Los sucesos violentos ocurridos los días 9 y 10 de septiembre en Colombia (especialmente en Bogotá), que tuvieron como pretexto la muerte del ciudadano Javier Ordóñez, no responden a la espontaneidad de las masas producto de la indignación que en algún momento pudo motivar a parte de la población, sino que el vandalismo y el terrorismo son una estrategia política extremista, cuya matriz responde a una ideología totalitaria como es la marxista. En este contexto cabe resaltar la frase de Lenin que decía: “La revolución no se hace, sino que se organiza”; por lo que todos los disturbios que se vieron en el país tienen como sello una organización planificada para la desestabilización de la nación hacia la toma del poder por parte de los movimientos comunistas que usan diferentes nombres para ilusionar.
Los comunistas en Colombia lo han dicho a través de los años en todos los tonos, el problema es el poder; sin importarles las tragedias que han representado para la humanidad los regímenes marxistas, dado que los seguidores de esa secta, de acuerdo a su superstición dogmática, se creen predestinados para someter a la ciudadanía a sus instintos malsanos mediante la implantación de una dictadura. Es por eso precisamente que la democracia tiene que defenderse, primordialmente desde el punto de vista ideológico, ganándose las mentes de la población y demostrándole que únicamente mediante la democracia se logra no solo la libertad, sino además el desarrollo social y humano de los pueblos; algo que no les importa a las fuerzas totalitarias del marxismo-leninismo, en vista de que solo les interesa el “placer de mandar”, parafraseando a Jean-Jacques Rousseau en el Contrato Social.
De acuerdo a lo expresado anteriormente, hay que recordar que en cierta oportunidad Evo Morales, cuando era presidente de Bolivia, escribió en su cuenta de Twitter: “La ideología y los principios no están en debate”. Pues bien, con esa afirmación ratificó el carácter de secta que siempre ha tenido el marxismo-leninismo y además mostró lo irracional y brutal de esos dogmas totalitarios, que buscan mediante el crimen y la mentira tomarse la dirección de los Estados para conducir a nuestros pueblos al envilecimiento y la enajenación.
Así las cosas, para los seguidores del extremismo marxista la discusión ideológica se reduce a cero, pues les parece que en los países de la región sonó “la trompeta final”, para dar por terminado cualquier debate intelectual y empezar una carrera desenfrenada con el pragmatismo hirsuto; propiciado este por posiciones cínicas y un desprecio exagerado a todo lo que no es favorable al comunismo totalitario, creyendo por encantamiento los fanáticos del marxismo-leninismo que poseen una “unción divina ” para esclavizar al resto de mortales.
La expresión de Evo Morales acerca de eludir el debate de ideas no es aislada del resto de la cáfila marxista-leninista de América Latina, representada en sus diferentes denominaciones con todos sus disfraces y un cúmulo de trucos para mimetizarse en las naciones, ya que la esencia del comunismo es el engaño. De ahí que el marxista italiano Antonio Gramsci planteara la necesidad de rechazar la razón y mejor atraer a los sectores más ignorantes y atrasados que son fáciles de tramar; en el mismo sentido el teólogo comunista brasileño Frei Betto hace algún tiempo repitió lo mismo sobre la razón, afirmando que no era necesaria. Entonces, indiscutiblemente, los marxistas engañan a los demás al engañar a otros se engañan a ellos mismos y al autoengañarse van en contra de su conciencia, lo cual los convierte en seres irracionales y luciferinos.
No se puede olvidar que el marxismo-leninismo tiene diferentes estrategias para la toma del poder en nuestros países. Precisamente en Colombia se cuadruplicaron los cultivos de coca en los últimos años como producto de las negociaciones con las Farc, por lo que hay que recordar que, gracias a los paros cocaleros en Bolivia en el 2003, fue que dos años después Evo Morales llegó al poder mediante elecciones (hay tenemos un espejo para Colombia): el presidente Gonzalo Sánchez de Lozada tuvo que renunciar y huir por las protestas cocaleras que dejaron un saldo de cerca de 50 muertos. Lo curioso es que en Venezuela, por las protestas callejeras en el gobierno de Nicolás Maduro, el régimen ha asesinado y torturado a miles de personas, según el informe de la ONU, y el dictador venezolano permanece en el poder. Eso demuestra lo inescrupuloso del marxismo que no le importa la vida de los ciudadanos, sino solo el poder.
Dirigentes de lo que llaman izquierda han dicho que para las elecciones de 2022 la estrategia de sus contradictores del Centro Democrático es sembrar miedo en la ciudadanía, pero una cosa es sembrar miedo y otra advertir a la población de los peligros que encarna el comunismo, que utiliza diferentes atuendos o cambia de nombre para engañar y así poder llevar a la nación a una dictadura, que terminará en una esclavitud de la que difícilmente se sale (como sucede en Cuba, Corea del Norte y Venezuela).
Si en Alemania, a principios de la década de los años 30 se hubiera advertido lo que era Hitler y el nazismo, la humanidad no hubiera tenido la Segunda Guerra Mundial con 50 millones de muertos; así que en Colombia lo que tienen que hacer los voceros que defienden la democracia es advertir el peligro que encarna el comunismo totalitario con sus múltiples rótulos, en atención a lo cual se debe fortalecer la lucha ideológica, en donde ni los comunistas ni sus idiotas útiles tienen cómo defender al bodrio marxista, el cual se debe denunciar como enemigo de la especie humana mediante el debate prolífico de las ideas.