A mediados de los años noventa la televisión colombiana era un muermo infumable. Eran telenovelas y reinas. Algunas producciones marcaron época. Azúcar, dirigido por Carlos Mayolo, y Café le dieron dimensión internacional al enanismo de nuestras historias. Por eso, en 1994, fue una cascada refrescante que Carlos Vives hubiera usado su poder para formar un programa tan irreverente, tan anárquico, tan blasfemo como La Tele. Los protagonistas eran tres de sus mejores amigos, Alberto Velilla, quien es hoy un poderoso empresario en Barranquilla, Santiago Moure, uno de los actores más respetados del país y Martin de Francisco, su ex cuñado.
Si nos ceñimos a lo que cuenta el propio Martin en 1994 era un muchacho de 30 años recién salido de Zarzal con una cachucha llena de sueños. Por estos videos uno puede ver que este hombre, de verdad, no le tenía miedo a la muerte:
Martin y Santiago tenían además un programa en Radioactiva, una especie de Mañanero, de El Gallo pero con gracia y estilo. Y un humor negro que rayaba en el satanismo, en donde tenían secciones tan tóxicas como La llamada diaria a John Zea. Lo de ellos era destruir a la farándula colombiana a pesar de la censura que querían imponerle por ser tan iconoclasta. Se transformó en dibujos animados y le dio garrote a todo el mundo.
Sin embargo, después del 2002, llegó el uribismo y si bien no hubo una censura oficialmente explícita si se puede uno preguntar porque desapareció de la televisión colombiana el humor político. Se acabaron Los Francotiradores y lo que más podía parecer un sketch político era Sabados Felices cuando estaba en su mejor momento. Martín y su humor negro fueron desterrados.
No sabemos qué demonios personales azotaron a Martin en la primera década de este siglo. Se habló de abuso de drogas, de alcoholismo. Pero desapareció de los canales, de la radio. Una vez termina el segundo periodo de Uribe, en el 2010, Martín está en Caracol, al lado de Casale, con el Rock and Gol. Casi nunca hablaba de política, en ese momento el único que podía decir cosas políticas y seguir siendo periodista, el que tenía los pantalones, el carácter para hacerlo era Iván Mejía. Pero Martín se fue superando a sí mismo y de la mano de Julio Mario Sánchez Cristo hizo tándem con el Doctor Peláez y ahora son los reyes del mediodía. Dos horas de puro fútbol, metal y antiuribismo.
Esos años de ostracismo de Martín le sirvieron para que la gente supiera de su coherencia. Porque ahora que Uribe tiene más del 70% de desaprobación, Martín puede decir que nunca le vendió el alma al Diablo, por eso es un referente cada vez que expulsa su ira contra los poderosos, los Carrasquilla, los Duque que se sienten tan cómodos en el Statu Quo que ordenó Luis Carlos Sarmiento Angulo.