Tomando como base los momentos de la encrucijada en que se encuentra Colombia, no es difícil entender las cualidades que debería tener el próximo presidente del país, el cual será elegido en el 2022.
Sin duda, el escogido no debería ser de las mismas características del actual, porque sería como echarle más leña al fuego.
Es decir, tendría que ser todo lo contrario: conciliador, solidario y conectado con la realidad y necesidades del pueblo, para que el descontento con los gobernantes no se haga cada vez más complejo e irremediable.
Lo que está sucediendo por estos días con las protestas en Colombia, es como las fumarolas de un volcán activo a punto de estallar. Un aviso del que no deberíamos prescindir por considerarlo un capricho o un gadejo transitorio de un sector del pueblo, ya que el inconformismo crece como una reacción en cadena.
Por eso, el nuevo presidente de Colombia a elegir tendría que ser, esta vez, el adecuado o al menos el que posea las cualidades arriba mencionadas, sin importar su índole política, con la excepción del que actualmente gobierna o lo ha hecho en los últimos veinte años, una de las inconformidades del pueblo, porque, repito, sería como echarle más leña al fuego.
Nada ocurre por casualidad y parece ser que todos los astros se estuvieran alineando con el fin de ayudar en esta ocasión a un pueblo tan sufrido como el nuestro.
De ahí que no deberíamos de desaprovechar esta última oportunidad que Dios, al parecer, nos ha querido otorgar, para que no digan después de que nos abandonó o castigó a tener a los mismos gobernantes de siempre. Por eso, en el 2022, con la ayuda de Dios, pues iluminó hasta a los jóvenes que nunca estuvieron tan participativos, Colombia dará por primera vez un paso trascendental en su historia.