“Año bisiesto, año siniestro”, dice el refrán popular que están repitiendo desde hace seis meses los productores de petróleo. Este 2020 un virus microscópico con forma de maza medieval enclaustró a los humanos, dejó los aviones en tierra, los autos en los garajes, la demanda de combustibles por los suelos y los ingresos petroleros en caída libre. El precio del crudo de Estados Unidos llegó a caer tanto que un día había que pagar para que se lo llevaran, mientras el almacenamiento en tierra no daba abasto y los tanqueros cisternas llenaron de puntos los mapas de localización en el océano. Fue un capítulo para la historia en la guerra del petróleo entre Rusia y Arabia Saudita, en simultánea con los estragos del covid-19.
En medio de la crisis, una nación petrolera saldrá más fuerte cuando ceda la pandemia: Arabia Saudita. El príncipe Mohammed bin Salmán podrá tomar una más grande la tajada del mercado con la excepcional capacidad de los saudíes de abrir y cerrar el grifo del petróleo a voluntad. Mientras tanto, ve romperse la burbuja del shale oil en Estados Unidos y a sus rivales quedar tendidos en el campo.
“La edad de oro de la energía americana” de que habló Donald Trump hace un año, está a punto de concluir. Nueve de cada diez explotadoras de esquisto no dan utilidades y suman una deuda, en gran parte especulativa, de USD 143.000 millones, según Haynes & Boone, especializada en sector energético. Las quiebras de fines del año pasado significaron según Moody´s el 91 % de todas las empresariales, y Fitch Ratings sostiene que la insolvencia de las empresas con valoración de bonos basura crecerán 25 % este año. Al negocio llegaron miles de inversores que entraron “con la cédula”, al decir popular, financiadas con endeudamiento barato que entregaron los bancos más preocupados en medir rentabilidades que la situación de un negocio que no conocían y que era extremadamente vulnerable a los precios. JP Morgan Chase, Bank of America, Citigroup y Wells Fargo para citar solo los cuatro grandes colosos financieros, avalaron el shale con más de USD 10.000 millones cada una. Cuando se desplomaron los precios, endeudamiento sobre endeudamiento para pagar fue el camino más rápido hacia la bancarrota. Grandes productoras como Whiting Petroleum Corp y Ultra Petroleum Corp ya cerraron y la pionera del ´fracking´ Chesapeake Energy se acaba de declarar en quiebra con una deuda de USD 9.500 millones.
Harold Hamm, el rey del ´fracking´ha sido golpeado, y Chesapeake Energy, la pionera, quebró hace unos días
Lo que no pudo lograr Arabia Saudita impulsando la caída libre de los precios en 2014 de la mano del octogenario ministro de Energía, Ali al Naimi (Ver El pastor de ovejas que hoy decide el precio del petróleo) lo ha conseguido el coronavirus. Aumentos en la producción anuales de shale entre 1-1,5 millones no volverán a verse pronto. Y aún si los precios suben hasta USD 50 por barril, el crecimiento será algo así como entre 0 y 500.000 barriles, según el exanalista de Goldman Sachs Arjun Murti. Hay cautela en las inversiones, Chevron y Exxon las redujeron, BP le apuesta a energía renovable, por tanto, recomponer la industria tomará tiempo. Un buen conocedor del mercado petrolero global le dijo a Las2Orillas que la industria petrolera se centra ahora en el desarrollo de campos de petróleo convencional competitivos de bajo costo, mientras los de alto costo cerrarán o permanecerán sin desarrollarse, y que los bancos caminan, ahora, en esa dirección. Estados Unidos, siente el golpe, y como primer productor mundial, podría ver declinar su producción de 13 millones de barriles diarios en 30 %, dependiendo de qué tan rápido se reactive la demanda. El informe de perspectiva de corto plazo de la Agencia Internacional de Energía (AIE) en mayo sitúa la producción de EE. UU. en un promedio de 11,7 mbd este año y no más allá de 10,9 mbd en 2021.
Arabia Saudita podrá volver a abrir la llave para entrar con fuerza al mercado y mejorar sensiblemente su participación. En todos los escenarios se estima que la demanda superará a la oferta deteriorada, cuando esta crisis pase. Ya se han dado algunas muestras con la recuperación de China, pero esta semana la AIE y la Organización de Países Exportadores de Petróleo (Opep), recortaron sus previsiones sobre la demanda mundial de crudo del 2020. Habrá que esperar más. La demanda de combustible de avión que representa el 8 % todavía está de capa caída, y el mayor uso del automóvil sobre el transporte público para evitar contagios, aún está por verse.
No obstante el indiscutible liderazgo de Arabia Saudita en esta crisis, sus finanzas fueron golpeadas, pero aguantó el temporal. Demostró su capacidad de endeudamiento con USD 58.000 millones y una relación de 24 % del PIB que puede haber crecido. Sus reservas internacionales de USD 424.000 millones antes de la pandemia fueron suficientes para defender el riyal, en el reino que le cuesta USD 2,80 producir un barril, pero necesita venderlo a USD 80 para equilibrar su presupuesto. Por eso hubo sacrificios como subir el IVA de 5 % a 15 % y recortar los subsidios a los trabajadores. Curiosamente, mientras ello sucedía, y se aplazaba en el proyecto Visión 2030 del príncipe Ahmed Bin Salmán, se gastaban USD 8.000 millones en participaciones de empresas estadounidenses y europeas desde el operador de cruceros Carnival hasta los grupos petroleros Shell, Total, Repsol, Equinor y Eni, pasando por Boeing, Citigroup, Disney y Facebook, según el Financial Times. También quería comprar el club de fútbol inglés Newcastle por 300 millones de libras, pero retiró la oferta el 30 de julio.
En la reunión virtual de Opep+ el miércoles pasado se confirmó un cumplimiento de 97 % de los acuerdos
La pandemia le dio a Arabia Saudita una mayor fortaleza geopolítica, sostiene un reciente informe de la Universidad de Columbia. El reino restableció su alianza con Estados Unidos, cuando Trump tuvo que “pedirle cacao” con precios negativos de su petróleo para que liderara a otros productores de Opep+ y recortaran la producción. Los preccios subieron en torno a los USD 40. Los senadores estadounidenses ya no podrán seguir con su legislación anti- Opep cuando a voz en cuello se le pedía que actuara, precisamente, como cartel.
A Putin le quedó claro que no puede salir corriendo de las negociaciones de Opep+ y que Rusia es más dependiente de Arabia Saudita en el manejo del mercado petrolero que viceversa, “estrechando su mano en una relación, con amplias repercusiones en el Oriente Medio, donde Moscú ha crecido en presencia militar y donde cultiva aliados como Siria e Irán el archienemigo de los saudíes”, dice Columbia.
Con petróleo a USD 45,49 y un cumplimento de 97 % de lo acordado para frenar la debacle, confirmado en la 21 reunión ministerial de Opep+ el miércoles, Arabia Saudita ha demostrado una vez más, que tiene no solo un inmenso poder sobre el mercado del petróleo sino una notable influencia geopolítica.
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