Transcurrían las horas, se sucedían, una tras otra, las conferencias y con cada una el alma crecía, se maravillaba, se henchía de dicha. El seminario de humanización en salud cumplió su cometido, dejó grabado en los corazones el nuevo modelo de salud propuesto, el cambio de paradigma hecho realidad, aplicado en la práctica cotidiana, sin quedarse solo en una bella disertación, sino con la prueba fehaciente de estar convertido en hechos reales.
El eje central de dicho evento está resumido en la frase: “El privilegio de cuidar”. No se si haya sido acuñada por Emilio, (conferencista en el seminario y promotor, cocreador de este modelo de atención en salud) pero si se que él logra transmitir su sustancia, su esencia, desde el fondo del alma, para quedar impregnada en los oyentes. Tanto que me tomo el derecho de usarla como título y tema en esta columna.
Considero que cuidar es constitutivo a la naturaleza, a todas sus especies. La tortuga cuida al desovar en la arena; la gacela al avistar del león; el colibrí al alimentar sus polluelos; el castor al construir la presa; el árbol al dar cobijo de sombra bajo sus ramas.
Ya convertido el cuidar en arte, ello es propio de la especie humana. Tan solo reflexionemos: la madre hacia los hijos, la familia hacia sus miembros y la comunidad hacia sus integrantes, tienen que venir desde el inicio de nuestra raza. Más formalmente, se remonta a milenios, apareciendo en 250 A.C. las primeras referencias en la India, con el establecimiento de un gremio de personas dedicado a cuidar de los demás, en especial de los enfermos. En la Edad Media los cruzados tuvieron órdenes militares cuyos sus miembros estaban dedicados solo a ello. Y así podríamos seguir investigando la historia del cuidado, personal y ajeno, plena de bellos gestos de la humanidad para consigo misma.
El mismo cuidar, el mismo aliviar se aplica a la víctima de violencia,
a la pobreza extrema,
a la ausencia de satisfacción de las necesidades básicas…
Cuidar es aliviar. ¿Aliviar qué?, pues el sufrimiento. Aunque aquí el tema central es aliviar en la enfermedad, no sobra recordar que el mismo cuidar, el mismo aliviar se aplica a la víctima de violencia, a la pobreza extrema, a la ausencia de satisfacción de las necesidades básicas, etcétera. En todos ellos, así como en la humanización de la salud, la compasión es rectora.
Es por los vínculos emocionales que tejemos una red de cuidados, que se extiende a conocidos y a “desconocidos”, por el hecho de ser seres humanos, simplemente por ello. Son los vínculos entre nosotros, las alianzas, las redes de cooperación las que potencian en forma exponencial el arte de cuidar. Unirnos es un privilegio.
El privilegio de cuidar, es parte de lo que recibimos en compensación todos los que trabajamos en el área de salud, sin importar cargo, oficio o profesión. También es de la familia, los amigos, los compañeros. No es ajeno a nadie el deseo, la emoción y la satisfacción del cuidar. No es ajena a nadie la gratitud de ser cuidado. Sí, poder cuidar de alguien es un privilegio y se gana con amor y tesón.
Y para cerrar, ya que últimamente hablo y escribo continuamente sobre el morir, el cuidar hasta el final de la vida, así como del vivir hasta el último minuto, recomiendo escuchar la siguiente canción: Morir Cantando o en su idioma original: Mourir sur scene por Dalida.