Acertadamente lo ha planteado la nueva dirección de la universidad del Cauca cuando habla de que el mayor patrimonio de la Unicauca es su gente: 16.572 estudiantes inscritos (hasta el primer semestre de 2021), de los cuales 13.581 vienen de los estratos 1 y 2; 1392 docentes de planta, hora catedra, ocasionales y por encargo administrativo; 538 empleados entre trabajadores y administrativos, hacen que esta casa de estudio tenga enorme potencial para transformar las condiciones del departamento del Cauca y el suroccidente colombiano.
Como no serlo, si esas más de 20 mil personas que le dan vida a la Universidad -sin contar las y los egresados- son individualidades organizadas con un cumulo de propuestas y de saberes que buscan por medio del estudio dignificar sus vidas, las de sus familias y comunidades. Gente que se organiza para defender su casa de estudios, muchachas y muchachos que se forman en su vida profesional y espiritual para ser líderes sociales que protegen el territorio.
Y en este nuevo contexto de una juventud como potencia transformadora han nacido nuevas banderas por las cuales luchan: las muchachas llamando a la equidad de género; los colectivos LGTBI exigiendo su visibilización, no exclusión e igualdad; los procesos ambientales que protegen nuestro ambiente y agua en el macizo colombiano.
Todas estas exigencias se suman a las históricas de las organizaciones que defienden el derecho a la educación superior publica y de excelencia académica y de los docentes y trabajadores que buscan mejores condiciones salariales y laborales. Así entonces, es vital reconocer estos procesos para ganar legitimidad en las decisiones que le atañen a las directivas universitarias, hoy cobijada de esta por ser una dirección que defendió al estudiantado en las calles.
Claro, la interculturalidad es otro factor fundamental que se puede potenciar desde el alma mater caucana: indígenas nasas, yanaconas, de los pastos, coconucos, guambianos, totoroes, ingas, entre otros; más las comunidades afros y raizales; y un campesinado invisibilizado desde el nivel nacional, son las diversas culturas que hacen presencia en las facultades transformándose desde un verdadero dialogo de saberes.
A grandes rasgos este es el mayor patrimonio que tiene la Universidad del Cauca al cual hay que cuidar, preservar y potenciar. Entonces, la toma de decisiones debe buscar siempre promover acciones para su bienestar. La primera de ellas es tener claro la dinámica poblacional, tan importante en la planeación para saber a quién va a beneficiar lo que se acuerde o decida en la Unicauca.
El reto de esta administración es enorme, empezando porque la juventud que está cursando sus estudios ha sido una de las protagonistas en el país exigiendo cambios. Muchachas y muchachos que no tienen nada que perder, pero si todo que ganar.
Una juventud -para hablar solo del estudiantado- que ha llegado de 250 municipios diferentes para formarse en la universidad y que esperan irradiar en sus comunidades todo lo que puedan aprender y construir en esta casa de estudios.
Aunque no es solo la dirección universitaria, es también el involucramiento de las entidades territoriales para que por medio de alianzas estratégicas fortalezcan la capacidad de incidencia de la universidad en la sociedad.
Como lo nombré arriba, la juventud viene de 250 municipios para cursar sus estudios. Por otra parte, no se puede dejar de lado la fuerza que tiene la gente universitaria para cumplir los objetivos de desarrollo sostenible ODS e inclusive, ir más allá en medio de esta crisis ambiental llamada cambio climático, así que la cooperación internacional puede ser otra amiga de la U.
