que se autocompadece. Como una colectividad hundida en el hueco profundo de la mediocridad. Deberíamos ser arrieros y no arriados… Nada de esto se soluciona con políticas públicas, sino con esfuerzo individual, así los que no quieren ser pobres tendrían objetivos claros, alejados de las críticas a los más “ricos”. Dejar de mirar hacia el costado podría servir… ¡Tener objetivos propios! Ser capaces de apagarle el televisor a nuestros hijos y limitarles los celulares o enseñarles que estas son herramientas para viajar por el mundo gratis e ilimitadamente, para aprender a cualquier hora y para avanzar.
Necesito rescatar algo. En el oficio de los abogados, las audiencias virtuales han sido un plus, la política de “cero papel” ha sido exitosa; aún con sus desavenencias, porque la virtualidad de la justicia requiere que los viejos empleados y abogados nos adaptemos, pero es viable, es sostenible, rentable y efectivo. Estoy plenamente segura de que existen otras actividades que también pueden desarrollarse así.
Estar en casa o salir de ella no es el problema, ni mucho menos lo es el COVID-19, el problema somos nosotros. Vendrán otras pandemias, otras guerras, otros desastres naturales y seguiremos sobreviviendo por instinto, sin emplear toda la capacidad mental, física y espiritual para ser mejores. Continuaremos arrojando basura al mar, cometiendo una serie de actos en contra de nosotros mismos, que engorden el código penal y atiborren las cárceles, esperando mejores políticas públicas, cuando deberíamos comprender, aceptar, asustarnos y buscar una solución, porque, te diré algo, el problema eres tú, es él, es ella, son ellos, por estar mirando hacia el costado, buscando culpables cuando deberíamos mirarnos en el espejo y concluir que el problema somos nosotros, soy yo como individuo.
Podrá encontrarse la vacuna contra el COVID-19 y podrás irte a cualquier parte del mundo o universidad, pero si no transformas mentalidad y eres consecuente con tus acciones nada cambiará. Esto es más fuerte que cualquier enfermedad y más letal que cualquier guerra mundial. Hemos creado una fuerte resistencia para progresar, la vacuna es individual.