El presidente Petro y la libertad de prensa

El presidente Petro y la libertad de prensa

Acorralado por el constante bombardeo de noticias contra su gestión, Petro se atrincheró en Twitter, desde donde dispara con frecuencia contra la prensa

Por: Jorge Enrique Vélez Martínez
julio 11, 2023
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El presidente Petro y la libertad de prensa

Acorralado y, al parecer, desesperado por el constante bombardeo de noticias en contra de su gestión, el presidente Petro se atrincheró en Twitter, desde donde dispara con frecuencia pájaros azules contra la prensa

Siendo candidato a la presidencia en el 2022, fueron constantes sus afirmaciones de no obstaculizar el trabajo de los periodistas y comunicadores sociales, estuvieran a favor o en contra de, en ese momento, un posible gobierno suyo.

No lleva ni un año a cargo de la administración del país y Petro, ya sea desde las plazas públicas o en Twitter, no pierde la oportunidad de lanzar dardos, cada vez con más constancia, contra cierta prensa. 

Aunque sus mensajes parecen tener la intención de desmentir noticias que él señala como falsas o desinformativas, Petro, quien ha sufrido en carne propia la persecución política, sabe que en Colombia bastan solo algunas palabras para que un partidario radical ejerza violencia sobre quien el líder político marque con una equis.

¿Entonces el presidente Petro debería dejar de estar acusando a ciertos medios de comunicación de estar en su contra, de desinformar y difundir noticias falsas? La respuesta, para mí, es un firme sí. No únicamente porque él sea de los pocos políticos en la historia de nuestro país con capacidad de movilizar a sectores amplios del pueblo, y sus palabras airadas puedan conducir a radicales enceguecidos a actos de violencia física; o porque su deber es gobernar y no refutar u objetar lo que dicen los medios sobre su administración de país. Sino también porque está poniendo en cuestión y peligro la libertad de prensa y de expresión.

Colombia, aunque en ocasiones no lo parezca, es una república democrática, no una monarquía en la que un rey puede incluso mandar a cortarle la lengua a su súbdito si lo que éste dice no es de su agrado. Entonces, ¿la prensa y las personas pueden decir lo que quieran? Sí, tajantemente sí. Siempre y cuando lo que se diga no atente contra el buen nombre de nadie ni se incite explícitamente (y digo solo explícitamente porque lo implícito, lo velado, requiere de un profundo y serio debate de interpretación)  a causarle daño físico a otra(s) persona(s).

Sin embargo, se esperaría que los medios de comunicación se guiaran por una ética, la cual consiste en que sus contenidos fueran generados tras una exhaustiva investigación fundamentada en la búsqueda y verificación de fuentes y contrafuentes, tanto documentales como humanas. Está más que claro que eso no es así. Los contenidos, las noticias, en muchos casos, no son generadas por periodistas, sino por comunicadores sociales, es decir, una persona especializada en transmitir un mensaje que se le ha encargado, sin importar(le) el grado de veracidad de lo que comunica.

Aún así, la raiz del problema no radica en la prensa, sino en la falta de formación de la sociedad, que debería ser impartida en las instituciones de educación, en todos los niveles, para diferenciar entre hechos y especulaciones e interpretaciones, y así reconocer y separar la información falsa de la verdadera.

Pues, al final, ¿Qué independencia puede tener un medio de comunicación si su dueño, los intereses de este o de sus amigos empresarios o políticos se ven amenazados o atacados?

Era claro desde un principio que los grandes medios de comunicación nacional aprovecharían hasta el más pequeño acto de la administración Petro para generar polémica y atacar la gestión del primer presidente de izquierda en más de doscientos años de vida republicana.

Cómo podría ser de otra manera ante un político que reveló al país los lazos del paramilitarismo con funcionarios de todos los niveles del Estado; defensor enérgico de la justicia social en uno de los países más desiguales del mundo, según el Banco Mundial (2022); que se muestra poco amigable ante los grandes ricos del país, como Luis Carlos Sarmiento Angulo, que se benefician de lo público para seguir acumulando una riqueza que ni en cien vidas podrían gastas así despilfarraran todos los días, mientras 15,5 millones de colombianos sufren de hambre (Programa Mundial de Alimentos, 2023).

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