La edición de la pasada revista Semana —número 1645— tuvo como primicia una entrevista con el polémico pintor instarrico o nuevo rico, Óscar Murillo, debido a superventa astronómica de un cuadro por 391.000 dólares.
Pero, por quedarse en hechos reales, nos quedamos sin la verdad ni la sustancia de saber cómo su obra de arte es tan reconocida instantáneamente y con los adjetivos gloriosos del mundo del capitalismo incierto.
Qué piensa, cómo pinta, qué lo guía o motiva para hacer su mundo no aparece en el artículo, desgraciadamente lo que brilla más allá del mundo es el mundo pesos. Le ayuda la asociación y el estilo del jamaiquino que fue grafitero guerrero del metro de Nueva York, hasta el día que lo encontró el artista rey del arte Pop que, con sus galeristas lo consumieron: se llamaba Jean Michel Basquiat. Algún engendro comercial existe detrás de Óscar Murillo, que hasta él está asustado. En las fotos se traduce una pose de un ser inseguro, angustiado con la gran sorpresa de la vida.
Un artículo del periodista nos muestra el currículum natural de un pobre que sigue a sus padres a Londres a pasar las penurias del inmigrante que busca un mejor camino. Cruzaba los ríos cercanos y nadaba como Tarzán en su lugar natal en La Paila, Valle del Cauca. En su juventud, como a todos los niños que no quieren ser artistas, pensó que podría encontrar un brillo mundial en el fútbol, que siempre resulta un deporte agresivo para jugar —no para observar— cuando se tiene alguna sensibilidad más humana. Y descubrió el diseño, por no tener un árbol donde treparse para sentirse libre… Nada concuerda con alguien que realmente tenga una dimensión interesante o una aproximación cercana al mundo que pertenece. Y lo peor, encuentra en el mundo del diseño, el principio de una historia de la libertad. Y, más allá de una ortografía de analfabeto, sí estudió Artes Plásticas en la universidad de Westminster y empezó la maestría en artes en Royal College. Eso explica cómo aprendió el español y puede afirmar con seguridad que él no es un artista colombiano.
La referencia natural en el mundo del arte es un artista austriaco que nació y murió en la sombra a los 65 años. Un contemporáneo que, como todo el movimiento modernista de la época, buscaba que la participación del público con la obra le diera la vigencia necesaria para que el efecto artístico fuera una obra de arte, como por ejemplo, buscar que el universo de lo táctil sea otra forma de entender la sensibilidad que se necesita para despertar la posibilidad de la existencia del objeto artístico.
Siguiendo el compás de los precios récord como se vendió el cuadro del noruego Edvard Munch, El Grito, que simboliza el horror del siglo XX por 119,9 millones de dólares en la casa de subastas Sotheby´s de Nueva York. Seguimos la venta del arte latinoamericano y, en especial a los colombianos, que se llevó a cabo en la casa de Subasta Crhistie´s el 22 y 23 de mayo. Otra vez la monumentalidad de Botero está en el número de obras y los valores de los cuadros. Un extraño gallo realizado en bronce estimado en $120.000 como precio base se vendió en $ 170.500 dólares. En $842.500 se vendió un bello cuadro donde pintó a los recién casados Arnorflini en un homenaje a Van Eych. Otra escultura en bronce de pequeñas dimensiones en $368.500. Una pintura que muestra una calle concurrida en Medellín se vendó por el precio récord de $1.436.500. Una pintura de un arlequín de circo tocando su guitarra sin cuerdas se fue por $410.000. Otra mujer de la serie El Circo, sentada en un cajón que sostiene un mico en $290.000. Por $350.000 se vendió una pequeña escultura de una mujer en bronce desnuda que alza a un niño. Una nítida acuarela de una naturaleza muerta pintada sobre una mesa en un cuarto con la puerta cerrada, se fue por $52.500, otro dibujo de un hombre cayéndose de un balcón mientras la mujer apurada observa alarmada la escena desde la puerta de la casa se vendió por $50.000. Una pintura al óleo sobre tela de un artista pelirrojo pintando en su taller $170.500, el dibujo de una Venus con su cupido de amor al lado se vendió por $50.000. Un dibujo de un señor antioqueño que con maletín debajo del brazo sale diligente para su trabajo mientras su mujer ama de casa lo despide en la puerta, S68.000. Otro dibujo en papel amate realizado con grafito de dos niñas paradas de frente, $30.000.
Para seguir con los colombianos que también participaron en la subasta, Ana Mercedes Hoyos vendió una escultura de unos limones que ella llamó Homenaje a Zurbarán en $12.500 dólares. Tres Carlos Rojas muy típicos de su series en $15.000, $18.750.y $20.000, un tablero de una clase de matemáticas de Santiago Cárdenas por $30.000, una extraña y bella chatarra de Felisa Bursztyn por $30.000. Una pintura de Luis Caballero $22.000 y un dibujo de dos hombres por $ 10.625. Y por último un relieve en madera en blanco y negros de Eduardo Ramírez Villamizar por $22.500. Acá tienen las referencias.