El problema con la izquierda…

El problema con la izquierda…

El problema con la izquierda no es la persecución a los ricos, como creen los pobres; es la destrucción plena de las economías y las democracias

Por: Leonardo Moreno
febrero 15, 2022
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El problema con la izquierda…
Foto: Pixabay

Tal vez usted o yo no tengamos una casaquinta o un auto convertible y, como en el chiste flojo del uribista pobre, no nos puedan expropiar nada aparte de las gafas.

La expropiación (expropiación a otros), la persecución de los grandes capitales y la tierra (capitales y tierra de otros), la estatización de la empresa privada (empresas de otros), seguramente sean las menores preocupaciones del ciudadano común, el mismo que presume no tener nadita que comer ni nadita que perder.

Ello no atenúa los peligros de la izquierda, sumamente reales a pesar de las promesas populistas, sino que obliga a pedagogizar sus efectos (como en la escuelita, aprendiendo el ABC).

En Argentina, consecuencia de veinte años de kirchnerismo ­‒con un breve lapsus de racionalidad en favor de Macri‒, la inflación alcanzó el 50,9 % en 2021; esto significa que, así usted sepa de economía o vote por la Colombia ­­Inhumana, si hoy compra un pan en 100 pesos (argentinos o colombianos, para el ejemplo es lo mismo) en un año le costará 150 pesos.

No podría presentarse un escenario diferente luego de que la izquierda ‒entre muchos otros desaciertos‒ elevó la oferta monetaria; dicho en términos llanos, imprimió los billetes con los que Petro promete realizar gasto público, quitándole valor al papel moneda. Los que creían no tener nada que perder, recordaron que la inflación es la expropiación de los pobres.

También en Argentina, otrora exportadora de hippies elocuentes, hoy resulta una utopía comprar unos cuantos dólares.

El fenómeno, secuela de la inflación ya aludida y el deseo de los boludos de ahorrar en una moneda estable, dificulta que nuevos turistas se abalancen por Sudamérica y el mundo en busca de aventuras.

Una vez más, las apasionadas clases populares fueron víctimas del régimen que ellas mismas impusieron, perdiendo su libertad y la posibilidad de fastidiar a otros con su acento y soberbia.

Los fracasos de la izquierda no se reducen a un problema de 'guita'. En contra de la dictadura de Somoza y en defensa de los derechos humanos, Ortega se presentó como la salida democrática en Nicaragua; cuatro décadas después, Ortega es el nuevo dictador y violador de todos los derechos humanos.

En las elecciones presidenciales de 2021, la izquierda celebró el triunfo de un candidato y un partido únicos, mientras la oposición contemplaba los resultados desde una pantalla de televisión en la cárcel o el exilio. ¡Quién lo creería!, ¡las libertades políticas también se pueden expropiar!

Claro está, en una antología de escatológicos fracasos de la izquierda no podría faltar Venezuela. Hoy, siete millones de venezolanos deambulan por el continente. Nadie les quitó la tierra o el capital… ¡solamente perdieron sus empleos! Las familias se destruyen y separan. Nadie les quitó la tierra o el capital… ¡solamente buscan un plato de comida!

Miles de jovencitas universitarias ejercen el oficio más antiguo del mundo. Nadie les quitó la tierra o el capital… ¡solamente quieren alimentar a sus hijos! Los chavistas que alguna vez aplaudieron las voces de su energúmeno dictador hoy suplican con el mismo entusiasmo una caritativa moneda.

El problema con la izquierda no es la persecución a los ricos, como creen los pobres ingenuamente; el problema con la izquierda es la destrucción plena de las economías y las democracias. El ciudadano revanchista, anhelante del declive de la oligarquía (de esos millonarios que odia porque no es uno de ellos), se sorprendería al descubrir todo cuanto tiene por perder: sus derechos políticos y civiles, su seguridad alimentaria y, si la fortuna no lo acompaña, su propia dignidad.

Ahora en Colombia, con el mismo discurso anquilosado, izando las banderas del Error Histórico, algunos se esfuerzan en creer que los resultados serán diferentes.

La situación de Venezuela la eluden afirmando que “no era verdadero socialismo” y, la de fronteras más lejanas, como Argentina y Nicaragua, ni siquiera la conocen porque, de ser un poco letrados, no serían de izquierda.

Lo cierto es (y aquí vale la contundencia, más allá de las dudas filosóficas) que el camino, tantas veces transitado, vaticina un futuro amargo: no habrá prosperidad económica con impresión de billetes (como propone Petro), ni tampoco se generará empleo persiguiendo a los grandes capitales (como propone Petro), ni mucho menos habrá democracia hablando de reforma a la Constitución Política (como propone Petro).

El problema con la izquierda es no aceptar su fracaso histórico, el problema con la izquierda es no aceptar que siempre, en todos los países, en todos los gobiernos, sus ideas han sido sinónimo de miseria, persecución, dictadura… ¡Colombia no sería la excepción!

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