La conspiración contra Petro culminada en forma rápida y eficaz por el procurador Ordóñez, empezó en los medios de comunicación desde el día de su posesión como mandatario. A propósito de esto, dice Rui Falcao, diputado brasileño y presidente del Partido de los Trabajadores, en recientes declaraciones a El País de España: “Más fuerte que la oposición partidaria son un conjunto de sectores del gran capital, de los monopolios mediáticos y de altos funcionarios del aparato de Estado, presentes en la Judicatura y el Ministerio Público. Esa oposición es más poderosa que la de los otros partidos políticos juntos”. Una visión de país desde la izquierda, como la de Petro, distinta a la del poder establecido y lograda en forma limpia por vía de la democracia, no será posible mientras El Régimen sea el dueño absoluto de las instituciones y de la República.
El Régimen, como llamaba Álvaro Gómez Hurtado a esa conjunción de fuerzas dominantes atornilladas en el poder, conformada por políticos, empresarios, terratenientes, contratistas, periodistas, militares, religiosos, mafiosos, intelectuales, notables y demás, y que llevan 200 años repartiéndose privilegios, protecciones y absoluciones ante la creciente inequidad que vive Colombia, acaba de expresarse por medio de uno de sus instrumentos, el Procurador Ordóñez que, actuando “en derecho”, comete un crimen político de lesa majestad contra el pueblo al entregar en bandeja de plata cubierta de “ley”, la cabeza del líder político más importante y de mayor futuro que tiene hoy Colombia: Gustavo Petro.
Ante la despótica decisión, el Procurador Ordóñez se ha comportado como un misionero al servicio de El Régimen y se ha convertido, en forma súbita, en el verdugo, el Monstruo, el Frankestein. Ahora todos en el poder (salvo las minorías conservadoras) se rasgan las vestiduras ante la actitud de Ordóñez, en público, y señalan hasta “abusivas” sus funciones. En privado, aplauden y celebran en silencio y sienten un “fresquito” de alivio por quitarse de encima las dos amenazas políticas más serias que ha tenido el Establecimiento. Y es muy probable que en pocos días le quiten esas funciones tan arbitrarias, antijurídicas y anticonstitucionales. O aún, que decreten la nulidad de su reelección. Cuando ya hizo el daño, cuando ya cumplió su misión.
Porque la misión silenciosa encomendada por El Régimen, por Santos y la clase política, a Alejandro Ordóñez al ser reelegido en el cargo de Procurador General de la Nación -contra la opinión pública y valiéndose de prácticas vergonzosas- era, no solo la de revocar los mandatos de Piedad Córdoba y Gustavo Petro sino, además, causarles la muerte política. La manera de comprobar esto es hacer una composición de tiempo y de circunstancias: si Piedad Córdoba tuviera los derechos civiles y políticos, muy posiblemente estaría disputando hoy la Presidencia de la República. En el caso de Gustavo Petro, igual: con la decisión de Ordóñez se elimina al más fuerte adversario, hoy, en la lucha por la Presidencia del 2018. (Algunos sospechan, talvez con imaginación febril, que Ordóñez está limpiando el camino para su aspiración presidencial del 2018). En el breve tiempo de su gestión ha conseguido sacar del escenario político a los dos pesos más pesados de la oposición, Piedad y Petro, por la vía rápida de la muerte política: una verdadera hazaña que lo consagra como uno de los favoritos cuando termine su mandato. (La cantidad de destituciones e inhabilidades que lo presentan como un imparcial funcionario, son para adobar el plato fuerte de la cena política: una simple estadística para mimetizar el verdadero trofeo. No comemos de esa).
El Estado Social de Derecho y la majestad de las instituciones y de la República no pueden invocarse para legitimar un crimen jurídico de Estado con consecuencias políticas severas e inmediatas en contra del líder de izquierda, tal como se ha visto con la espontánea y solidaria protesta nacional e internacional a favor de Petro. No se aguantaron tamaño exabrupto jurídico y rompiendo los rigurosos cánones de la diplomacia, protestaron, sin ningún pudor, de inmediato, contra la extrema medida. Cómo será de ostensible y gravosa la afrenta…
El mensaje político enviado con la decisión de Ordóñez puede ser el principio de una inflexión histórica en la cual las mayorías, por efecto de la indignación y de la movilización popular y ciudadana en las plazas públicas, -el regreso del péndulo-, abrazarán a Gustavo Petro como su gran esperanza de liberación política de El Régimen. Y de hecho, Petro se ha convertido ya, pasadas apenas 72 horas, en un líder con proyecciones históricas para lograr una revolución ciudadana, pacífica y legal, apegada a la Constitución de 1991, por fuera de ideología y de partidos, en busca de un país soñado en paz y en democracia. Porque lo que necesita la democracia para fortalecerse no son los partidos políticos (casi todos antidemocráticos) sino una nueva ciudadanía participando en la construcción de país.
Y si la consigna inmediata de votar a favor de la paz en contra de la guerra, triunfa como todos esperamos, se habrá logrado desmovilizar la guerrilla como primer paso en la búsqueda de liberación nacional. Se despertará así una energía política acallada y sometida por el miedo, el terror y la violencia, y el paso siguiente, de la mano con Petro, será arrebatarle la democracia a El Régimen para consolidar el ingreso de Colombia a la modernidad y al siglo XXI.
