En su penoso mensaje en ingles del otro día, el presidente Duque confesó que no podía gobernar porque no le dejaba hacerlo el senador Gustavo Petro. Dando por hecho, en contra de toda evidencia, que los paros y las movilizaciones que tienen en vilo al país no tienen otra explicación que la obediencia de millones de colombianos a las consignas del líder de la Colombia humana. Presidente, ni tanto honor ni tanta infamia. Es cierto que Petro ha apoyado los paros y las manifestaciones de protesta, pero lo ha hecho al mismo tiempo que ha reiterado sus llamamientos a poner fin a los bloqueos que han agravado la situación ya de por sí crítica de la economía del país. La dirección de las mismas la ejercen el comité nacional de paro y las organizaciones indígenas, que han actuado con su propia agenda como bien es conocido. Si alguien ha sido el promotor imprescindible de las movilizaciones populares más impresionantes de las últimas en décadas, ha sido precisamente usted señor presidente que - con una inconciencia que cuestiona su aptitud para el más alto cargo - no se ha dado cuenta que son sus decisiones políticas el motivo y la razón de ser de las mismas. No ha sido Petro ni Putin - como se le ha ocurrido a otro de sus generales con más soles que luces - y menos aún el “castrochavismo”, esa delirante invención de Álvaro Uribe.
No señor presidente, no le eche la culpa a otros de que millones de colombianos se hayan echado a la calle indignados. Es usted el responsable, es usted quien decidió la política con la que el país debía responder a la emergencia causada por la trágica combinación de pandemia sin apenas precedentes y una crisis económica internacional devastadora. Tomó dos medidas. La primera, la cuarenta, sin atender ni entender cuán graves podían ser sus consecuencias sociales en un país en el que la mitad de los trabajadores son “informales” y que por serlo tiene que echarse a la calle cada día a buscarse la vida. La cuarentena es un lujo que difícilmente se pueden permitir. Y los subsidios que decretó para ayudarles fueron de insuficiencia que usted se negó a remediar a pesar de que un equipo de calificados economistas le presentó una propuesta viable para financiar el ingreso mínimo vital de carácter universal. En contraste con esta indignante cicatería, destinó la tajada del león del presupuesto público dedicado a enfrentar las consecuencias económicas de la pandemia, a las grandes empresas y a las multinacionales a las que antes había aligerado la carga impositiva con la regresiva – y por regresiva insultante- reforma tributaria de 2019. ¿Usted creyó que por contar con la complicidad de una prensa y de unos medios convertidos en una aplastante maquinaria propagandística, nadie se iba a dar cuenta de tan flagrante injusticia? ¿Que nadie se iba a indignar porque en esta difícil situación se regalaran 240 millones de dólares a Avianca, una empresa multinacional que dejó de ser colombiana hace bastante tiempo, y que hace un par de años respondió de la manera más despiadada posible a la huelga de sus pilotos colombianos que reclamaban salarios dignos? El país entero padeció el deterioro en el transporte aéreo de pasajeros causados por la intransigencia del dueño de la empresa ante las demandas de los pilotos, a mucho de los cuales terminó despidiendo.
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La compra de vacunas se hizo a espaldas de la opinión pública, sin la obligatoria licitación pública y atada de antemano a las multinacionales norteamericanas
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La sanidad pública en sentido estricto ha sido mejor tratada. La compra de vacunas se hizo a espaldas de la opinión pública, sin la obligatoria licitación pública y atada de antemano a las multinacionales norteamericanas que, como era de esperar, condicionaron los volúmenes y los plazos de entrega de las dosis a su plan de obtener los máximos beneficios vendiéndolas antes en los Estados Unidos y en Europa. El recurso de última hora a las vacunas chinas – disponibles desde enero – no ha sido más que un parche en un programa de vacunación todavía muy retrasado.
Pero si alguien todavía dudaba de su desprecio por la suerte del pueblo colombiano, señor presidente, usted la despejó con su decisión de presentar dos reformas, la tributaria y la de salud pública, que fueron la gota que derramó el vaso. Quitar impuestos a los ricos y subirlos a la clase media y los pobres y privatizar aún más la salud pública resultó demasiado.