Sí, ser ateo es un problema, uno muy grande. ¿Pero cuál es ese problema? Es el rechazo y la discriminación que sufrimos por el hecho de tener un pensamiento distinto al de la gran mayoría de la población. Lastimosamente ese rechazo se ve reflejado en todos los ámbitos (o esferas) de la sociedad, desde el ámbito familiar, laboral, hasta el ámbito político, más si se trata de un país profundamente religioso como Colombia [1].
Aunque no hay estudios o encuestas hechas en Colombia sobre el tema, traeré a colación una encuesta realizada en 1999 por Gallup (encuestadora reconocida a nivel internacional) en los Estados Unidos [2]. Dicha encuesta preguntaba a los estadounidenses si votarían por una persona que estuviera perfectamente cualificada en determinados casos. Si fuera mujer (el 95% lo haría), si fuera una persona católico romana (el 94% lo haría), si fuera judía (el 92% lo haría), si fuera negra (el 92% lo haría), si fuera mormona (el 79% lo haría), si fuera homosexual (el 79% lo haría), si fuera atea (apenas el 49% lo haría). Sobra decir que la encuesta pone de presente el rechazo generalizado que sufren los ateos en la sociedad. Si bien la encuesta fue hecha en Estados Unidos los resultados no serían muy distintos si se hubiera hecho en Colombia, ya que ambos países son similares en tratándose del tema religioso (solo espero que 21 años después de realizada dicha encuesta la aceptación hacia los ateos haya mejorado sustancialmente).
Si bien no hay estudios o encuestas hechas en Colombia, sí abundan los ejemplos en la práctica. Basta con recordar la famosa respuesta de Juan Manuel Santos cuando en plena campaña política por la presidencia le preguntaron: "¿Qué tiene Santos que no tiene Mockus?". A lo que él respondió: "Yo creo en Dios". En la respuesta de Santos hay implícita una connotación peyorativa. No creer en Dios es malo. Es incompatible con ser presidente. Poco después Antanas Mockus tuvo que salir a dar explicaciones, en las que dijo que él era católico y que incluso estuvo a punto de ser sacerdote, simplemente porque declararse ateo en un país como el nuestro sería un suicidio político, por más preparado o cualificado que la persona sea.
Como dije al principio, este rechazo hacia los ateos se da en todos los ámbitos de la sociedad, incluso en el familiar, como ocurrió en mi caso. Yo mismo experimenté el rechazo en mi círculo familiar más cercano cuando dije que era ateo, algo que para mis padres fue fatal, siendo ellos muy creyentes. Casos como el mío abundan, tanto en Colombia como en el resto del mundo. Margaret Downey, miembro de la Freethought Society of Greater Philadelphia (Sociedad en favor del Librepensamiento de la Gran Filadelfia, hoy llamada simplemente Freethought Society) conserva un registro sistemático de estos casos [3]. Su base de datos de incidentes clasificados bajo las categorías de comunidad, escuela, lugar de trabajo, medios de comunicación, familia y gobierno incluye ejemplos de acoso, pérdida del trabajo, exclusión del seno familiar e, incluso, asesinato. Casos como estos también se ven recogidos en el artículo Confessions of a Lonely Atheist [4], de Natalie Angiers, publicado en The New York Times, en el cual se describe la triste y conmovedora sensación de aislamiento que tienen los ateos en Estados Unidos.
Por último, cabe decir que mi objetivo al escribir este artículo es simple, que la sociedad acepte, tolere y respete a los ateos y a todas aquellas personas que piensan distinto. De mi parte, mi nombre estará cambiado por uno falso, por temor a un hipotético rechazo o discriminación del resto de mi familia que no sabe que soy ateo, algo que no deja de ser irónico (lamentablemente) debido a lo aquí expuesto.