Hannah Arendt, en la introducción a su libro Sobre la revolución (1963), presenta una disertación que resulta muy pertinente para la Colombia de hoy, a propósito de la relación entre guerra, violencia y revolución. Una interpretación libre de su análisis permite concluir que, en los tiempos actuales, la “revolución” se propone instaurar un orden nuevo (político, cultural, económico, tecnológico… considerado justo), pero siempre en búsqueda de libertad, es decir, enfrentando la tiranía. Por eso la revolución puede recurrir a la violencia y a la guerra “si y solo si” existe tiranía. Esa es mi interpretación libre. Y Arendt concluye: “En contraste con la revolución, el propósito de la guerra tuvo que ver en muy raras ocasiones con la idea de libertad”.
Es claro que el programa de gobierno del presidente Petro y la vicepresidenta Márquez, así como las decisiones de políticas públicas ya adoptadas, constituyen un nuevo orden en Colombia y ese orden promete ser más justo. Los espacios de gobierno otorgados a los negros, a los indios, a las mujeres y a la izquierda, no tienen precedente en la historia nacional. En los ministerios y en los cargos de segunda línea el presidente Petro ha dado un mandato expreso contra la corrupción y eso es también un orden nuevo.
Las políticas económicas en marcha, incluyendo la reforma tributaria y las decisiones sobre reforma agraria, industria y la propuesta laboral, tienen un claro sello de equidad y justicia, profundamente transformadoras. Por eso la reacción tan estruendosa de los defensores de añejos privilegios.
Y haber puesto en el centro de las relaciones con la comunidad internacional los temas del fracaso histórico de la política antidrogas (algo de lo que hablan los presidentes solo cuando terminan el mandato) y la necesidad de nuevos acuerdos para superar las violencias asociadas, así como el tema de la transición energética y la defensa de la Amazonia viva, o la propuesta de recuperar la integración latinoamericana, aunque no son temas nuevos, sí proponen un orden internacional diferente.
Pero el tema central de la política que agencia el presidente Petro es la propuesta de paz total. Para que no haya dudas, el presidente habla de una TRANSICIÓN, no de una REVOLUCIÓN.
Por eso, ¿A nombre de luchar contra qué tiranía pueden mantener la guerra el ELN y las Disidencias de las Farc?
Podemos discutir si en tiempos del excluyente Frente Nacional o del régimen de terror de Turbay o aun cuando Uribe, se “explicaba” el recurso a la violencia y a la guerra. Lo cierto es que gracias a que muchos grupos insurgentes entendieron la necesidad de la paz para hacer política y, finalmente, gracias al Acuerdo de Paz de 2016, hoy un exguerrillero puede conducir una transición que se parece más a una revolución, la que resultó imposible por la vía de las armas.
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Se trata de una transición porque se está haciendo POLÍTICA con las reglas del juego (instituciones) vigentes. Y eso es lo novedoso y lo trágico
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Me atrevo a justificar, en todo caso, que se trata de una transición porque se está haciendo POLÍTICA con las reglas del juego (instituciones) vigentes. Y eso es lo novedoso y lo trágico. Por ejemplo, unos generales debieron salir a disfrutar su pensión porque otros, más jóvenes, fueron convocados, conforme las normas.
Lo nuevo es que el presidente Petro y todos los sectores progresistas se apegan (nos apegamos) a defender la Constitución y las leyes vigentes, para cumplir y hacer cumplir el mandato popular del 19 de junio. Por eso, los que usaron el presidencialismo y el Congreso para construir privilegios y acumular, se exasperan de que se usen hoy para construir equidad.
Boric en Chile se encontró con la necesidad de cambiar las reglas de juego, la Constitución, y entró en crisis.
La derecha preferiría que la llagada de la izquierda al gobierno hubiera sido imponiendo nuevas normas y ojalá un régimen tirano, para combatirlo con razón. En eso consiste su tragedia: en que hasta el Partido Conservador promete votar mayoritariamente las reformas, ¿no es verdad señor Pastrana?
Y es transición porque todo queda en abierto. Puede regresar la derecha y la extrema derecha a gobernar, si el Gobierno se equivoca a profundidad o no cumple. Claro, la señora Cabal puede regresar.
No es una revolución, es una transición, pero para los poderes entumecidos, que ven amenazados sus privilegios, es como si lo fuera.