Las boletas son incomprables. Al menos para una persona promedio en Barranquilla. La boleta mas barata para ver a la selección raya los 100 mil pesos, el 10% de lo que gana un barranquillero humilde. La mas cara cuesta 470 mil pesos. Estas sólo son reservadas para la creme de la creme criolla. Mas de la mitad de las personas vienen de afuera.
Los que han ido al Metropolitano a ver a la selección lo saben. Saben que los políticos regionales van a los palcos a cerrar alianzas, negocios. Es un lugar en donde muchos de los que no les gusta el fútbol van a farandulear. Por eso uno encuentra a todos los lindos de la televisión estar en primera fila así no entiendan nada del deporte. Están ahí para aparecer en redes sociales, para subir la foto como si fuera un coctel y no un partido.
Por eso, si no se racionalizan las entradas para un bolsillo tan precarios como los nuestros vamos a tener al verdadero pueblo apoyando a la selección y no a hombres como Fico, Peñalosa y el resto de gomelos bien de Medellin y Bogotá sino a los que viven con pasión el fútbol.
Pero, desde que sea el fútbol tratado como un modelo de negocios, social y no como una pasión, vamos a ser aplastados por hinchas vecinas como las de Perú, en donde un puñado de incas logró opacar a los cuarenta mil colombianos que estaban mas pendientes de sus celulares que del partido en donde Colombia quedó con la lápida pegada a la espalda.
Jesurum está más interesado en su influencia política y social, por eso el Metropolitano figura ya como un inmenso salón social en donde los poderosos se encuentran para finiquitar alianzas.