Olga Lucía Jordán es una fotógrafa quindiana que nació en Armenia y muere por su tierra. Ella, muy activa dentro de su mundo, que tiene adentro de su trabajo varios temas: uno que me resulta a mi muy interesante es la relación de la artista con su obra porque compromete la obra con su retrato. Algo tiene que pasar a hacer un acercamiento único.
Otra de sus pasiones es la naturaleza y su geometría. Ella registra las luz orgánica que ilumina sus valles, caracoles, paisajes o flores. O naturalezas muertas que encuentra en una ventana. Descifrarla es algo único. Olga Lucia Jordán es una señora que llega con una cartera y adentro, su cámara sale a flote y queda en mano para siempre —práctica de todos los artistas fotógrafos— no pierde un momento de vista para capturar cualquier circunstancia con una emoción significativa. El momento mismo de la foto, hace parte de un momento de alegría.
Su actitud profesional y sus ojos registran una sensibilidad acorde a un mundo presente donde sus amigos, por ejemplo, se convierten en actores de su repertorio de mil imágenes. No se deja contaminar con la otra realidad inhumana porque siempre se encuentra una belleza genuina que, también hace parte de un repertorio amable de la vida.
Las luces y las sombras le interesan más cuando dos pensamientos se cruzan por la cabeza mientras piensa en una fotografía que se involucra más con las relaciones espaciales de la arquitectura. Se fascina con la racionalidad de escaleras de los castillos del siglo XIX en Francia o España como también la impresionan los universos de las ventanas como voyeur. Ese observador anónimo que se integra a la escena a la distancia.
Mundos de los muchos otros que existen como fragancias. Donde como siempre existe la vida y la muerte severa.
P.D. Entramos es el mundo no imaginado que será el de el nuevo presidente Donald Trump y en una despedida de Obama, quien concedió una entrevista de primera plana a Michiko Kakutani, publicada el lunes 16 de enero en el New York TImes en la que se refiere a la manera milagrosa como la lectura ha sido un refugio y fuente de enriquecimiento y, como un legado a sus hijas, les deja en una lista pendiente de varios libros. Uno de ellos es Cien años de soledad.