Harley Enrique Gutiérrez Ñustez. (Magister en Estudios Políticos)
Llama la atención el entusiasmo y la esperanza que despiertan los llamados del gobierno nacional, departamental y local a participar en conversatorios de planeación del pos-conflicto.
Todos quieren proponer y exteriorizar escenarios que hemos recreado durante décadas, en el entendido que un país en paz, o por lo menos sin los sobresaltos de actores armados abusando de los más débiles mediante la prepotencia de las armas, logrará un crecimiento que desborde los índices históricos, para que llegue hasta los sectores que desde siempre han estado marginados y se ubican en las líneas de pobreza y miseria, en estadísticas globales.
Ningún ser humano que esté cuerdo puede criticar u oponerse a semejante iniciativa que desata sueños aplazados durante cincuenta años, por varias generaciones de colombianos, forzados a una existencia permanente entre las más desgarradoras tragedias cotidianas, que dejan muy escasos domicilios sin contarse entre las víctimas.
Sin embargo, la entelequia del post conflicto está actuando como un sedante que nos conduce a ignorar el escalamiento de la guerra, evidenciada ésta en la ampliación de las coberturas de quienes tienen que enfrentar en el día a día las desgracias de la confrontación:
Es post-conflicto que las extorciones que estaban focalizadas en sectores pudientes de la población, haya llegado hasta maestros, vendedores ambulantes y campesinos empobrecidos?
Es post-conflicto que la infraestructura eléctrica este siendo devastada afectando como siempre a quienes sustentan sus ingresos en pequeñas unidades de negocio, que tienen sostenibilidad en la energía?
Llegó en post-conflicto para los niños reclutados forzadamente o para quienes se enfrentan a los trágicos asaltos bárbaros de la desmembración, por minas anti-persona?
Significa post-conflicto el crecimiento exponencial de cultivos ilícitos y la participación descarada de actores armados, de todos los pelambres en el multimillonario negocio, que sigue alimentando de manera diabólica la dinámica de la guerra?
Valdría la pena que esas energías y la pertinencia de esas iniciativas que se agrupan de buena fe en los conversatorios del post-conflicto se orientaran hacia la exigencia, sin esguinces doctrinales, para el establecimiento de unas bases razonables, realizables, creíbles, elementales y contundentes de las crudas realidades de la persistencia escalonada de la actual confrontación, para actuar de manera sensata hacia su desmonte y permitiendo que el post-conflicto llegue de forma natural y simple, para cuando los promotores de esta guerra se les dé la gana culminarla.
Ojala estas iniciativas del post conflicto que concitan la participación desprevenida, alegre y desinteresada de las comunidades, no se vayan a convertir más temprano que tarde en el insumo de nuevas frustraciones cuando el hartazgo y la desesperanza, inspirados en la torre de babel en que convirtieron el proceso de la Habana, aniquilen definitivamente la débil credibilidad que le resta a los términos generales, que se conocen del Acuerdo.
La Paz individual es un estado del alma, la Paz colectiva es el alma del Estado.
El postconflicto: ese estado añorado
La entelequia del postconflicto está actuando como un sedante.
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